BERNARDO GONZÁLEZ SOLANO
Si no fuera porque los comicios presidenciales de Estados Unidos de América (EUA) tienen tantas repercusiones políticas y económicas en el planeta, el aparato que se monta a su alrededor podría calificarse como un gran show circense, que serviría de inspiración para una más de sus acostumbradas series de televisión que tanto gustan dentro y fuera de su país, o para rodar otro de tantos filmes que tienen como centro lo que sucede dentro de la histórica Casa Blanca en Washington. Lo cierto es que la realidad de la democracia de EUA tiene muchos otros aspectos y aristas. La lucha por el poder en la patria del Tío Sam es muy complicada, descarnada y cara. La que está en curso desde hace varios meses así lo demuestra.
Con el inconveniente, además, según un sondeo de la prestigiosa revista Esquire, que el 50% de los vecinos del norte están más enojados que hace un año y que el grupo étnico más enfadado es el de los blancos. Y, lo que es peor (para ellos), EUA ya no es la potencia mundial que fue y sus propias vidas “no han sido como esperaban” (como dice la popular canción sudamericana) y “su sueño americano” (“the american dream”, término creado en 1931 por el historiador James Truslow Adams en su libro La épica de América) ha muerto, dijera el ex presidente Bill Clinton, tal y como lo contó la propia Hillary Clinton en una reciente reunión popular en Iowa: “La gente siente que el sueño americano se les está escapando y están muriendo de tristeza”.
Como no hay plazo que no se cumpla, el de la próxima elección del sucesor de Barack Hussein Obama empezará a correr a partir del lunes 1 de febrero cuando en el estado de Iowa se inicie el baile con los caucus (las asambleas vecinales) en donde los estadounidenses inician su complicado proceso electoral que desembocará el 8 de noviembre cuando depositan sus votos en todo el país. El 20 de enero de 2017 asumirá la presidencia el nuevo mandatario de EUA.
Al momento de escribir esta columna todavía eran 15 precandidatos en liza: 12 republicanos y tres demócratas. Todavía podía agregarse uno más, este en calidad de independiente: Michael Blomberg, de 73 años de edad, ex alcalde de Nueva York, empresario multimillonario que motivado por los excesos oratorios de Donald John Trump –que ha estado a la cabeza de las encuestas por el Partido Republicano– manifestó su propósito de participar en la contienda como independiente aunque bien sabe que nunca ha ganado un tercer partido en EUA. El potentado Bloomberg ha navegado en las aguas republicanas y en las demócratas así como independiente. Incluso comentó que podía gastar 1,000 millones de dólares en su campaña lo que le convertiría en un fuerte competidor con Donald Trump que ha presumido que tiene el suficiente capital para ganar en estos comicios que según los analistas serán los más caros de la historia.
Los republicanos participantes suman 12, aunque los más relevantes, hasta el momento son cuatro: Donald J.Trump, de 69 años de edad, el soberbio y lenguaraz empresario e inversor que ha descollado en los negocios inmobiliarios. Sin duda, la estrategia del showman Donald Trump ha roto los tradicionales métodos de las campañas presidenciales con sus declaraciones demagógicas, misóginas y xenófobas, como su propuesta de impedir que los musulmanes entren en territorio estadounidense o su acusación de que los mexicanos que llegan a la Unión son “drogadictos y violadores”. Poco antes de que se inicien las primarias y los caucus, el magnate volvió a alborotar la gallera con otra de sus barbaridades: “Tengo a la gente más leal, ¿alguna vez habían visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida (obvio de Nueva York, ciudad donde nació) y disparar a la gente y no perdería votantes”, declaró el domingo 24 en Sioux Center, Iowa, donde empezará formalmente el proceso electoral. En ninguna parte del mundo un precandidato presidencial podría hacer declaración semejante y continuar en la contienda. En EUA si se puede. Por cierto, en ese estado del Medio Oeste, granero de EUA, lugar predominantemente blanco y rural, que no representa la diversidad del resto del país, Trump tiene un 28.7% de apoyo en las encuestas y le sigue, muy de cerca, con un 26.2%, el senador por Texas, Ted cruz, de 45 años de edad, descendiente de exiliados cubanos.
Los otros dos republicanos que sobresalen son el senador por Florida, Marco Rubio, de 44 años, también hijo de exiliados cubanos, que cuenta con el 11.8% de apoyos. Y, con 9.0%, Ben Carson, de 64 años, neurocirujano retirado, escritor y comentarista político.
