Nuevo comisionado Nacional de Seguridad
Renato Sales Heredia es un funcionario público con bien ganada fama de eficiente y honrado. Es hijo de Renato Sales Gasque, que fuera procurador del Distrito Federal y del que hay una anécdota que describe con claridad la idea de justicia de aquel señor:
Alguna vez, una conocida escritora le dio un golpe al auto del funcionario y éste se bajó a exigir a la mujer el pago correspondiente. Discutieron y finalmente ella arguyó que no tenía dinero, mientras que él —le dijo— disponía del ingreso y las prestaciones de un alto funcionario. Resignado, Sales Gasque dejó ir a la dama y apechugó con el costo de la abolladura.
En México, cualquier funcionario hubiera encargado el asunto a sus guaruras y éstos hubieran actuado como saben, con violencia y otras formas de intimidación. Sales Gasque procedió como un simple ciudadano y finalmente obró con generosidad, lo que quisiéramos ver en cualquier funcionario.
Pues bien, Sales Heredia recibió ese ejemplo de sencillez y le hace honor. Con una brillante carrera que lo avala, ahora es comisionado Nacional de Seguridad y acaba de hacer unas declaraciones (La Jornada, 1º./XII/2015) que lo muestran como un funcionario institucional, pero heterodoxo; capaz de pensar con cabeza propia y apartarse de las inercias que tanto daño hacen a la administración pública.
Anunció Sales Heredia que en unas semanas ya no habrá sobrepoblación en las prisiones federales. La fórmula es sencilla: que los ahora detenidos por delitos menores puedan continuar su proceso en libertad, empleando para el caso brazaletes electrónicos y otras medidas. De este modo, saldrán de la cárcel miles de muchachos detenidos por fumarse un porro, personas detenidas sin pruebas y otras víctimas de un sistema feroz con los indefensos y extremadamente laxo con los poderosos.
Aunque está por verse la solución que dará al problema de la seguridad penal, sobre todo después de la fuga del Chapo de una cárcel de alta seguridad, parece obvio que al disminuir la población de los penales será menos complicado imponer disciplina y acabar con el llamado autogobierno que hace de los criminales más peligrosos auténticos caciques de cada reclusorio, señores que mandan sobre la vida y la miserable hacienda de los internos.
“No todos los agentes deben realizar la misma tarea”, dice de los policías. En efecto, una sabia distribución de funciones dará mayor eficacia a su función. Igualmente, Sales propone un replanteamiento de los llamados exámenes de confianza, pues hay pruebas sumamente imprecisas, como la del polígrafo, en tanto que se minimiza la importancia de las pruebas toxicológicas y, lo más importante, el análisis del entorno social y económico del policía.
Al respecto, Sales Heredia propone que se otorguen “mejores prestaciones para los policías, mejores seguros de vida, becas para sus hijos” y, algo discutible: “préstamos hipotecarios ampliados”. En este punto, resulta más práctico que el Estado destine una parte sustancial de sus programas de vivienda a los policías, que edifique unidades habitacionales para ellos y sus familias, con comedores y lavanderías colectivas, gimnasio, áreas de convivencia y otras ventajas que hagan deseable la vida en común con sus iguales con una condición básica: que la vivienda se otorgue en alquiler, no en propiedad, pues en ese caso, para no verse en la tesitura de perderlo todo, la familia se convertiría en la principal garante de un comportamiento profesional y honesto del policía.
Faltaría plantear otras medidas para garantizar la honradez de los elementos policiacos, pero por lo pronto resultan prometedoras las palabras del comisionado, para quien “las transformaciones surgen cuando el Estado respeta a sus policías”. Sí, y eso lleva a que el ciudadano común los vea como sus iguales. La ganancia es múltiple.


