El temor americano al terrorismo salió a flote este miércoles 2 de diciembre, cuando un centro de servicios sociales para discapacitados ubicado en el condado de San Bernardino, en California, fue cruelmente atacado por un grupo de tiradores, provocando la muerte de 14 personas y dejando a otros 17 heridos, algunos de gravedad.
Una de las más grandiosas estructuras de inteligencia en el mundo, mega-fortalecida tras los imborrables atentados del 9/11, sigue en silencio y no puede decir, al menos al público, si ese sangriento episodio fue un acto de terrorista, oficialmente, o no, o si deben limitarlo a un lamentable tiroteo masivo como muchos otros ocurridos en esas tierras del sueño dorado.
La sombrac aumenta la incertidumbre y la indignación gringas, pero no rompe la secuencia de que en San Bernardino se registró una de las diez matanzas más graves en la historia de los Estados Unidos.
La violencia en San Bernardino no cesó cuando el grupo de tres –aparentemente-, dejó de disparar y huyó en una camioneta negra; en los medios de comunicación masiva pudimos observar parte de la persecución, la contención de los delincuentes y la información de cómo dos tripulantes habían fallecido a manos de la justicia.
Un hombre y una mujer perdieron la vida horas después del ataque al centro que celebraba la mañana de este miércoles una fiesta prenavideña, al enfrentarse a los elementos policiacos que los perseguían, ambos coincidían con la descripción que algunos testigos dieron, iban armados y con la llamada ropa de “asalto”. Un tercer atacante fue detenido cuando intentó salir corriendo del lugar.
La cruel matanza sacudió desde sus entrañas a este pequeño pueblo californiano que cerró tiendas, escuelas y oficinas. La gente miraba sobre el hombro en un intento por descubrir nuevas amenazas.
La onda expansiva del daño colateral se siguió a todo el territorio gringo y a sus alrededores.
El gran problema es que una de las naciones más potentes del mundo, por no decir que la más, no pudo anticipar el cruento tiroteo en un centro de atención a personas discapacitadas en un pequeño pueblo norteamericano. No puede afirmar si fue o no un acto de terrorismo en el contexto internacional. Y si no puede hacer eso, entonces, que Dios los ampare.
El propio presidente del EEUU, Barak Obama reconoció la pauta de tiroteos masivos sin paralelo ni referente histórico ni en los Estados Unidos ni en el resto del mundo, no a esa escala. Actualmente, los ataques por arma de fuego en el vecino país del norte, provocando la muerte en 90 personas al día.
El temor a los ataques, contrario a lo que pudiera suponerse, elevó la adquisición de armas entre la población de aquella nación y la imprudencia no deja de marcar huella: en promedio, 300 personas reciben algún ataque o herida por arma de fuego en esa tierra de Dios y el mundo.