“Y África los cambió a todos, haciendo de Livingstone un explorador, de Baker un formidable narrador de historias, de Burton un neurótico vagabundo, de Speke un héroe trágico y de Stanley un conquistador. A la postre, uno por uno cayeron seducidos por el mal de África. Y todos murieron soñando con regresar”.
Javier Reverte
Juan Pablo Aguirre Quezada*
A lo largo de la historia de la humanidad prácticamente todos los pueblos tienen recuerdos de crisis y momentos de violencia. No obstante, cuando el conflicto es una constante no se pueden generar condiciones mínimas para el desarrollo humano, tal como ha sucedido en Somalia en los últimos años.
Este país, también conocido como “el cuerno de África” por su posición geográfica, es un paso obligado del Océano Índico hacia el Mar Rojo, por lo que recibe el tráfico de buques hacia el canal de Suez.
Asimismo, es la nación más oriental del continente y tiene diferentes vínculos con países de oriente medio como Yemen o Arabia Saudita, por lo que su localización en el mundo islámico también es importante.
Sin embargo, estas características han hecho posible la presencia de grupos criminales realizando labores de piratería moderna, con delitos como asaltos a navíos, secuestros o asesinatos.
Tan sólo en 2014, once buques fueron atacados o secuestrados en comparación con 237 registrados en 2011.
La población somalí vive bajo la línea de la pobreza
Somalia tiene muchos de los indicadores de desarrollo social más bajos del mundo, por ejemplo 60% de su población vive por debajo de la línea de pobreza, que, en gran medida fue ocasionada por los conflictos armados con Etiopía en la década de los setentas y ochentas, además de la guerra civil de los noventas y principio de siglo.
En 1987 se registró una crisis económica que perjudicó aún más la calidad de vida de los somalíes. Ejemplo de ello es que de los 10.6 millones de habitantes únicamente cuatro por ciento es mayor de 55 años.
De igual forma, Somalía tiene la tercera tasa de mortalidad infantil más alta del mundo, únicamente por debajo de Afganistán y Malí con un registro de 98.39 decesos de menores de un año por cada mil nacidos vivos en 2015.
Otro dato amargo es que su esperanza de vida al nacer es ligeramente menor a 52 años, una de las siete más bajas del mundo.
En esto es importante señalar que tan sólo uno de cada tres somalíes tiene acceso a agua potable corriente, 23.6% tiene acceso a servicios de salud, con la grave amenaza de las enfermedades comunes en el territorio como el dengue, fiebre, malaria, hepatitis, tifoideas, bacterias, entre otras.
Pese a estas características, en 2015 llegaron a Somalia poco más de tres mil refugiados procedentes de Yemen.
La infancia es la más vulnerable
Uno de los sectores vulnerables en mayor riesgo en Somalia son los niños.
Prácticamente la mitad de la población de 5 a 11 años trabajaban, y la tercera parte tenía bajo peso, situación que colocaban a Somalia en una de las diez naciones a escala mundial con mayor porcentaje en este problema de salud pública.
Si bien diversos organismos internacionales como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) han hechos llamados a la comunidad internacional a fin de solicitar ayuda para evitar más muerte de menores, o reducir en su desplazamiento a países vecinos como Kenia. Debido a la precariedad de la calidad de vida en la población infantil únicamente 11% de los niños en edad escolar asisten a clases, por lo que ir a la escuela es un verdadero lujo para los menores somalís.
Aunado a ello, algunas organizaciones reportan que cuatro de cada diez padecen desnutrición, además de que existen prácticas violatorias a sus derechos, tales como la mutilación genital femenina, los matrimonios infantiles o la existencia de niños soldados en las fuerzas armadas del país.
Esto es posible debido a que Somalia no ha firmado la Convención sobre los Derechos del Niño, lo que hace muy vulnerable a este sector poblacional.
Somalia se suma a la lista de Estados fallidos
Debido a estos indicadores, algunas voces señalan que Somalia es un estado fallido; asimismo, el gobierno ha tenido que combatir diferentes revueltas internas, por lo que le ha sido difícil consolidar un desarrollo humano armónico.
Los energéticos no cubren las necesidades básicas de la población. La agricultura y la ganadería son las dos principales fuentes de empleo, además que gran parte de los ingresos provienen de las remesas enviadas desde países receptores de migrantes somalís.
Este país tiene uno de los productos internos brutos (PIB) per cápita más bajos del mundo, que junto con la República Centroafricana, ocupan los dos últimos lugares al promediar 600 dólares por persona anualmente (En México es aproximadamente de 17 mil 900 y en Qatar-el más alto del mundo- 92 mil 400), pese a que en los últimos años la economía de Somalia registró crecimientos de 2.6% del PIB anual.
Además, este país se distingue por tener un bajo poder adquisitivo, lo que impacta en un bajo nivel de importaciones a escala mundial; no obstante, en los últimos años la balanza comercial ha sido negativa y las exportaciones llegan a representar la mitad de los bienes que proceden del exterior.
Las comunicaciones también son un gran reto para Somalia, ya que únicamente existe una suscripción al servicio telefónico por cada 100 habitantes, pese a que existen 53 teléfonos celulares por cada centenar de somalís.
Menos de 160 mil personas son usuarios de Internet, lo que representa menos de 1.5% de la población, uno de los diez países de África con menos internautas.
Lamentablemente, los recursos militares con los que cuenta Somalia ofrecen indicadores que contrastan con la precariedad en salud, educación, infraestructura o telecomunicaciones. Un 42.45% de la población está en disposición para servicios armados.
Tristemente, aún la paz y el desarrollo están lejos del “cuerno de África”.
*Catedrático del Tec de Monterrey (ITESM).