BERNARDO GONZALEZ SOLANO

Sin una política de población moderna y realista ningún país de la Tierra podría asegurar a sus habitantes una vida digna de ser vivida. Dejar a la suerte —y al simple capricho o deseo de cada quien— el crecimiento demográfico podría ser catastrófico, así como el envejecimiento de la sociedad. Ninguno de los dos puntos es recomendable. Ni en China ni en México. En nuestro país, a semejanza de la mayoría de los países centro y sudamericanos, la natalidad ha más que triplicado sus respectivas poblaciones en medio siglo; en 1960, no sumábamos 39 millones de personas. Cincuenta y tres años más tarde, en 2013, el Censo contabilizó 122,300,000 habitantes. Los comentarios salen sobrando y las consecuencias también.

Desde hace varias décadas, México ha dejado que la procreación avance al arbitrio de cada quien, al “como Dios quiera” pues el recién nacido “trae su torta bajo el brazo”, el dicho más estúpido del folklore nacional. Un país moderno y democrático, como se supone es México, no puede mantener una “política de población” de este género. Por esto, aunque la ortodoxia de los llevados y traídos derechos humanos “ponga el grito en el cielo” es necesario replantear el crecimiento demográfico nacional. La reciente decisión tomada por el gobierno comunista chino de hacer a un lado su política del “hijo único” por la de “dos hijos” —al revés de lo que sucede en México—, nuevamente pone en la mesa de discusión el número de hijos que debe tener una familia.

La capacidad alimenticia de nuestro país nunca estuvo al nivel del legendario “cuerno de la abundancia”, ni antes ni ahora. El gobierno y la renombrada “sociedad civil” deben plantearse este problema. De otra suerte,  pocos serán los supuestos  50 millones de personas en extrema pobreza en este país. Por una vez, pueblo y gobierno, deben ser realistas y dejarse de supuestos fantásticos propalados por populismos mesiánicos que no les importa mentir (y prometer lo imposible) con tal de hacerse del poder a como de lugar.

Después de 36 años y no obstante ser la nación más poblada de la Tierra, la República Popular China, el gigante asiático, se ve obligado a cambiar su política demográfica por el preocupante e imparable envejecimiento de la sociedad. La decisión del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh) de poner punto final a la política del “hijo único” como método de control de la natalidad y permitir que las familias puedan tener hasta dos y formar la “parejita” supone un cambio radical en la doctrina impuesta por el régimen comunista en aquel país.

Sin duda, la historia ha dado muchos giros. En 1949, tras el triunfo comunista en la guerra civil y la fundación de la República Popular China, el “Gran Timonel”, de origen campesino, consideraba que la abundancia de población era uno de los principales activos del país para consolidar su fuerza internacional y propagar la revolución por el mundo. En el primer censo efectuado bajo su mando, en 1953, China tenía ya 583 millones de habitantes, que duplicó en medio siglo, hasta alcanzar los 1,200 en el año 2000. No obstante las calamidades que diezmaron la población en la época de Mao, como el “Gran Salto Adelante” (1958-1961) y la “Revolución Cultural” (1966-1976), la aún entonces humilde China comunista pasó  de 694 millones de habitantes en el censo de 1964 a los 1,008 millones de 1982, lo que supuso el mayor incremento de población de su historia (45,1%).

Después de la muerte de Mao Tse-tung (1976), y la posterior apertura al capitalismo de la mano de Deng Xiaoping, el gobierno chino impuso la política del “hijo único”  para detener la superpoblación. Así, prohibió a las parejas urbanas procrear más de un hijo, en tanto los matrimonios en el campo podían tener dos en caso de que el primero fuera una niña. Esta prohibición fue total en las ciudades, con lo que se impidió 400 millones de partos en las pasadas tres décadas y media; en el medio rural la medida fue más laxa, razón por la que ahora hay muchos millones de chinos sin documentos porque sus padres no los registraron ante ninguna autoridad. La medida provocó que se produjeses innumerables abortos inducidos, esterilizaciones forzosas y casos silenciados de infanticidio, provocando un desequilibrio antinatural  entre el número de varones y mujeres (121 por cada 100).  Y otras prácticas gubernamentales que en otros países no existen.

