No puedo decir que no tengo dificultades en la vida. Pero por lo menos no tengo que llevar ganado a través de las praderas de Wisconsin, como los antiguos vaqueros. Aparentemente, sólo hay que seguir las reses a lo largo de interminable planicies y valles. Pero siempre hay indios al acecho, dando vueltas esperando el momento para atacar la comitiva y robar las mejores cabezas de ganado. En ocasiones, esperan la oscuridad de la noche para acercarse a rastras por entre la maleza, como ocurrió cierta noche. Sólo que en esa ocasión, cayó un rayo que agitó a la reses, las cuales comenzaron a correr desesperadamente en todos los sentidos. Al otro día, de los indios sólo quedaba una especie de puré de carne cruda por entre la hierba. Imposible reconocer uno solo. O estaba el inconveniente de los salteadores, los criminales que deambulaban por las praderas intentando robar asimismo el ganado. Sólo que ellos conocían a la perfección las inmensidades y vivían en guaridas de donde sólo salían para causar terror en las poblaciones, todavía pequeñas, pero pronto cambiará todo, pues sólo son “una avanzada del progreso”. El auge de ese mundo trae su propia destrucción, la necesidad de transportar, de agilizar el comercio, la velocidad que llegó sobre las vías del tren. Las manadas innumerables de bisontes pronto serán sólo un recuerdo, y el Viejo Oeste se irá convirtiendo en una especie de mundo mítico, sobre todo por las series y el cine. Pero en realidad, ¿qué sabía yo? Ni siquiera me interesaban demasiado esas películas. El editor de este libro se ha dejado fascinar por ese mundo, y eligió tres textos autobiográficos de aquella lejana época. Desafortunadamente, no heredó de sus ídolos la capacidad de seducción y los antecede de un prólogo de muy dudoso humor. El sheriff que logró aniquilar al legendario Billy The Kid, Pat Garret, parece tener como principal intención ungirse de un poco de la fama de su ilustre presa. Y Calamity Jane, a pesar de su atractivo nombre, sólo pudo escribir una insulsa autobiografía. Tuvo más suerte como atracción en el show del Salvaje Oeste que dirigía Buffalo Bill. Pero Deadwood Dick es distinto, único vaquero negro, delicioso narrador, envanecido con su vida y con sus experiencias. Cuando el Viejo Oeste murió sepultado por los tranvías, entró a trabajar en la empresa Pullman. Incluso podremos ver pasar a Mr. Pullman por estas páginas. Es cierto, ya no habrá bisontes ni indios, ni emocionantes caravanas. Pero habrá comodidades, vagones-cama, la idea más extraordinaria de cuantas ideas han salido del lugar de donde salen las ideas, como nos informará Deadwood Dick. Una amable narración sobre Mr. Pullman, uno de los grandes represores obreros de los Estados Unidos. Le hizo una ciudad a sus empleados y los trató como ganado, al grado de que, como se lee en la página del Museo Pullman, los obreros declararon: “Nacimos en una casa Pullman, comemos de las tiendas Pullman, aprendemos en la escuela Pullman, estudiamos catecismo en la iglesia Pullman y, cuando morimos, nos vamos al infierno Pullman.” Qué desilusión por este vaquero que teniendo tan a mano a Mr. Pullman, haya dedicado sus mejores tiros a los pacíficos bisontes de las planicies de Wisconsin.

Pat Garret, Calamity Jane y Deadwood Dick. La mano del muerto. El ocaso del Salvaje Oeste según Pat Garret, Calamity Jane y Deadwood Dick, ed. y trad. Javier Lucini. Madrid, A. Machado Libros, 2012. (A. Machado Libros, 25)