Hace ya tiempo que la cultura dejó de ser interés exclusivo de artistas e intelectuales; hoy los ciudadanos en general ven también en la cultura un campo de interés. Entonces ¿nos debemos sorprender por la iniciativa de crear una Secretaría de Cultura? Hablando a título personal, diría que sí. No es usual la creación de una secretaría a mitad de un sexenio. Se diría que una decisión de ese tipo es tomada más para marcar el sentido que se quiere dar a toda una administración que para resolver un problema puntual porque, finalmente, luego de más 25 años de existencia del Conaculta, parecía haber un cierto espíritu de normalidad en la institucionalidad cultural.
Tampoco debemos decir que es una idea totalmente nueva. Desde el punto de vista de la administración pública, muchos habían hablado de la conveniencia de crear una secretaría. Por otra parte, si se observa el panorama general del sector cultural en México y en el mundo, la creación de una secretaría parecía ser un resultado natural de su importancia creciente.
La formación de una Secretaría de Cultura había sido objeto de discusión muchas veces, aunque no se puede decir que hubiera consenso al respecto. Desde luego que había muchas formas de reformar al actual Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: transformándolo en un organismo descentralizado, desconcentrado o constitucional o, bien volverlo de nuevo una subsecretaría de la SEP o, como lo ha propuesto el Presidente Peña Nieto: crear una secretaría independiente.
En América Latina el modelo del Conaculta ha sido objeto de gran interés. De hecho inspiró algunos organismos de cultura como el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Sin embargo lo dominante ha sido la fundación de secretarías o ministerios y, esto ha sido en tiempos recientes. Brasil creó su Ministerio da Cultura en 1985. En Colombia, a partir de su proceso constituyente de 1991 todo el Estado fue reestructurado. Con la aprobación de su ley general de cultura en 1997 nació el Ministerio de Cultura. Ecuador, Perú y Argentina crearon sus respectivas secretarías o ministerios en 2007, 2010 y 2014 respectivamente. Son pocos los países que mantienen educación y cultura bajo un solo ministerio, es el caso de Uruguay y España, aunque en este último ha sido un proceso muy cambiante.
Sí hay una cierta tendencia a la creación de aparatos que den la mayor visibilidad a la cultura y muestren el compromiso de los gobiernos con el desarrollo cultural, no hay en cambio unanimidad en cuanto a los diseños institucionales. Si comparáramos las distintas secretarías y ministerios de cultura de Iberoamérica llegaríamos a la conclusión de que no hay un modelo. Cada una es diferente.
Y es que habrá que recordar que los interesados en la cultura no sólo deseamos una institución que tenga el mayor peso simbólico y político, sino también presupuestal, así que quedan algunas interrogantes como ¿Cómo será la reestructuración real del aparato institucional de cultura? ¿En qué consistirá la ley reglamentaria al artículo 4º. De la Constitución que establece tanto el derecho de acceso a la cultura y en general que los ciudadanos contamos con derechos culturales así como que el Estado debe promover los medios para la difusión y desarrollo de la cultura? ¿Cómo participarán las entidades federativas y los municipios en el nuevo encaje cultural? En fin, son sólo preguntas que buscan luz en el camino que habrá de transitarse para que la nueva secretaría entre en funciones.

