En menos de cuatro semanas, cientos de migrantes procedentes de distintos puntos del orbe y que buscaron cobijo en tierras norteamericanas, se rebelaron contra el sistema estadounidense. Hombres y mujeres encerrados en oficinas aduanales de California, Lousiana y Texas, reclaman las condiciones en que están albergados, condiciones miserables.

Cual engranaje de reloj, los llamados “actos de desobediencia civil” se han ido marcando y realizando en las instalaciones de un Estado y otro. Han dejado de comer en reclamo a lo que día con día les obligan a consumir los gringos.

El primer caso se registró el 14 de octubre pasado, cuando decenas de inmigrantes (54), detenidos en Texas por la Oficina de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos de América, se pusieron en huelga de hambre en el Centro de Procesamiento del ICE en El Paso, Texas.

Son ciudadanos de Bangladesh, Pakistán y Afganistán quienes durante siete días se negaron a consumir alimentos.

Dicen que sus casos de asilo político no son revisados con prontitud. Los huelguistas abortaron su misión siete días después, tras la promesa de que revisarían sus respectivos expedientes y de que se abriría una investigación sobre el trato que recibe y por presuntos actos de negligencia médica.

La segunda huelga comenzó cinco días después de la primera. Esta vez 14 ciudadanos de India y Bangladesh ubicados en el Centro de Detención Lasalle, en Lousiana, dejaron de comer. Dicen que se les trata como animales cuando son personas que sólo demandan protección y asilo. Hay quienes están ahí, detenidos, desde hace años.

Casi dos semanas después, el 31 de octubre, concluyeron los reclamos en Lousiana, pero dos días antes, el 28 de octubre, inició en el Centro de Detención Don Hutto, en Taylor, Texas. Esa vez, casi treinta mujeres fueron las protagonistas iniciales de la huelga de hambre; al final, más de cien féminas coreaban los gritos de reclamo.

Mujeres al fin continuaron sus protestas y se organizaron para ello, haciendo ayunos de manera alternada, participando cada sección del centro donde están recluidas. 50 damas por sección y la promesa de una huelga indefinida.

La cuarta huelga inició a la par el 28 de octubre. 26 migrantes de Ghana, Nepal, Pakistán y Bangladesh levantaron los brazos en señal de protesta en el centro Ice, de adelanto, California.

Dos de las huelgas, la de Taylor, Texas, y la de Adelanto, California, se mantienen vigentes. No pararán, a pesar de la amenaza de que serán alimentados por la fuerza.

Más allá de los reclamos por las condiciones infrahumanas en que habitan, el trasfondo de estos “actos de desobediencia civil” tienen un objetivo muy claro: frenar las deportaciones a sus respectivos países de origen y que cursen en libertad los procesos de revisión de sus respectivos casos de solicitudes de asilo político.

Los inmigrantes de hoy ya no son los de antes pero sus aspiraciones y esperanzas, sí. A los de ahora los alcanzó la globalización y la tecnología, vía redes sociales, expusieron sus problemas, su desesperación maquillada de huelga de hambre y ahí están, intentando conquistar la solidaridad humana; y pareciera que lo están logrando.

Tras estos episodios y los golpes bajos que ha recibido el presidente Barak Obama en materia de política migratoria, los Estados Unidos deberán reflexionar sobre este tema que, hasta ahora, pareciera ser problema de preescolar, para evitar un conflicto de grados internacionales.