Por el bando demócrata hay tres precandidatos: la puntera, Hillary Clinton, de 68 años, ex primera dama, ex senadora por Nueva York, y ex Secretaria de Estado con el presidente Barack Obama, con quien compitió para ser nominada como candidata presidencial y perdió aunque en las primeras encuestas era la preferida. En esta ocasión, casi siempre ha estado a la cabeza en las encuestas, en el momento de escribir esta crónica contaba con el 51.0%. Bernie Sanders, de 74 años, senador por Vermont, cuyas propuestas están a la izquierda del Partido Demócrata, cuenta con el 38.3% y, el gobernador de Maryland y ex alcalde de Baltimore, Martín O´Malley, de 58 años, con el 2.3%.
Esta es la caballada que tienen enfrente los estadounidenses para elegir al sucesor de Obama. Por los demócratas Hillary Clinton se ha mantenido al frente, aunque no signifique que tenga asegurada la nominación, pero hasta ahora sigue siendo la “favorita clara”. Si la esposa de Bill Clinton perdiera el martes 1 en Iowa y el 9 en New Hampshire frente al senador Sanders que atrae al votante demócrata por su mensaje contrario a Wall Street, sus esperanzas de triunfo se reducirían notablemente y la historia podría repetirse como cuando perdió frente a Obama aunque era la preferida.
John Sides, profesor asociado de ciencias políticas en la Universidad George Washington y coautor del libro The Gamble (La apuesta), aclara que la señora Clinton ya no tiene segura la postulación de su partido, y que “con los republicanos no me atrevería a hacer predicciones. Las cosas son demasiado cambiantes”. Y Marc Bassets, enviado del periódico madrileño El País para cubrir el inicio de las primarias estadounidenses, en su artículo “El fenómeno Trump y las dudas sobre Clinton marcan las primarias de EEUU”, precisa: “En estado de conmoción, el establishment del Grand Old Party (el Republicano, que se identifica con un elefante), constata cómo sus candidatos más convencionales y experimentados, como Jeb Bush, quedan descolgados en los sondeos, y cómo dos heterodoxos como Trump y el senador por Texas Ted Cruz se disputan la victoria”.
El baile electoral estadounidense no se decide ni en Iowa ni en New Hampshire. El largo y complicado proceso –de caucus y primarias– que se alarga hasta el mes de junio culmina en julio cuando las convenciones de ambos partidos, primero la republicana del 18 al 21 y después la demócrata, del 25 al 28, proclaman oficialmente a sus respectivos abanderados. Sucede que en estas dos pequeñas entidades –con 3.1 millones de habitantes la primera y con 1.3 millones la segunda– el cedazo empieza a escoger a los aspirantes con posibilidades de ser nominados y elimina a los más débiles.
Es en este periodo cuando revive la “democracia americana”. En casi medio año los ciudadanos afiliados a uno u otro partido eligen, estado por estado, a miles de delegados. Millones de votantes hacen valer su decisión al tiempo que el aparato gasta millones de dólares. Para el lunes 1 de febrero los aspirantes a suceder a Obama ya llevan medio año de campaña y todavía les faltan nueve meses para recorrer todo el país, durmiendo en hoteles a borde de carretera, acudir a miles y miles de humildes cafés, convivir con choferes de trailers, de empleados, de parroquianos en todo tipo de Iglesias, clubes, escuelas, mercados, casas particulares. Todo es poco en aras de llegar a la Casa Blanca y convertirse en comandante en jefe, en el político más conocido del mundo.
En este abigarrado mundo, se desarrolla una campaña intensa y directa –lo que hace recordar el famoso libro La democracia en América del francés Alexis de Tocqueville, el análisis clásico sobre la democracia representativa republicana–, una democracia en la base que garantiza que quien llegue a la residencia presidencial en Washington habrá hablado con miles y miles de estadounidenses –incluyendo hasta los que todavía no pueden votar–, y habrá escuchado sus quejas y sus inquietudes. Por eso la democracia de EUA sobrevive aunque hay analistas que sugieren que ya debe cambiar muchas de sus reglas porque el tiempo las ha envejecido.
Por su propia movilidad, falta mucho para conocer quiénes serán los candidatos que se enfrentarán en las urnas el 8 de noviembre. Aunque las encuestas indiquen en estos momentos que fulano o fulana van a la cabeza, todavía tiene que pasar mucha agua bajo los puentes. Al final de cuentas, subsiste la conseja que dice: “el pueblo no se equivoca”. Puede ser. Ojalá los electores estadounidenses acierten, por bien de EUA, de México y de todo el mundo. En la noche del 8 de noviembre se sabrá la verdad. VALE.
