Entrevista Ery Cámara | Curador | Exclusiva Siempre!

La figura humana es encarnada en barro, bronce, resinas y madera, con una originalidad deslumbrante que constituye un léxico irreductible a las formas o al estilo. Estos cuerpos trabajados que atraen enigmas, tentaciones y hondas reflexiones intelectuales pero que se resisten a clasificaciones o atribuciones precipitadas son la inspiración del artista michoacano Javier Marín (1962), quien con una determinación consciente transgrede las proporciones, los acabados y los cánones que lo ligan a alguna escuela a pesar de que comparta con el pasado o el presente referencias ineludibles.

Tras tres décadas de trabajo, Javier Marín ha prescindido de cualquier intento de representar o imitar, por el simple hecho de lograr obras en las que se asome la belleza de lo imperfecto, así lo señaló en entrevista exclusiva para Siempre! Ery Cámara, coordinador de exposiciones y curador de la muestra Javier Marín. Corpus, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Cámara explicó que Marín retoma en cada una de las piezas el concepto del proceso como eje discursivo. Desde esa aproximación, la exposición invita al espectador a detener la mirada no sólo en la obra terminada, sino en los pasos intermedios entre la concepción y la realización de la misma; aspectos que delatan la técnica, la utilización de distintos materiales y, sobre todo, la idea del artista. Las características intrínsecas de una obra que la hacen única.

 

Belleza de lo imperfecto

Platíquenos un poco del creador de estas obras; ¿quién es Javier Marín?

Javier Marín es un artista mexicano, contemporáneo, con una trayectoria de 30 años, de la cual el Antiguo Colegio de San Ildefonso tiene la oportunidad de revisar las dos ultimas décadas de su producción artística.

Javier se distingue por ser un escultor que toma como motivo la figura humana y la trabaja en un estilo muy original, que se percibe en lo que seleccionamos para esta exposición, tanto en su trabajo en bronce, resina, madera y cera. Por ejemplo, tenemos piezas de cera que nos muestran un oficio adquirido a lo largo de todos estos años, pero también una perseverancia que lo ha llevado a dominar técnicas que vemos reflejadas en la diversidad que estamos exponiendo.

Por el otro lado vemos conceptos, cómo son sus procesos de gestación y cómo la colaboración participativa de todos los que están alrededor de Javier se registra como un testimonio.

Así queremos distinguir el estilo de Javier, en una forma de trabajo que es precisamente lo que él llama belleza de lo imperfecto, un largo camino donde hay procesos controlados y otros no controlados. El equilibrio entre esos dos es lo que al fin da a la obra una historia propia, características propias que son testimoniales de su gestación.

Creo que habría que conocer a Javier Marín, invitar al publico a ver su proyecto de Corpus Terra, que abarca tres sedes para entender cómo el trabajo del barro adquiere esta maestría que nos revela tanto en el bronce como en la resina, en todas las combinaciones que hace con materiales orgánicos e inorgánicos.

¿De qué trata la muestra Javier Marín. Corpus?

La muestra reúne una cuidadosa selección de 48 piezas, producidas de 1998 a 2015. En ese sentido es un dialogo entre los espacios abiertos y los cerrados del Antiguo Colegio de San Ildefonso. La colección incluye desde una miniatura que se titula “El más pequeño” hasta una obra monumental de 6 metros de alto, en madera, titulada “Mujer (2015)”, que es una de las ultimas obras de Javier hecha mediante una colaboración bastante sofisticada, porque hace primero la partes de la obra, después elabora un robot que ensambla la madera, y finalmente terminan la obra algunos artesanos del sur de Italia.

Se habla de que la muestra destaca el “proceso” de la realización de las obras, siendo éste el elemento principal para su autor. ¿Por qué el uso de sal, de carne quemada, tabaco, en su obra?

Definitivamente el proceso es el eje discursivo más importante para el artista michoacano; y lo es porque ver la obra terminada es ver el final de un proceso cuya complejidad no se puede entender. En ese caso, todas las obras de Javier salen de su inspiración, es decir, el escultor trabaja sin un modelo vivo, sin un modelo como lo llevaría la Academia; es más bien una reflexión en torno a la condición humana, a la historia de la humanidad.

Para Javier la escultura sirve como medio de expresión para revisar esa historia, y en ese sentido creo que el aspecto procesal es significativo ya que lo vemos siempre en el acabado de la escultura no como un acabado programado, predeterminado, sino algo que naturalmente se revela como parte de un proceso, y ahí esta el testimonio, tanto de la mano del artista, como el testimonio de la intervención de sus colaboradores que no pretenden ser artistas, sino participar en el proceso creativo de un artista.

La obras que el artista presenta en esta muestra reinterpretan la figura humana, ¿cuál es su concepción?

Para Javier es esencial el discurso estético, porque la figura humana la encarna en cada uno de los materiales que utiliza para sus obras con una originalidad maravillosa. Su anatomía intervenida aglutina y dilata singularmente la energía incontenible que libera su elocuencia. En consecuencia, las obras de Javier se prestan para muchas interpretaciones, y es natural que una obra de arte sea como una puerta abierta; que todas las interpretaciones pueden ser bienvenidas, siempre y cuando partan de una objetividad.

