INE, incapaz de evitar el cochinero

 

No hay mejor escuela que la vida y en Colima acaba de darle una inolvidable lección a Ricardo Anaya, el dirigente del PAN, partido que por segunda vez se empeñó en llevar de candidato a un individuo ajeno por completo a los valores de Acción Nacional, pero que, eso sí, durante meses estuvo arriba en las encuestas.

Jorge Luis Preciado goza en Colima de popularidad, quizá porque es el típico macho con varias amantes, tal vez porque es un empresario más o menos exitoso, dueño de una cadena de hoteles de paso, aunque en ambos casos sorprende que fuera aceptado por el panismo, que en defensa de la familia ha llegado a extremos que se tocan con el fascismo.

Además de lo anterior, a Preciado le grabaron y difundieron una charla telefónica en la cual recomendaba el aborto a una de sus queridas, presuntamente embarazada. Otros deslices del candidato del PAN, que si bien pertenecen a su vida privada, como era de esperarse, fueron ilegalmente grabados y alegremente dados a conocer para dejar en evidencia su falta de reciedumbre moral y su traición a los principios panistas que acepta como suyos buena parte de la sociedad.

Otra lección que ha recibido Ricardo Anaya es algo que los políticos de generaciones anteriores sabían muy bien: siempre que hay reposición de un proceso electoral, el partido que saca mayores ventajas es el PRI, que recurre en mayor medida a sus conocidas marrullerías y que afina sus métodos para evitar sanciones. Esta vez lo hizo con más delicadeza, pero con la misma impresionante eficacia, como que Manlio Fabio Beltrones, en persona, estuvo al frente de la campaña.

Por supuesto, los panistas no se chupan el dedo en cuanto a triquiñuelas. Por ejemplo, dos operadores del PRI en la primera elección, Hugo Vergara y Carlos Miguel González, traicionaron ese partido, pues días antes de la elección de junio desaparecieron con todo y las listas de eventuales votantes priistas y, sobre todo, de representantes de casilla, lo que, según acusan los priistas, sirvió a los azules para sabotear la organización de sus adversarios.

No fue ése el único recurso ilegítimo de los panistas, lo que resulta explicable porque los comicios mexicanos, desde siempre, se han caracterizado por su fétido olor y los partidos han de aceptar el viejo dictum que reza: “el que no tranza no avanza”, y ahí van todos en tropel, atropellando la normatividad y jugándole las contras a la voluntad ciudadana y a la decencia política, si que existe algo así.

La reposición del proceso le costó a los contribuyentes algo así como 36 millones de pesos, un gasto enorme que deberían pagar los partidos tramposos, pero que seguramente serán cargados a la cuenta de los ciudadanos. Y algo más: otra vez el INE se vio incapaz de evitar el cochinero, y todavía le faltan 13 elecciones estatales en este año. ¿En todas va a ser lo mismo?