“En honor al pueblo, renuncia”, es la leyenda preferida que los venezolanos le “cuelgan” en cualquier punto visible a su presidente, Nicolás Maduro. La fe renació en este pueblo golpeado por el abuso en el poder, luego de que la oposición ganara 112 diputaciones de las 150 curules que se disputaban, y dos lugares para indígenas en la asamblea.
La oposición tiene la mayoría en la cámara legislativa y con ello, renace la esperanza de que el ejecutivo sea, por fin, despedido en el cargo o, al menos, controlado y deje de lado su costumbre de expropiar cuanto le dé la gana para luego asignarlo a sus cuates.
Mientras el grueso de los venezolanos enfrenta la carestía que se acentuó en el último año gracias a las equivocadas prácticas de gobierno de Maduro, el selecto grupo de leales al presidente goza de la gratificación constante y la riqueza inesperada.
Para los venezolanos, el control de la asamblea permitirá además liberar a los presos políticos, los militares que fueron los primeros en oponerse al régimen que al final impuso maduro, y a los estudiantes que salieron a las calles para exigir respeto y libertad.
Es el gran paso que se necesitaba para lograr sacarlos libres, confían los habitantes de esa otrora bella y próspera nación latinoamericana.
Un valor entendido es que los nuevos asambleístas, contrarios a don Nicolás, estarán en condiciones y deberán aplicar el referéndum que tanto han pedido los venezolanos para determinar si Nicolás Maduro sigue o no al frente del Ejecutivo, o si se tienen que aguantar hasta el 2017 para que abandone la presidencia.
Hay quienes lucen esperanzados de que ahora que la oposición será mayoría en el Legislativo, Nicolás Maduro tome la decisión –como últimamente se ha dicho-, de que abandone el país y huya antes de que las leyes de su nación y el juicio del pueblo lo alcancen.
El pueblo de Venezuela está harto de la situación que vive; de la pérdida del respeto, la dignidad y hasta la amistad cuando en las largas filas para adquirir alimentos, se pelean por un producto.
En el último año, la crisis recrudeció de manera alarmante: la leche, que costaba 30 bolívares, subió a 300 y hasta 400 el kilo; la leche líquida, aumentó de 9 a 90 bolívares; el pan incrementó de 5 a 50 y hasta 60 bolívares; el kilo de pollo subió de 25 a 450 bolívares.
El pescado más económico cuesta a 250 bolívares el kilo, cuando hasta hace poco, su valor oscilaba en los 30 bolívares.
Eso en cuanto a los productos alimentarios; en la ropa y calzado, el encarecimiento es aún mayor, como los jeans de mezclilla cuyo valor no rebasaba los 250 bolívares y ahora anda en los 18 mil.
El pueblo de Venezuela seguramente pensó que con la muerte del expresidente Chávez, se acabaría la expropiación de haciendas productivas y demás empresas productoras de alimentos, para crear los mercales y los pedevales, es decir, empresas socialistas que “ofertan” productos a más bajos precios. Nunca más equivocados y hoy resienten esas consecuencias.
Hoy, aunque Venezuela sufre una de sus peores crisis, si no es que la más, con hospitales saturados y sin insumos, con un alto índice de desempleo, la credibilidad y confianza en las autoridades por los suelos y el encarecimiento de la canasta básica en su nivel más alto, la esperanza del pueblo renace con la incursión masiva de la oposición a la asamblea. Maduro por lo mientras, intenta ganar tiempo.