Ahora el mismo Javier explica: “yo siempre que estoy haciendo escultura pienso dar el 50 por ciento, y el otro 50 por ciento lo va a completar el público, o el crítico que esta escribiendo sobre mi obra o alguien más, pero yo doy sólo una porción, como si diera una semilla y la semilla empieza a germinar al contacto con el público, y la escultura empieza a desprender su vida a partir de ahí”. Por ello, todas las interpretaciones, las connotaciones que pueden derivar de la mirada son bienvenidas, porque le agregan un relato a la pieza.

¿Por qué fue seleccionado San Ildefonso para hospedar el arte de Javier Marín? Platíquenos sobre el desarrollo de la instalación de las obra en el recinto.

En 2013, Javier se acercó al museo pensando en un proyecto, por lo que empezamos a colaborar para ver la curaduría de la exposición y obviamente esa colaboración fue importante porque a raíz de esa entrevista conocí más sobre la obra de Marín. Fui previamente a visitar su taller, y teniendo conversaciones con él, de cómo iba a relacionarse con San Ildefonso, nacieron 25 obras que no se habían visto en México y que se presentan en San Ildefonso. Son piezas exclusivas hechas para la exposición de San Ildefonso, que Javier estuvo pensando a lo largo del proceso de la curaduría.

Entonces realmente hay un diálogo entre el escultor y la arquitectura civil barroca novohispana del recinto, incluso hay reminiscencias en algunas de las obras de Javier y eso se puede advertir a lo largo del recorrido de la exposición, no puede ser él mexicano sin tener esa naturaleza barroca y eso se refleja obviamente en su concepción. La exposición muestra un balance para apreciar la obra de Marín y a la vez permite preguntarnos hacia dónde va a ir Javier después de esta exposición.

 

Propuesta transgresora

¿Cuál es la finalidad de presentar en estos momentos la producción creativa de Marín, no sólo con la exposición Corpus en San Ildefonso, sino también con la muestra Terra. La materia como idea en el Palacio de Iturbide, y con la instalación de tres piezas en la esquina del Sagrario Metropolitano (construcción anexa a la Catedral Metropolitana)?

La primera parte de la exposición de Javier habla del barro —Terra. La materia como idea—, que es precisamente ese trabajo con el que inició esta trayectoria. En Terra se instalaron piezas pequeñas donde el artista trabajó solito en su taller. Él mismo cuenta que a veces le valía hacer ene veces la misma pieza para dominar la técnica, y posteriormente liberarse, es decir no cuidaba realmente aspectos técnicos, más bien se dedicaba totalmente a la creatividad, a la creación de piezas, a las asociaciones de recursos o a la combinación de materiales.

Entonces, dominando su técnica —que se puede advertir en esta colección de barro—, podemos ver después la escultura de Javier en el espacio publico, en la Plaza Seminario, que es realmente fascinante ver cómo los niños y adultos se apropian de la escultura, entrando por todos los orificios, subiéndose en ella, haciéndola algo familiar.

En cuanto a San Ildefonso tenemos todas esas experiencias reunidas, que es el equilibrio que Javier ganó en su primera etapa trabajando en barro, así como su naturaleza experimental que busca redefinir tanto su oficio de escultor y sus temáticas, que la escultura puede abarcar. En ese sentido es una exposición muy rica en estímulos, en diversidad de escalas, pero sobre todo en el diálogo que las esculturas establecen con el espacio exterior e interior.

Me parece que es muy transgresora la propuesta museográfica que se ha planteado para esta exposición, para ver otra dimensión en la obra de Javier, para reconsiderar cuál es realmente la importancia de Javier en la escultura contemporánea, sobre todo con el atrevimiento de trabajar la figuración cuando mucha gente piensa en otras formas o en otros recursos contemporáneos, como puede ser la fotografía. Javier se mantiene mucho más fiel a la escultura y a la figura humana, para decir: “aquí encuentro una riqueza que nos pertenece a todos”.

¿Qué desean aportar en el espectador después de recorrer la muestra?

Como dice Javier: “no quiero un visitante prejuiciado, quiero un visitante que venga naturalmente, que se enfrente a la escultura”, y el diálogo que nace en ese momento de esta experiencia estética; lo que ofrece tanto escultura como a la persona visitante una experiencia grata. Me parece muy importante que la gente efectivamente pueda dar el recorrido y, creyendo en su intuición, en su sensibilidad, en sus emociones, entable un diálogo directo con las piezas antes de leer cualquier cosa; y, posteriormente, si quiere, puede complementar esta experiencia con la lectura. Pero lo primero es, ante esta figura muda, pero muy elocuente y expresiva, qué es lo que percibo; una experiencia que permitirá al público, no sólo apreciar una obra muy bien lograda, sino también conocer el valor creativo que tiene Javier Marín como artista contemporáneo.