Panameño de nacimiento pero de sangre mexicana, Carlos Fuentes, escritor, diplomático, abogado, sociólogo, economista, político, crítico, filósofo, cinéfilo, renacentista, novelista, ensayista, y en general artista de las letras y la cultura (por decir lo menos), murió el 11 de noviembre de 2012 en la Ciudad de México a los 84 años.

Su primera novela fue La región más transparente de 1958, y la última fue Federico en su balcón en 2012. Pantallas de plata de 2014 es considerada la última compilación que relata su relación con el cine.

Sin quererlo ni planearlo, el creador del personaje Artemio Cruz, aprendió el lenguaje latinoamericano porque estuvo radicado en varis ciudades además de la defereña, en Montevideo, Río de Janeiro, Washington D.C, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires.

Su padre diplomático mexicano de carrera estuvo viajando por todo el mundo hasta que pudo asentarse en México en 1934.

Pronto Fuentes demostraría su talento para las letras al obtener a los 16 años su primer reconocimiento en la preparatoria.

Aura, Cambio de piel, Las buenas conciencias, La muerte de Artemio Cruz, Terra Nostra, Gringo Viejo, La silla del águila, La frontera de cristal, París: la revolución de mayo, Cervantes o la crítica a la lectura, El espejo enterrado, Nuevo Tiempo Mexicano, Por un progreso incluyente, Contra Bush, y los 68 son algunos de sus escritos que comprobarían su gran talento para escribir.

Pero su gran entrada a la élite de las letras latinoamericanas pudo haber sido cuando Octavio Paz lo presentó ante el Colegio Nacional en 1972, en donde Fuentes dedicó un discurso intitulado “Palabras Iniciales”.

¿Premios y distinciones? Todos menos el máximo galardón internacional.

El doctor honoris causa por las universidades de Harvard, Cambridge, Salamanca, La Libre de Berlín, Veracruzana, de Puerto Rico, Michel de Montaigne y Baleares ganó Premio Cervantes, Nacional de México, Legión de Honor, Real Academia Española, Alfonso Reyes, Príncipe de Asturias, Picasso de la UNESCO, Quijote de la Mancha e Isabel La Católica entre otra veintena.

Carlos Fuentes tuvo vida y paciencia para acumular todos los premios posibles de la lengua y literatura española menos el Premio Nobel de Literatura para el que siempre fue considerado un candidato idóneo. Es un misterio el motivo de este desprecio internacional.

Cuando galardonaron con el Nobel al escritor peruano Mario Vargas Llosa, éste declaró que el siguiente en recibirlo debería ser Fuentes, a lo que el notable mexicano respondió: “Cuando se lo dieron a García Márquez (1982) me lo dieron a mí, a mi generación, a la novela latinoamericana que nosotros representamos en un momento dado. De manera que yo me doy por premiado”.

Al muerte interrumpió su rutina cotidiana —levantarse temprano, desayunar ligero escribir hasta el mediodía, comer ligero y seguir escribiendo hasta la media noche. El pretexto fueron las complicaciones de una úlcera gástrica.

Siempre preocupado por México, Fuentes escribió:

“Pues por indispensables que sean las grandes reformas democráticas de alcance nacional, volverán a ser proyecto abstracto, promesa incumplida, si no se fundan y salen al encuentro de la democracia desde abajo, la que camina con los pies descalzos desde el otro México y su rosario de pueblo y ciudades pequeñas.” (Ensayo Por un Progreso Incluyente de 1997. )

Siempre desenredando los hilos de sus personajes, dijo Fuentes:

“Vivirás ese día, idéntico a los demás, y no volverás a recordarlo sino al día siguiente, cuando te sientes de nuevo en la mesa del cafetín, pidas el desayuno y abras el periódico. Al llegar a la pagina de anuncios, allí estarán, otra vez, esas letras destacadas: historiador joven. Nadie acudió ayer. Leerás el anuncio. Te detendrás en el ultimo renglón: cuatro mil pesos”. (Aura, 1962.)

Siempre aconsejando a sus lectores con sus opiniones; sobre la sala del cine antiguo Fuentes destacó:

“Estás advertido: te asaltarán olores nauseabundos, te amenazarán el peligro de un derrumbe, pescar un resfriado (incluso una pulmonía) al salir por corredores encajonados, verdaderas trampas en caso de incendio, y a la salida del cine te envolverán los olores de múl- tiples fritangas que se instalan frente a la entrada y lados del salón”. (Pantallas de Plata, 2014.)

Un día como hoy, lo recordamos con nostalgia. Pero con las huellas de su legado, el mundo de las letras fue eternamente modificado por su innegable y talentoso trazo al escribir.

OAG