Incipiente e imperfecta nuestra democracia…
Mireille Roccatti
Es cierto que la democracia mexicana es imperfecta, que los procesos de apertura y ampliación de la vida democrática a lo largo ya de casi cuatro décadas, si fijamos como ancla o punto de partida la reforma política detonada por Jesús Reyes Heroles en 1977, requieren de terminar de arraigar en nuestra cultura.
En nuestra incipiente democracia, producto de largas luchas populares que incluso costaron vidas, en ese proceso de apertura democrática resulta difícil sostener que existió realmente una verdadera transición democrática o por lo menos es controvertido caracterizarla así. Lo que sí hemos experimentado es una alternancia, por la cual el partido “casi único” se vio alejado del poder federal durante dos sexenios.
El “bono democrático” de la alternancia en 2000, para algunos despilfarrado, fue incapaz de traducirse en prácticas modernas de ejercicio político y de respeto a los derechos ciudadanos, y la obsesión por conservar el poder nos llevó a refinar los “usos y costumbres” de prácticas electorales de compra y manipulación del voto, por parte de las formaciones políticas, lo que nos llevó a colocar nuevos candados a la normatividad electoral, cada seis años.
Y recientemente al modificar la institución responsable de organizar las elecciones y contar el voto ciudadano, luego de la pérdida de legitimidad del Instituto Federal Electoral, que tantas esperanzas despertó en el momento de su creación y que tan buenos resultados entregara en la primera parte de su funcionamiento.
Sin afán de magnificar los logros, ni los tropiezos, es necesario reconocer los avances que hemos tenido, y perseverar en la construcción de una cultura democrática, entendiendo que la democracia no se acaba en las urnas y que para que exista democracia se requiere de demócratas y de ciudadanos responsables, Ése es el reto.
Hoy quiero resaltar las recientes alternancias en diversas entidades federativas, lo que viene a demostrar con todos sus asegunes— que nuestra democracia avanza, que camina, que es posible confiar en que el voto ciudadano cuenta y se cuenta, y que podemos premiar o castigar en las urnas a un buen o mal gobierno.
En el caso de Sonora, los escándalos de corrupción en los que se vio inmiscuido el gobernador, además de otras prácticas del todo condenables como el nepotismo y favoritismo, la lejanía con los gobernados o el mal manejo de crisis, llevó a que el PAN perdiera la elección frente a una muy buena candidata del PRI.
En Nuevo León, las acusaciones ciudadanas de corrupción, nepotismo y mal gobierno, también permitieron testimoniar el traspaso del poder a un candidato denominado “independiente” es decir sin pertenecer a ningún partido político, carácter este que se ha convertido en panacea para un sector de la comentocracia que dedica sus afanes a vendernos la idea de que ése es el camino ideal en el futuro del país. Hay que ser cautelosos y primero observemos cómo gobierna.
En Querétaro, un gobernador del PRI, al cual tirios y troyanos felicitan porque fue gran emprendedor y buen gobernante, inexplicablemente traspaso el poder a un candidato del PAN. Y en Michoacán, otro gobernador del PRI, entregó el poder a un miembro del PRD, que así recupera una entidad para ellos emblemática.
Y en Guerrero, a la inversa, un gobernador del PRD entrega el gobierno a un candidato del PRI.
Todas estas alternancias deben tener una lectura cuidadosa y se debe entender que obedecen a procesos locales, sin embargo, a mi entender, deben también valorarse como avances en nuestra vida política y mayor conciencia de los ciudadanos al momento de emitir su voto, y comprenderse como procesos de que nuestra democracia, es incipiente, imperfecta y lo que se quiera calificar, pero que camina, avanza; “…sin embargo, se mueve”, parafraseando a Galileo.