Carlos A. Flores Hernández
Un sentimiento asola las principales capitales europeas luego del sacudimiento de los atentados terroristas en la ciudad luz: la paranoia. La pregunta ya no es “¿cómo pudo ser esto posible?”, sino “¿podría pasar aquí?”
Lo que nos deja 2015 es comprobar que las verdaderas damnificadas de toda esta locura son las libertades fundamentales, esas monedas de cambio que siempre padecen cuando ocurren estos sucesos.
Porque vendrá un estado de emergencia que no dilatará en cercenar las libertades básicas de los ciudadanos, tal como Francia lo experimenta ya a nivel constitucional, o como el derivado de la “Patriotic Act” que se concedió EEUU luego de los atentados de 2001.
Otro de los principales afectados será el flujo migratorio que, como río humano, ha desbordado las principales capitales europeas y que ha concitado poderosos adherentes ―entre su clase política― para hacerle frente desde “la rica Europa”.
Emergerá, como nunca, el alarido xenofóbico que buscará estigmatizar a los otros, los que llegaron en busca de cobijo y que pasarán a engrosar las hileras de sospechosos comunes.
A las venganzas tribales en el nombre de un dios sanguinario, seguirá no sólo el enfrentamiento bélico (o el intento de hacerlo) para aplastar los focos purulentos de radicalismo delirante en Siria, Líbano, Irak, sino también para reivindicar el poderío militar establecido.
Pero nada de esto podrá deshacer el sentimiento de fragilidad de la población civil: “¿podría esta matanza pasar aquí?”, como una suerte de “¿seremos los siguientes protagonistas de una matanza sincronizada?”
La promesa de Francois Hollande, presidente de Francia y Barack Obama, presidente de Estados Unidos de exterminar a una de las muchas cabezas de esta hidra extremista, como la encabezada por ISIS, se topará con tres obstáculos.
El primero deriva de que son escasos los avances para contener el comercio doméstico de armamento, pues si no, ¿de dónde obtuvieron rifles de asalto AK 47 los perpetradores de la masacre?
El segundo es que no se ha visto reflejado en la realidad el esfuerzo por anular el flujo de dinero que legal o ilegalmente financia las actividades terroristas. Millones de dólares son los que fluyen todos los días a las arcas de los yihadistas por la venta de petróleo.
Por último, la Internet seguirá jugando un papel clave en la tarea de reclutamiento de jóvenes ansiosos por buscar su papel histórico al lado del terrorismo. En tres lustros el terrorismo ha logrado que sean sus propios ciudadanos los que castiguen con brutalidad a las grandes capitales europeas, como París o Londres.
Es pues momento de contemplar la continuación de una “rutina normal” en medio de la amenaza de más atentados contra la población civil. Esa que parecía estar a salvo y que ya no lo estará más, por más discursos que se elaboren para vendernos esa idea.
La verdadera victoria de los terroristas es precisamente sembrar el miedo, no lo olvidemos.
@CarlosAFlores