Con la reforma política
Con las leyes pasa como con
las salchichas, es mejor no
ver cómo se hacen.
Otto von Bismark
José Fonseca
Durante la sesión postrera de este periodo ordinario de sesiones el Senado aprobó la reforma política del Distrito Federal, reforma largamente esperada y ansiada por tantos que creen que los ciudadanos de la ciudad de México hasta ahora han sido ciudadanos de segunda clase, aunque ese sea sólo un mito genial.
Muy intenso el debate, sobre todo porque los senadores que simpatizan con Morena estaban indignados, pues su apuesta es que la reforma política del Distrito Federal les diera manga ancha para cuando, según hacen sus cálculos, gobiernen la capital de la república.
Las negociaciones en las dos cámaras del Congreso de la Unión fueron difíciles, porque cada uno de los partidos quería sacar ventaja para cuando la ciudad de México sea el estado 32 de la federación.
Al final todos ganaron, pero también todos perdieron algo, pues quienquiera que suponga, sin tener mayoría aplastante en el Congreso, puede imponer su voluntad está rotundamente equivocado.
Falta, claro, que la reforma, por afectar artículos constitucionales, debe ser ratificada por la mayoría de los congresos estatales, el llamado Congreso Constituyente. Llevará tiempo, pero nadie duda que la ratificarán.
Luego vendrá la integración de la asamblea constituyente, a la cual se le asigna la tarea de elaborar la Constitución del nuevo estado de la república.
Si el debate para aprobar la reforma fue intenso, el debate para hacer la nueva Constitución de la Ciudad de México será de antología, porque, otra vez, las fuerzas políticas intentarán sacar ventaja, lo cual a nadie debe sorprender, así ocurre en todas las democracias.
Y otra vez se producirá un acuerdo que refleje, siendo optimistas, la mayoría de los intereses políticos y económicos de la ciudad. El acuerdo, por supuesto, no dejará satisfechos a todos. Será criticado por quienes tenían visionarios proyectos para la ciudad.
Ahora bien, ¿qué pasará cuando ya la Ciudad de México tenga su propia Constitución y sea un estado más de la república? Por supuesto que se altera la ecuación de cómo se gobierna la capital de México. En lo político y en lo legal, pero sobre todo en lo político.
Sin embargo, quien esto escribe teme que en la realidad cotidiana, la que vivimos los ciudadanos de la urbe no cambiará de manera muy importante, pues lo que cambia es el entorno legal en el cual se mueven sus fuerzas políticas y económicas.
Pero poco ganaremos los ciudadanos. La reforma política no es la panacea que resolverá los enormes problemas que tiene la Ciudad de México. No mejorará automáticamente los servicios públicos, ni los problemas de movilidad, de transporte público.
Así que, como ciudadanos, no creo que ganaremos mucho con que nos convirtamos en ciudadanos de primera.
jfonseca@cafepolitico.com