Carlos Santibáñez Andonegui
Sí hay nuevas voces y un modo más reciente de hacer poesía en México: es hacer poesía, no para un lector pasivo al que se le marchitan las palabras, sino para un lector activo que ve construirse la poesía delante de él, lejos de eufemismos y posturas tradicionales. La propuesta es válida y ya hay resultados. El fenómeno de la nueva transmisión de poesía en México.
Como en la impartición de justicia, vuelve la oralidad. Se trata de sacar al poeta de la silla tradicional, de la complicidad de los sillones mullidos con anteojos y pluma lista al autógrafo, para ver si es capaz o no de captar audiencias. Lo viví al lado de Jesús de la Peña, Karloz Atl, Carlos Chávez, pero también están Yaxquin Melchi, Daniela Rey Serrata, ¡y otros! Vivir, para que no te lo cuenten. Los eslameros y su poesía. Desde los maratones de Circo hasta un Rojo Córdoba que abarca la oralidad en su compacto Eslamex, pasando por la poesía transgresora de VersodestierrO.
XIX Dientes tiene la bestia me cautivó con el gusto que siempre me ha provocado lo distinto, tal vez lo prohibido lo leí de principio a fin como se deja leer: en un relámpago. Un ritmo en su aventura: “Sueño con los muertos/ y amanezco con la humedad del orgasmo/ pienso/ es la moneda fúnebre que se paga/ cuando sales del cuerpo/ y vas a despedirte”. Su poesía rehúsa el tratamiento “médico”, el vendaje tradicional de la preceptiva y se lanza al ruedo: “Tengo el traje sastre del demonio masticándome el pecho,/ sus manos de corbata/ y miedo de lo que sucederá con estos huesos olvidados”.
Estos jóvenes como Jesús de la Peña o Gran Dao, hacen la no poesía en la poesía. Para esta generación que identifica su destino histórico en la injusticia social que se contenta con muertes y más muertes, el reino de la muerte se encuentra en situación de “metáfora generalizada”. Soy capitán de un navío construido con madera de/ ataúd.
La muerte en el referente colectivo siempre ha tenido un no sé qué de cruce con los dientes. Dice la gente: “Si sueñas dientes, es muerte”. Observa Sandino Bucio Dovali en el Prólogo: “Diez y nueve dientes tiene la bestia que mastica el alma de Jesús de la Peña”. La forma principal y primaria de relacionarse el hombre con el mundo es la sensación, expresa Wan Chun, desde el siglo I antes de nuestra Era. “Empiezo a cansarme de cenar siempre con la misma boca —escribe Jesús— y por eso seguiré hambriento,/ no para encontrarme sino para perderme”.
¿Quién es este Kamikaze que amanece al mundo poético, consciente de la decadencia que le grita la verdadera edad de la poesía? “Miro con pupilas de siglo pasado,/ y hoy en las fotografías/ empieza a notarse lo amarillo viejo/ de mi alma en decadencia”.
Este tocar la llaga, este “tocar la edad” es generacional. Jhonnatan Curiel: “Sólo queda un silencio de bala en la atmósfera”. Alberto Paz: “mis propios ojos./ ¡Aún no estamos muertos!”. Mavi Robles-Castillo: “mestizando los verbos muertos con lava volcánica/ ardiente y humeante brota/ nuestro aliento poético”.
Existe una conciencia generacional de la muerte, no la de los informantes de Sahagún, sino ligada a la injusticia social, a las atrocidades de una Ayotzinapa, al recuerdo amargo del 68 sobre el que bordara Marco Antonio Campos La Ceniza en la Frente. Es también el sumarse a un mito colectivo que nos envuelve. Mensaje, forma de hablar y de entendernos, ¿es mito? Después de todo, el mito es un sistema de comunicación, es mensaje, y de ahí, con Jesús de la Peña, al gran correlato de la muerte, al amor: “Morí,/ y vas tras mi eco”. Resolved este hechizo de lo dado a entender, de lo dado a gustar, de lo prohibido: Diecinueve dientes tiene la bestia. Y quedará Jesús de la Peña. Quién podrá resistir este amor a cuchilladas?
Va bien y goza de buena salud la nueva generación de poetas mexicanos. La historia de la poesía se hace así, de aceleraciones y retrocesos; dentro de ella cada nueva voz se adapta a encontrar como dice Sandino Bucio Dovali, “la flor que ha perdido”.
No es exaltar valor contra valor como el romántico que bendecía desdenes y adoraba desvíos, es más bien el madero que se trae entre dientes para creerle a la vida, del que hay que asirse si alguna tabla tiene el naufragio. Algo saben los dientes, los XIX dientes que nos muestra Jesús y sintetizan, de afortunada manera, la situación contemporánea: todo puede desaparecer, pero ésta fuerte, pétrea, desnuda potencia de expresión no, porque hoy es ella sola quien constituye la poesía.
Jesús de la Peña, XIX dientes tiene la Bestia. Editorial Circo Literario (Prólogo: Sandino Bucio Dovali, Diseño: Hugowsky Sánchez), México.
