General y presidente Porfirio Díaz
Porfirio Díaz es uno de los personajes más importantes e influyentes en dos tercios del siglo XIX y los primeros tres lustros del siglo XX en nuestra historia; y desde un horizonte más amplio es una presencia en nuestra historia, aun, un siglo después de su fallecimiento. Originario de Oaxaca, nació el 15 de septiembre de 1830 en la antigua provincia de Antequera y murió en el exilio, en París, el 2 de julio de 1915.
El fin
En su cronología Porfirio Díaz y el Porfiriato, Pedro Serrano Álvarez recupera una voz que recordó: “A media mañana del 2 de julio la palabra se le fue acabando y el pensamiento haciéndosele más y más incoherente. Se complació oyendo hablar de México: hizo que le dijeran que pronto se arreglarían allá todas las cosas, que todo iría bien (…) Estuvo un poco con los ojos entreabiertos e inexpresivos conforme la vida se le acababa. Cuando la luz del día está por desaparecer, el General perdió el conocimiento, e instantes más tarde, murió”.
Cuatro días después se realizaron los funerales en el templo de Saint Honoré d’Eylau, asentado en la Plaza Víctor Hugo; a la ceremonia llegaron personajes que acompañaron a Díaz en su aislamiento, por ejemplo, Francisco León de la Barra, Sebastián Mier, José Vega Limón, y Guillermo Landa y Escandón. Fue notoria la ausencia de José Yves Limantour, uno de sus colaboradores más influyentes en el régimen de Díaz.
(Mala) distribución de la riqueza
En Empresario y dictador. Los negocios de Porfirio Díaz, Jorge H. Jiménez, historiador que ha escrito —entre otros temas— sobre la historia y arquitectura de la ciudad de México, expone cómo con Díaz al proponerse un proyecto de nación, el país alcanzó estabilidad, descrita por la historiografía, luego de guerras de intervención, la insalvable pérdida del territorio nacional, explotación y saqueo indiscriminados de los recursos naturales. Eta idea ha sido parte que fortaleció su poder (“poca política, mucha administración”), cambió constantemente las legislaciones para obtener recursos financieros extranjeros y llevar a la sobreexplotación de recursos naturales y humanos; estimuló el comercio exterior y la transportación masiva de materias primas y productos. A este proceso, que abarcó los negocios personales, la centralización del poder, se le denominó modernización.
El Porfiriato fortaleció el fenómeno ahora tan cotidiano como insalvable: la distribución de la riqueza que a su vez —en beneficio y la “inmaculación” de las élites— el clasismo en nuestro país establece, aun hostilidad entre personas de un mismo origen territorial y gremial. La corrupción, entonces se institucionalizó; por supuesto expresiones y procesos tan sofisticados como la “rendición de cuentas”, que por desgracia, en rigor, son parte de trámites institucionales y parte del la imagen y los afeites de las políticas públicas.
Esta investigación nos permite ver a Díaz como el creador del capitalismo moderno mexicano que elevó a empresarios bajo la égida del poder político; favoreció las visitas de políticos y empresarios estadounidenses (1879-1883) cuyo propósito era situar y sondear potenciales de negocios en nuestro país (denominadas por The New York Times, “invasiones pacíficas”), de ese modo el dictador mexicano se vinculó con militares estadounidenses influyentes que fungieron como empresarios y que querían las concesiones para ferrocarriles.
El “espíritu de empresa” de Díaz se desplegó para proyectos magnos como la construcción del sistema de desagüe de la ciudad y el Valle de México. La imagen de Díaz ante la comunidad internacional, que no era caudillo como Santa Anna, ni miembro de la clase política como Juárez o Lerdo de Tejada, “sino un miembro de la clase empresarial, o sea, la naciente burguesía mexicana”, observa Jorge H. Jiménez. Esta élite —que el propio Díaz llamó “gente educada”— apoyada desde el mismo gobierno iban a gestar y lograr la transformación del país; a ellos entregó su confianza y los recursos materiales del país.
Jorge H. Jiménez refiere en la historiografía sobre el Porfiriato a estudiosos como Andrés Molina Enríquez y, sobre todo, Daniel Cosío Villegas, aunque precisa que en ellos están ausentes las denominaciones “industrial” y “empresario”; no consideran a Díaz creador de la clase empresarial moderna, sino “el gran negociador y árbitro social”.
A partir de 1990, la historiografía enfatizó más el análisis económico, la industria del capital, la transportación masiva en ferrocarril y el establecimiento del sistema bancario. Si se ha estudiado la intervención de Díaz en los negocios del gobierno con las élites, dentro y fuera del país, ahora, Jorge H. Jiménez, analiza su influencia, paralela a centralización y fortalecimiento del control de poder de la presidencia.
Haz obras…
Un tema central en esta investigación es la fusión de dos grandes obras —el primer gran proyecto del empresario Díaz—: la construcción del desagüe de la ciudad de México y construcción de una planta eléctrica; el Presidente logró que el Congreso permitiera que avalado en su cargo decidiera sobre acciones de consecuencias nacionales sobre el manejo de las aguas. Es curioso que hoy en día la presencia del gobierno en la utilización del agua para beneficiar a la industria privada es un tema ingente y preocupante. También es la descripción, en otro apartado, de la labor de Díaz como fundador y gestor de la fundación de los bancos más importantes en México, en cuyas leyes privilegia a sus hijos, socios y administradores, aun, él mismo.
Otras rubros en los que intervino Díaz como empresario fue la conformación de empresas mineras en las que se benefició personalmente; por ejemplo, la posesión de una mina de oro determinó el cambio monetario mexicano, con la adopción del patrón oro en México, lo cual, provocó en 1905 que los salarios cayeran y la moneda se devaluara un 50%.
Empresario y dictador nos deja ver a Díaz como el patriarca de una dinastía empresarial.
“Díaz y la élite se apoderaron de cada estado, región y localidad para explotar los recursos del país y a sus ciudadanos sin pensar que ese proyecto modernizador tenía límite”.
La economía mexicana se paralizó debido a la crisis internacional y la reducción del capital extranjero, y en plena celebración del Centenario de la Independencia, sobrevino un hecho previsible la rebelión social que dio lugar al movimiento armado.
La actualidad de esta investigación es su gran pertinencia ante la vida socioeconómica del México del siglo XXI. “Detrás de los estados autoritarios y las llamadas modernizaciones de ayer y hoy —señala Jorge H. Jiménez— se ocultan, y no del todo, grandes conflictos de interés y corrupción, así como una entrega de recursos nacionales a manos extranjeras con la mínima retribución a cambio. No han faltado quienes preservaron en revivir la modernidad porfiriana como modelo para el presente y consideran cualquier movimiento en contra como una resistencia anacrónica al cambio”.
Jorge H. Jiménez, Empresario y dictador.
Los negocios de Porfirio Díaz. (1876-1911), México, Editorial RM, 2015.