En noviembre de 2013, el Tercer Pleno del Comité Central (CC) del PCCh decidió relajar la política del “hijo único”. Primero en las grandes ciudades y posteriormente en el resto del país, los matrimonios podían tener más de un hijo si uno de los cónyuges era único. Con esta medida se esperaba un aumento de más de dos millones de nacimientos adicionales para paliar el envejecimiento de la población, pero solo 1,5 millones de los 11 millones de parejas que podían tener un segundo hijo lo habían solicitado hasta el pasado mes de junio.

Y ahora, en pleno 2015, después de 36 años de vigencia, el V Pleno del CC del PCCh eliminó el jueves 29 de octubre —en una reunión de cuatro días durante la cual sus 205 miembros y 170 suplentes acordaron el 13º Plan Quinquenal que contiene las guías maestras de la política económica y social que seguirá el país  entre los años 2016 y 2020— la política del “hijo único”,  que marcó la vida de generaciones de chinos amén de que dentro y fuera  se criticaba por no respetar los derechos humanos. Con ello, el gobierno de Pekín trata de eliminar la amenaza que pende sobre la pirámide demográfica y el futuro de la nación más poblada de la Tierra.

Si el cambio es importante desde el punto de vista político, habrá que esperar un tiempo para comprobar sus consecuencias sociales. Debe tomarse en cuenta que la medida se toma en un momento en que la sociedad china está más desarrollada, gran parte goza ya de un mejor nivel de vida y los métodos anticonceptivos son utilizados sin prejuicios por  las nuevas generaciones, lo que impide hacer extrapolaciones sobre el impacto real de la nueva disposición demográfica. La decisión tiene que ser ratificada por la Asamblea Nacional el próximo mes de marzo, así como otras que se tomaron en el V Pleno del comité central del comunismo  chino.

En la actualidad, el gigante asiático cuenta con una población superior a los 1,300 millones de habitantes, rivalizando solo con la de la India, que este año sumó 1,267,401,849 y que según un informe de la ONU superará la de China alrededor del año 2020. Otro documento de la ONU estima que en tres décadas y media (2050) en China habrá aproximadamente 440 millones de personas mayores de 60 años. Todos los estudiosos coinciden en señalar que ese número de personas supondrá una presión enorme para los recursos del Estado, por lo que necesitaban invertir la tendencia cuanto antes.

La noticia provocó distintas reacciones. Por ejemplo, el experto en el cambio demográfico y social en China , Weng Feng, calificó el hecho de “evento histórico”, aunque reconoció que los desafíos del envejecimiento de la población se mantendrán. Declaró a la agencia France Press: “Hemos tenido que esperar demasiado tiempo para esto…pero cambiará el carácter de muchas familias jóvenes”.

Otros no son tan optimistas ante el cambio del PCCh. Hay demógrafos y economistas que dicen que la reforma traerá consigo pocos cambios, ya que llega demasiado tarde para resolver la amenaza de crisis laboral. Un usuario de Weibo (el Twitter chino), cita el periódico El Mundo de Madrid, escribió: “La gente se casa tarde o no se casa, y muchos optan por tener pocos hijos o ninguno debido al coste de la vida”; “No me puedo permitir ni el criar a uno, así que mucho menos dos”, se quejaba otro.

Resta por saber cuáles son las consecuencias del cambio demográfico, no sólo económico, sino también desde el punto de vista político y social. A consulta del periódico británico The Guardian, el demógrafo de la Universidad de Oxford, Stuart Gietel-Basten parece tenerlo claro: “De alguna manera, desde una perspectiva política pragmática, cambiar la regla (de hijo único) es bueno para el partido. A nivel demográfico está bien, aunque no es para tanto. Pero a nivel humano, el que una pareja pueda tener un segundo hijo si quiere es obviamente muy importante”.

En fin, no falta quien piense que hay lugar para mejorar y que en el futuro el Partido Comunista chino deberá cambiar aún más. Aunque esto no es previsible a corto plazo. Es el caso de William Nee, investigador de Amnistía Internacional sobre Derechos Humanos en China, quien manifestó su beneplácito por esta decisión, pero al mismo tiempo pidió al gobierno de Pekín “que termine de una vez el control sobre las decisiones de las personas”.

China todavía dará mucho qué hablar en el futuro, y no solo en la cuestión demográfica. VALE.