“El alma de Venezuela está como enferma. Ya no hay respeto por la vida ni consideración con el prójimo. Hoy las diferencias hacen que nos veamos por el rabo del ojo y toda esa pesadumbre que se mete en la piel y enferma sólo se combate con fe y esperanza.” Robin Izaguirre
Juan Pablo Aguirre Quezada*
No hace muchos años Venezuela era considerada como la “Suiza de América”, la bonanza petrolera dotó de bienestar a sus habitantes en las últimas décadas del siglo XX. Ejemplo de ello fue la modernidad de Caracas que tenían en ese entonces los dos rascacielos más altos de América Latina (Parque Central I y II), una red de modernas autopistas y un reluciente metro, a fin de completar la movilidad en la ciudad.
No obstante, los cambios políticos y sociales transformaron esta visión de Venezuela, y en los inicios del siglo XXI la moneda local (el Bolívar – VEF) ha perdido la confianza de la población, que si bien es sostenido por un tipo de cambio oficial (6.30 bolívares por dólar americano), en el mercado negó la cotización que puede alcanzar más de 850 VEF, lo cual ha afectado paulatinamente la capacidad de adquisición de bienes de importación además de afectar a la sociedad en diferentes aspectos básicos como alimentación, acceso a medicamentos, vivienda, educación, empleo, vestido o seguridad social.
Esta intervención del gobierno nacional venezolano mantiene un estricto control en el cambio de divisas además de fijar los precios de las mercancías, lo que ha demeritado el desarrollo de las compañías, tanto las multinacionales como las pequeñas y medianas empresas. En cambio, el petróleo es el sostén de la economía nacional, con los riesgos que implican una alta dependencia de las exportaciones en un solo producto, tal como la agudización de la crisis económica que vive ese país por la caída del precio del hidrocarburo desde 2014.
Entre los datos a destacar en Venezuela es que en 2015 registró una tasa de mortalidad infantil de 18.91 (en comparación en México hubo 12.23). Asimismo, el país tuvo un gasto en salud de 3.6% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2013, porcentaje menor que en 2012 que tuvo 4.6%, lo que lo convierte en el país que en promedio invierte menos en salud a escala continental, y que el número de camas en hospitales por cada mil personas tan sólo es de 0.9.
Dicha contracción se ve reflejada en las carencias de acceso a los medicamentos y equipo médico, por lo que hay alerta en uno de los componentes básicos del desarrollo humano como lo es el acceso a la salud.
Si bien existe una cercanía de las instituciones militares con el Poder Ejecutivo en Venezuela (Hugo Chávez fue General) esta característica ha sobrepasado las fronteras y este país ocupa un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para el período 2015-16. Sin embargo, al interior del país existen testimonios de una alta criminalidad que da inseguridad a la población.
El Informe global de Homicidios 2013 de la ONU señaló que la tasa de homicidios en Venezuela fue de 53.7 por cada cien mil habitantes, la segunda más alta a escala continental (únicamente superado por Honduras). Es decir, en 2012 este país tuvo más de 16 mil homicidios (en contraste, México registró 21.5), además de contar con una tendencia al alza desde 1995, único caso en Sudamérica. Si bien los problemas sociales son diversos el temor a ser violentados o perder sus pertenencias por el crimen hace de la seguridad pública un miedo generalizado en la sociedad, lo cual es agravado por la falta de bienes de consumo básico o una alta inflación que hace inaccesible la adquisición de diferentes productos necesarios para la vida cotidiana.
Parte de esta toma de decisiones tienen que ver con el peso de la autoridad del ejercicio del Poder Ejecutivo desde el período de Hugo Chávez (1999-2013) y su sucesor Nicolás Maduro. Ejemplo de ello es que ambos gobiernos fomentaron las expropiaciones de las grandes empresas, que si bien le otorgan mayor poder al Estado en la economía nacional también alejan inversiones extranjeras, tal como sucedió con el litigio de la filial de Cementos Mexicanos (CEMEX) en el país, lo que también intimida el desarrollo de la iniciativa privada, con el consiguiente efecto en la generación y mantenimiento de los empleos.
En ese sentido la producción industrial cayó uno por ciento en 2014, además de que el desempleo fue de 8% (en 2013 era de 7.5%), pero que afecta en especial medida a los jóvenes de 15 a 24 años, ya que para este rango de edad fue de 17.1%, y para las mujeres jóvenes subió hasta 22.6%. Este pobre desempeño económico impactó en el crecimiento del PIB que descendió de 5.6% en 2012 a 1.3% en 2013 y tuvo un decremento de -4% para 2014 (uno de los diez promedios más bajos en todo el mundo).
Por tanto, la cantidad per cápita disminuyó de 18 mil 400 dólares estadounidenses al año de 2013 a 17 mil 700 en 2014. Si bien estos números son cifras, en la práctica habla de carencias que afectan el desarrollo social de la sociedad venezolana, que detallan la pérdida del poder adquisitivo y el avance de la marginación en diversos sectores. Si bien es un país con gran parte de la población joven, estas cifras pueden generar mayor incertidumbre a futuro.
La corrupción es otro problema que enfrenta este país. De acuerdo con Transparencia Internaciónal la confianza ciudadana disminuyó en es los últimos años y en 2014 registró la posición 161 de 175 países analizados. La percepción de esta descomposición social muestra el porcentaje más bajo del continente junto con Haití; y es comparable con países con problemas humanitarios como Libia, Irak, Yemen, Angola o Uzbekistán.
Ante una crisis humanitaria que afecta diversos componentes del bienestar social como salud, empleo o seguridad; Venezuela también enfrenta diferentes problemas con países vecinos como Guyana o Colombia por problemas fronterizos, lo que afecta el tejido social de la región. Sin embargo los problemas electorales al interior también ha acentuado la migración y el encono en un país con una tradición democrática continúa desde 1958.
*Profesor del ITESM (Tec de Monterrey).