Se acabó la burbuja de euforia
Dios si perdona, el tiempo no.
Refrán popular
Carlos Alberto Pérez Cuevas
Qué rápido pasa el tiempo y éste no para, ni da oportunidad a nadie, avanza sin miramientos y a su paso deja, para unos, proyectos y acciones concretados y con saldos positivos; y para otros, sólo desolación, desesperación o angustia porque no les alcanzó para lograr sus objetivos; el gobierno del presidente Peña Nieto llegó a la mitad de su vida constitucional, tres años, medio sexenio agotado y medio sexenio por recorrer, y los análisis surgen por todos lados; el gobierno defenderá lo que a su consideración son grandes logros y que hasta la fecha sigue centrado en las reformas constitucionales fruto del Pacto por México.
La realidad política y la percepción de ella cambiaron de manera radical, pues al inicio del sexenio había esperanza en muchos sectores por ver cambios de fondo y vivir una nueva oportunidad de desarrollo con las acciones y la experiencia de los que habían ofertado que sí sabían gobernar, y que el país estaba frente a un momento histórico que, incluso, en muchas partes del mundo reconocían como insólito; y calificaban al presidente como el gran líder visionario que estaba transformando la necia realidad, se habían logrado las grandes reformas que nadie se había atrevido a impulsar y mucho menos había logrado concretar.
Todo ello abarcó prácticamente año y medio y la burbuja de euforia y alegría se pregonaba y presumía por todos los medios posibles, escritos, electrónicos y redes sociales, “el momento mexicano” lo llamaban los analistas dentro y fuera del país, tanto elogio parece que mareó a los funcionarios en el gobierno de la república que por unos momentos creyó encontrar la panacea para los problemas de México; mientras tanto los ciudadanos, un poco con incertidumbre y otro poco con ganas de que ese momento fuera real, y a partir de ahí se lograra el mayor impulso de la economía, del crecimiento y desarrollo humano, de las grandes oportunidades para todos y de la oportunidad de que nuestro país de una vez por todas se proyectara como un referente y ejemplo mundial.
Desafortunadamente la necia realidad y el tiempo pasaron y dejaron a la vista de todos realidades y circunstancias que hoy nos hacen pasar tragos amargos, muy amargos; las reformas no trajeron los frutos inmediatos que todos esperaban, la economía dejó de crecer y, peor aún, se contrajo y retrocedió, no cumplió ni siquiera las expectativas de la autoridad financiera, la inseguridad creció como nunca, aunque con cifras y cifras pretendan demostrar lo contrario, la corrupción según la percepción ciudadana es el signo que marca este ejercicio de gobierno y a muchos de sus funcionarios.
Faltan tres años para que concluya este sexenio, para muchos estamos en la cima del tiempo político y empieza el declive del poder de este gobierno; con la sucesión de 2018 adelantada, vendrán tiempos aún más difíciles.
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