Morelos
Mireille Roccatti
Este 22 de diciembre hemos de conmemorar el centenario de la muerte de Jose María Morelos y Pavón, uno de los héroes menos conocidos y reconocidos, que merece ser mejor estudiado, tanto en su arista como religioso, como militar y sobre todo y; quizá el único de los primeros insurgentes con visión de estadista.
Es cierto que en la historia labrada en bronce, que dividió el panteón histórico de la patria entre héroes y villanos, Morelos figura entre los primeros, al lado de Hidalgo, y se le ubica básicamente como el humilde párroco de Cuarécuaro, con ascendencia afroamericana, que envolvía su cabeza en un paliacate, que tras la prisión y muerte de Hidalgo, Allende y Abasolo, “mantuvo viva la llama de la libertad en las montañas del sur” y que a él se deben los Sentimientos de la Nación, eso y poco más, es lo que la generalidad de los mexicanos pueden expresar al inquirirles respecto, de quien era Morelos.
El centenario de su muerte por fusilamiento por la espalda, luego de la infamante degradación sacramental por su carácter de sacerdote, es ocasión propicia para que los historiadores, además de sus textos profesionales, elaboren materiales accesibles al gran público a fin de dimensionar su relevancia como definidor de la nación mexicana.
A él se debe el cambio de posicionamiento de los insurgentes, quienes desde 1808, cuando con la invasión francesa a España e influenciados por un sector de españoles, expresaron que si bien la soberanía radica en el pueblo, éste lo había depositado en el monarca y al ser este cautivo de un rey extranjero, el pueblo recobraba esa soberanía.
Este pronunciamiento fue defendido por Francisco Primo de Verdad, Juan Francisco Azcarate y Melchor de Talamantes, quienes se pronunciaron en el Ayuntamiento de la Ciudad de México y plantearon un gobierno provisional para la Nueva España.
Posteriormente, el propio Hidalgo primero en su proclama del 15 de septiembre, y luego en su Plan de Gobierno Americano del 31 de octubre, reconoce a Fernando VII y la pertenencia al reino español, aunque plantea un gobierno separado de la metrópoli.
Es Morelos, quien asume a plenitud la conceptualización de que la soberanía dimana del pueblo y éste la deposita en un congreso electo libremente por el pueblo, posición que lo enfrenta, por ejemplo a Ignacio Lopez Rayón, quien en 1812 en sus Elementos Constitucionales mantiene la unión con la monarquía española.
Asimismo, respecto de la Constitución de Cádiz expresa su extrañeza, que no se otorgue a las colonias de América el mismo trato que a las provincias que conforman la España peninsular.
Es Morelos también, quien primero en sus Sentimientos de la Nación y luego en la Constitución de Apatzingán sostiene la separación del territorio de la Nueva España, de la monarquía española, y en esta última se crea la Republica de Anáhuac, que busca dar organización gubernamental al territorio, el cual divide en provincias.
Esto es, a Morelos debemos la visión de horizonte de constituir una nación independiente y soberana, con igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
La tiranía de este espacio impide que abordemos otros aspectos de su vida, como su sobresaliente ejercicio militar, respecto al cual se atribuye a Napoleón Bonaparte haber dicho al enterarse de sus tácticas y estrategias que “con dos Morelos conquistaría el mundo”.