Entrevista a Marcos Chávez | Analista económico | Exclusiva Siempre!
Irma Ortiz
El miércoles pasado, en lo que se considera una jornada de pesadilla, el peso mexicano respecto de su cotización con el dólar cerró en 18.90 pesos, y al día siguiente ya estaba en más de 19 pesos. Las cifras encendieron las alarmas y obligaron al presidente Enrique Peña Nieto —en Doha, Qatar— a señalar que la depreciación del peso frente al dólar “simplemente amortigua” la volatilidad que hay en el mundo.
Aseveró que la paridad de nuestra moneda con respecto al dólar no se debe al desempeño de nuestra economía “más bien, mucho deriva de lo que está pasando en el mundo entero, en el entorno financiero”.
Lo cierto es que la severa caída del precio del crudo ha impactado las finanzas nacionales. Mientras en el verano de 2014 el barril se vendía en 110 dólares, en enero de este año cayó a poco más de 20 dólares, la cotización más baja en los últimos 13 años de lo que había sido considerado, hasta hace algún tiempo, el principal activo económico del país.
Incluso el titular de Pemex, Emilio Lozoya, ha reconocido que el costo de extracción y producción de un barril oscila en los 23 dólares. Con estos precios, tan sólo la mitad de la cartera de inversiones de la empresa queda en números rojos.
Si los precios bajos continúan, las consecuencias para los países exportadores del crudo pueden ser graves, señala un reporte de Riesgos Globales 2016 del Foro Económico Mundial, mientras que el analista económico Marcos Chávez alerta que el panorama económico nacional será muy nebuloso si no se toman las medidas adecuadas.
¿Cuáles son las perspectivas sobre la baja del precio del petróleo?, ¿cómo ve el futuro?
Va a ser todavía más complicado de lo que se ve en este momento. La caída del precio del petróleo puede llegar por debajo de los 20 dólares por barril. No descartaría que podría estar en 15 dólares, e incluso menos, sobre todo porque hay una combinación de factores que están llevando a esa situación; entre ellos se encuentra el proceso de desaceleración internacional que implica una menor demanda de crudo, en particular de China, que se había convertido en el segundo país demandante más importante.
Por otro lado, está la decisión de Estados Unidos de elevar la producción misma de su crudo interno a través de las nuevas tecnologías y por la decisión de permitir las exportaciones de crudo, que ya se inició a finales de la semana pasada.
Además tenemos el retorno de Irán en el mercado petrolero luego de que le levantaron las sanciones y de que se ha hablado de la posibilidad de elevar en 500 mil barriles diarios más la oferta de crudo en este año, y en otro medio millón más, el siguiente año.
Esa situación ha generado un exceso de petróleo en alrededor de entre millón y medio y dos millones de barriles diarios. También está la decisión de Irak de elevar el petróleo, y de algunos otros países del Golfo Pérsico —como las petrooligarquías.
Hay que agregar otro elemento fundamental que es la propia guerra que desató Arabia Saudita en contra de los productores no convencionales de Estados Unidos, y los países árabes están dispuestos a aceptar por un largo tiempo los bajos precios del petróleo internacional, además del conflicto que mantiene con Irán, otro productor importante del petróleo por la hegemonía en Oriente Medio.
Así las cosas, la situación de combinación de bajo crecimiento, menor demanda de crudo y un exceso de la producción, en donde nadie se pone de acuerdo y nadie está dispuesto a reducir su oferta, está llevando a esta situación complicada que es la que observamos actualmente.
¿Cuál puede ser el peor escenario ante la falta de acuerdos?
El peor escenario lo estamos observando ahora en cuanto a la caída de los precios del petróleo. Hay un grupo de naciones ganadoras y otras perdedoras.
En el caso de los ganadores, son especialmente los países industrializados que están adquiriendo ésta materia prima y sus derivados a precios sustancialmente menores, y que ha permitido, por lo menos, eliminar temporalmente los efectos inflacionarios.
Sin embargo, eso a su vez genera otro riesgo: lo que se llama deflación, es decir, la caída de los precios en los países industrializados por una escasa demanda, una baja demanda que está afectando la propia producción.
Se habla ya del riesgo de una deflación internacional, sobre todo si afecta a los países europeos, y eso significa un menor crecimiento tanto regional como internacional; es decir, la demanda de productos de otros países más allá de los productores de petróleo.
Del otro lado, donde están los perdedores, ya está perfectamente claro que se van a agregar más adelante otros países. Ante todo podíamos decir que son los productores no convencionales de crudo, sobre todo de Estados Unidos, que en las circunstancias actuales no les queda más que seguir produciendo petróleo dados sus niveles de endeudamiento, pero que probablemente ya están con pérdidas, dados los precios actuales del petróleo.
En el caso de estos países se calcula que puede estar cuando menos arriba de 50 dólares o hasta 100 dólares, dependiendo de las zonas productoras. Tenemos países perdedores, como los casos más evidentes, sobre todo Venezuela, México, Rusia, entre otros, pero evidentemente se puede mencionar a Bolivia y Ecuador, cuyos costos de producción son altos.
Me refiero a los costos totales, no a los costos de extracción, que eso implica evidentemente vender petróleo mucho más barato que lo que habían presupuestado.
En el caso de Rusia se hablaba de que debía ser alrededor de 100 dólares por barril; o en México, que sus niveles de producción lo que se ha estimado oficialmente es que el costo total —no de extracción— oscila entre 22 y 23 dólares diarios por barril, eso implica que México prácticamente, al precio actual, ya está teniendo pérdidas y, sobre todo, en el caso de los crudos pesados como el Maya, que representa alrededor del 70 por ciento de las exportaciones mexicanas.
