Elecciones en España

 

¿Está sobrevalorado lo nuevo? Seamos

cautos a la hora de enterrar lo

que aparece solo como debilitado.

            Daniel Innerarity

José Fonseca

Son muchos los corazones en México que latieron más aprisa por el resultado de las elecciones generales de España, en las cuales el Partido Popular, gobernante, no alcanzó la mayoría necesaria para formar gobierno, pero irrumpieron en tercer y cuarto lugar dos nuevas formaciones políticas: Podemos y Ciudadanos.

Los corazones mexicanos que latieron más aprisa creen que las dos nuevas organizaciones políticas españolas pueden ser el equivalente a las llamadas candidaturas independientes, producto de la indignación contra los partidos.

Como decía el británico Jack, “vayamos por partes”. La indignación española contra los dos grandes partidos que los han gobernado alternativamente durante cuatro décadas es consecuencia de los drásticos problemas de austeridad impuestos por la crisis económica que estalló hace siete años.

La indignación española es porque la austeridad paró en seco la más prolongada etapa de prosperidad generalizada que han vivido los españoles en toda su historia, prosperidad generalizada que no tuvieron ni cuando eran el gran imperio donde no se ponía el sol.

Mientras los españoles gozaron de los beneficios de su incorporación a la comunidad europea, conseguida por Felipe González, aceptaron la alternancia en el poder que resultó de la elogiada transición política.

Pero empezaron a rechazar el bipartidismo cuando tanto el Partido Socialista Obrero Español como el Partido Popular se vieron forzados a tomar draconianas medidas de austeridad por una crisis que aún hoy todavía amenaza con destruir el Estado de bienestar construido por la socialdemocracia europea.

Eso explica el surgimiento de Podemos y Ciudadanos, dos organizaciones antisistema y los millones de votos recibidos en las elecciones generales.

Son lo nuevo, sí, pero la realidad es implacable. Pronto, como cualquier otro partido en el Parlamento español, tendrá que negociar, tendrá que pactar y enfrentar con realismo el reto de la gobernabilidad.

Es la misma realidad que los pocos “independientes” que llegaron a alguna posición de poder político en México han tenido que enfrentar.

Es posible que por esa razón los corazones mexicanos que se exaltaron por los triunfos de Podemos y Ciudadanos deben calmarse. Más aún, deben evitar extrapolar la realidad española con la mexicana.

Deben dejar de soñar, porque, si son sinceros, sus prédicas a favor del régimen parlamentario en México son solamente la expresión de la gran veta de antipriismo de un sector de las élites mexicanas, aun de las más favorecidas durante el siglo pasado.

Ah, pero esa es una confesión que jamás escucharemos, porque en la política, decía Rex Stout, que es un tonto el político que dice públicamente exactamente lo que piensa.

                                                          jfonseca@cafepolitico.com