“Si se funde la mitad de la Antártida,

Wall Street, la capital financiera del mundo, quedará sumergida bajo el agua.”

Al Gore

 

Juan Pablo Aguirre Quezada Doctor en Humanidades por la Universidad Latinoamericana.

Juan Pablo Aguirre Quezada
Doctor en Humanidades por la Universidad Latinoamericana.

El temor ante un desastre mundial por el deshielo de los polos es una preocupación latente para diferentes gobiernos, ya que quizás la mitad de la población mundial vive en zonas costeras, por lo que un incremento en el nivel pondría en riesgo a la población, además de contar con grandes pérdidas económicas.

En ese sentido, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) dedicó la reflexión del Día Mundial de 2014 a los pequeños países insulares con el lema “alza tu voz, no el nivel del mar”.

Si bien grandes ciudades están situadas a la orilla del mar como Nueva York, Hong Kong, Bombay, Lagos, Río de Janeiro, San Francisco, Buenos Aires, Barcelona, entre otros; el problema del calentamiento global puede desaparecer países que están situados en islas con elevaciones mínimas, tal como Fiji, Seychelles, Samoa, Tuvalú, Singapur, Bangladesh, entre otros.

En América las Bahamas, costas de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Guyana son las que están en riesgo. En África, Senegal y Gabón podrían tener grandes desafíos.

Además, ante un eventual deshielo por la contaminación puede incrementar el nivel de los ríos y afectar ciudades que no son costeras, como puede ser los ríos de China, Europa o América, principalmente.

En ese sentido, regiones situadas a elevaciones bajo el nivel del mar como Holanda o la histórica Venecia corren un grave riesgo de inundaciones.

El peligro es latente ya que algunos científicos afirman que el promedio de temperatura mundial aumentó un grado durante el siglo XX, por lo que de no controlarse las emisiones contaminantes en combinación con el efecto invernadero podría generar las consecuencias de un deshielo polar.

No obstante, este resultado también es notorio en la reducción de glaciales en las montañas y el incremento de huracanes con altas categorías, por lo que el riesgo es aún mayor.

Todos los continentes son vulnerables ante una eventual crecida del mar; en el caso mexicano ciudades como Veracruz, Cancún, Villahermosa, Tampico, Tijuana, Chetumal, Ciudad del Carmen entre otras regiones tendrían un impacto negativo ante el deshielo de los polos. Es por ello que diferentes instituciones, tanto de gobierno en sus diferentes niveles, o de las organizaciones de la sociedad civil han procurado sumar esfuerzos a fin de que la población realice esfuerzos para evitar el uso masivo de hidrocarburos que impacten negativamente el medio ambiente, y se concientice de un consumo inteligente.

El tema de una inundación catastrófica mundial por los deshielos de los polos ha sido un rubro recurrente en las producciones cinematográficas, lo que ha generado temores o reflexiones por parte de la población en general. Películas como El día después de mañana (2004), Una verdad incomoda (con el ex Vicepresidente Al Gore, 2006) refieren sobre interpretaciones acerca de cómo afectaría el deshielo a la civilización tal cual lo conocemos.

Tal vez en ocasiones demasiado drástica o en otras en un tono reflexivo, a veces aceptada por la audiencia o criticada por diferentes voces, estos largometrajes han fortalecido el debate sobre el calentamiento global, la forma de evitar su propagación o los cambios en la cultura social. Existen voces que consideran a estas interpretaciones demasiado desmedidas, aunque también están quienes definen que es posible un escenario así, con otras informaciones como la desaparición de glaciales o la extensión de la capa de nieve en el océano ártico o la Antártida.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la suma de esfuerzos para evitar el calentamiento global puede reducir en 50% las emisiones para 2050, y con ello, evitar una elevación del promedio de la temperatura en dos grados centígrados, lo que en consecuencia evitaría daños irreversibles al planeta.

Entre los datos alarmantes que ofrece el organismo es que la extensión del Ártico se redujo 2.7% cada diez años en las últimas décadas, además de no descartar un aumento de un metro en el nivel del mar en el año 2100 si las capas de hielo situadas en los polos y de Groenlandia continúan derritiéndose como últimamente ha sucedido.

En respuesta a estos riesgos, se puso en marcha el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) a fin de observar y medir los cambios producido por las emisiones de contaminantes, además de alertar sobre una crisis por estas causas. Debido a que este problema afectaría de diferente forma a todos los países,  la ONU considera dos posibles soluciones: reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a fin de mitigar el daño, y el uso de sistemas que permitan la adaptación a las nuevas realidades por mayores temperaturas.

Debido a que aún no se generaliza el uso de energías limpias como la solar o la eólica, gran parte de la demanda energética mundial será abastecida con hidrocarburos derivados del petróleo o el gas natural, por lo que es una amenaza para la preservación del equilibrio climático. Además, la deforestación de bosques o la destrucción de manglares contribuyen al deterioro ambiental.

La imagen que ejemplifica esta realidad es la del oso polar luchando por su subsistencia en pequeños fragmentos de hielo, por lo que la humanidad está a tiempo de detener un daño irreversible.

*Doctor en Humanidades por la Universidad Latinoamericana.