¿Eso que implica?, no solamente la menor entrada de divisas que son necesarias para financiar el déficit externo de la economía y también el propio crecimiento económico. También tenemos la pérdida de ingresos fiscales del Estado que en este momento, hasta el primer mes, representa menos de la mitad de lo que se había presupuestado. Si se mantiene esta tendencia a largo plazo, el país tendrá serios problemas fiscales en términos de ingreso que no van a ser compensados con los ingresos no petroleros, y no sería extraño que el gobierno se viera obligado a aplicar otro recorte en el gasto público al que ya se impuso a lo largo de este año.
En el caso del gasto programable es 5.9 por ciento, en relación con 2015, y habrá que recordar que también el año pasado habría aplicado otro ajuste en el gasto público.
Sí así sucede en las finanzas en el país, no sería exagerado hablar de una crisis fiscal del Estado, y el recorte del gasto público va a implicar efectos recesivos para la economía mexicana y que, además, se vea obligado a elevar precios, no solamente de los derivados del petróleo en México, como las gasolinas, sino también de otros bienes y servicios públicos ofrecidos por el Estado.
Y el FMI ya volvió a rebajar el crecimiento para México, y Carstens está hablando de un choque violento de las economías de los países emergentes.
Hace un par de años, el responsable de estudios financieros del Banco Central de Inglaterra decía algo que, a mi juicio, es correcto: tenía la apreciación de que no se ha terminado de superar la crisis que se inició en 2007, 2008, 2009. En realidad, hay un ciclo que se sigue: primero fue la crisis financiera, los mercados financieros; siguieron los problemas fiscales de los países industrializados con la recesión de esas regiones, como el caso de Grecia, España, Portugal o de Italia, por mencionar algunos, y siguió una recesión en esos países.
Ahora se está trasladando hacia los países emergentes, que ya lo observamos en el caso específico de Argentina o de Brasil, que se encuentran en una fase recesiva, como el caso de Sudáfrica o como el caso de Rusia, que se encuentra en una importante recesión.
Ahorita estamos hablando de una tercera fase de esa crisis que no ha sido superada, que no se ha atendido adecuadamente y que explica el proceso de desaceleración internacional y que lo anterior, más que una recuperación, fue una especie de reactivación o, como escribió algún economista, que no era más que el rebote del gato muerto: usted tira un gato y va a rebotar, pero sigue estando muerto, esto es lo que estamos pasando ahora, y es una situación que se va a extender todavía por varios años.
Sería un tiempo indefinido porque no hay una estrategia anticrisis coordinada internacionalmente, ni tampoco en países como el caso de México.
¿Qué tendría que hacer nuestro país en este momento para hacerle frente y reactivar la economía?
México está haciendo exactamente lo que hicieron los países europeos de la eurozona, que fue tomar una medida contraria a la reactivación de una economía, es decir, recortaron el gasto público, esto es lo que empezó a hacer México en 2015.
Ya es una historia conocida por nuestro país desde 1983 a la fecha, que cada vez que hay un problema económico, la única solución que se les ocurre es recortar el gasto público, que sólo termina de provocar la caída de la economía.
Esto tampoco es nuevo, más o menos sucedió en 2012, el que era jefe de economistas del Fondo Monetario Internacional realizó un estudio en alrededor de una veintena de países para tratar de observar cuáles eran los efectos de la reducción del gasto gubernamental.
Primero, se subestimaron los efectos en el sentido de que no iba a afectar grandemente la demanda, el empleo y el crecimiento; por el contrario, los efectos fueron peores de lo que suponían y no se logró ningún beneficio esperado, como dice el gobierno mexicano, de que supuestamente esto va ayudar a beneficiar la economía mexicana.
Lo que hace el gobierno es aplicar medidas justamente que en lugar de tratar de ser contrasísmicas, lo que van a hacer es simplemente darle sentido a las estimaciones del Fondo Monetario Internacional de que se está desacelerando la economía mexicana y que, de hecho, ya algunos indicadores económicos presentados por el INEGI, que todavía corresponden a finales del año pasado, muestran ya esa tendencia a la desaceleración económica.
Al gobierno fundamentalmente lo que le está preocupando es mantener el equilibrio fiscal, es decir tratar de reducir el déficit y para ello ha recortado el gasto programable y, sobre todo, el de inversión; eso por añadidura va a repercutir en el conjunto de la cadena productiva y va a estimular esta situación hacia abajo, situación que se va a complementar sobre todo si la reserva federal estadounidense decide mantener un aumento gradual en el incremento de las tasas de interés, porque esa situación lo que va a provocar es justamente la inestabilidad de los mercados cambiarios internacionales, como la bolsa de valores, como el tipo de cambio, y lo que vemos en México con la salida de capitales.
Así las cosas, el endeudamiento tanto interno como externo se va a incrementar, y eso va a pegar al conjunto de la economía; en ese sentido, la situación tanto petrolera como económica y financiera es adversa para la nación, y el gobierno simplemente esta observando el panorama, preocupado solo por sus hojas de balance.
Seguramente empezaremos a sufrir un próximo recorte quizás a mediados de año en el gasto público, si es que no se eleva o hay una cierta mejoría en los precios del petróleo; y se va a incrementar tanto el desempleo, combinado con un bajo crecimiento, y posiblemente con un rebote en los precios.