Un regalo para Carlota

Jamás ni muertos ni vivos

humillaréis mi valor.

José Zorilla

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Este 4 de noviembre se conmemoraron los 150 años de la representación de Don Juan Tenorio en los patios del Palacio Nacional, en ocasión del cumpleaños de la emperatriz Carlota Amalia de Bélgica, para quien su amantísimo esposo ofreció la “función solemne” a la que don Antonio Mañón hace referencia en su prolija obra sobre la historia del teatro en México.

Es indudable que la decisión imperial de representar esta obra en uno de los patios de la sede del poder mexicano entronizó el Don Juan… en el imaginario colectivo del pueblo y, con ello, insertó esta pieza dramática en el ritual ancestral de Día de Muertos, como una culta prolongación de las festividades que tradicionalmente se llevaban a cabo en toda la ciudad.

No obstante, la irrupción del Tenorio en nuestro país se ubica en los difíciles días vividos en la capital de la república a inicios de diciembre de 1844, tiempos de revueltas y disoluciones del Congreso, y de la huida de un aterrado Quince Uñas acorralado por las fuerzas de Paredes y Arrillaga, quien en noviembre de ese año desconoció el gobierno centralista de Santa Anna.

La derrota de los pocos leales al dictador, conocida en la ciudad el 6 de diciembre, desató una ira popular expresada en la destrucción y profanación de la tumba de la pata de Santa Anna —apoteósicamente inhumada en el Panteón de Santa Paula—, así como en la destrucción de la estatua del dictador colocada en la Plaza del Volador y de su busto en el Teatro Principal.

A pesar de la revuelta popular, las noches del 7 y 8 de diciembre de 1844 se estrenó el Tenorio en ese importante foro, y según lo rememora el Revistero de El Siglo XIX, el drama cautivó al público y al anónimo crítico teatral, quien afirmó que la obra “será citada como un modelo, como una obra admirable del entendimiento humano”.

Dicha reseña periodística elogia el trabajo de la actriz María Cañete como Doña Inés, personaje del que comenta: “compite en pureza, en atractivo, en poesía con Margarita y con Ofelia, divinas creaciones de Goethe y de Shakespeare”.

La fama del Tenorio de Zorilla en México colocó a su autor entre los más destacados autores del teatro de habla hispana, lo que le valió ser invitado por Maximiliano como director del Teatro Imperial, y que en 1865 su obra fuese obsequiada a la emperatriz con motivo de su onomástico.

Gracias a la prodigiosa memoria de don Antonio García Cubas, sabemos que la Verbena del Día de Muertos incluía la concurrencia “en masa a los teatros para solazarse con las terríficas escenas del Don Juan Tenorio”, lo que acredita fehacientemente la impronta de dicha obra en nuestro imaginario colectivo, muy a pesar de que su irrupción se dio en plena revuelta contra Santa Anna, y su entronización en el efímero imperio del Habsburgo, personajes que, como diría el personaje de Zorrilla, ni muertos ni vivos humillaron su valor.