Entrevista a Jesús Cantú | Profesor e investigador del Tecnológico de Monterrey
Hay que tener mucho cuidado con las candidaturas independientes de que no se esté simplemente reciclando a los mismos políticos de siempre con la misma cultura, con los mismos vicios y las mismas virtudes nada más que, al no tener posibilidades de contender por la vía de los partidos políticos en los que militaban —porque pierden las elecciones internas, porque no forman ya parte de las cúpulas partidistas…— deciden optar por la vía ciudadana que ahora se abre, pero que en realidad al final de la ruta no servirá para transformar la forma de ejercer el poder, que es un elemento clave finalmente, asegura Jesús Cantú, profesor e investigador del Tecnológico de Monterrey, sede Monterrey.
En este sentido, explica en entrevista vía telefónica a Siempre!, lo que este sistema de partidos políticos, que hoy tenemos en México, no ha logrado hacer es transformar la forma de ejercer el poder, es decir, si entendemos la democracia como en tres grandes vertientes, que son obviamente complementarias las tres, elegir democráticamente a las autoridades, ejercer democráticamente la autoridad o el poder, y un control ciudadano del mismo, en México avanzamos en el primero, aunque tengamos todas estas resistencias contra los que han llegado, pero no han sido capaces de ejercer el poder, pues finalmente se ha ejercido el poder en los mismos términos de cuando se tenía partido hegemónico y el presidente controlaba el Congreso.
Esto se manifestó muy claramente, por ejemplo, en la primera mitad de este sexenio con el famoso Pacto por México, y cómo surgieron todas las reformas estructurales que, más allá del Pacto también se evidenciaron en los medios de comunicación, toda esta compra de votos de los diputados, votos favorables a partir de estos bonos extraordinarios que les dieron, entonces no es exactamente igual que en los términos anteriores cuando era partido hegemónico y simplemente se daba la señal, pero sí es igual en el sentido de que ahora son tres o cuatro partidos a los que manda esa señal y los que le llevan la recompensa a estos diputados a estos legisladores que finalmente actúan muy alejados de lo que pueden ser los intereses de la sociedad.
Eso es lo que no han sido capaces de transformar, y hoy tampoco “queda muy claro que los candidatos ciudadanos puedan ser la vía para transformar esta forma de ejercer la autoridad y esta forma de permitir este control ciudadano del poder. Me refiero a evitar excesos, atropellos, arbitrariedades, que todavía hoy vemos muy presentes en la vida política nacional, pero desde luego son un elemento disruptivo; desde luego, deberían ser un elemento que promueva o impulse este cambio, esperemos que finalmente se consiga”.
Aun cuando el exconsejero electoral del extinto Instituto Federal Electoral reconoce que las candidaturas independientes son una vía, una alternativa muy importante, incluso que será un factor que oxigena mucho y un factor disruptivo que obligará a mover totalmente el sistema de partidos políticos, reitera que hay que tener mucho cuidado con estos instrumentos de la democracia.
“Desde luego, los movimientos ciudadanos son muy importantes en cualquier momento y los candidatos no partidistas son una alternativa que sin ninguna duda ayudará a tratar de transformar este sistema de partidos políticos; es otro elemento que contribuye a transformar este sistema que tenemos, sin embargo hay que ser muy cuidadosos por muchas razones, entre otras nos podemos dar cuenta de que de los seis candidatos ciudadanos que ganaron en este último proceso electoral del 7 de junio, cinco tenían pasado partidista y de estos cinco, yo diría, que cuatro tenían un largo pasado partidista, el único candidato que no tenía ningún pasado partidista es Pedro Kumamoto, recién egresado de la universidad, y que había estado en el activismo desde la ciudadanía; sería el único que auténticamente tendría este origen ciudadano. El otro que le podría seguir en esta misma ruta sería Manuel Clouthier, que realmente tuvo dentro del PAN una vida relativamente corta, que incluso siendo diputado por primera ocasión renuncia todavía estando dentro de la diputación al propio partido, y que también había tenido alguna vida dentro de la ciudadanía y dentro de los medios de comunicación, pero el resto tiene un largo pasado partidista”.
Hay que mencionar que en el seminario Nuevas Formas de Participación Político-electoral, realizado en el Congreso de la Unión, en noviembre pasado, especialistas destacaron los “beneficios de las candidaturas independientes en las democracias de América Latina; sin embargo, aseguraron también que no son la solución para los problemas que aquejan actualmente a los sistemas políticos en esta región”.
Sin embargo, como dicen algunos actores políticos, “en estos momentos en México hay una profunda simpatía por las candidaturas independientes, pero también hay un profundo miedo hacia ellas, de parte de quienes ejercen el poder”.
Como “amenazan el statu quo, hay reacciones en su contra, en diversos estados se han modificado las leyes electorales para restringir el derecho de participación de los ciudadanos”.
De acuerdo con el estudio: Origen y balance de las candidaturas independientes realizado por Efrén Arellano Trejo del Centro de Estudios Sociales y de opinión de la Cámara de Diputados, “en las elecciones de 2015, federales y locales, participaron 118 candidatos independientes, de los cuales 70 compitieron por una presidencia municipal o jefatura delegacional (60%), 45 participaron por una diputación local o federal (385), y 3 para gobernador (2%). Cuatro entidades agrupan la mitad de dichas candidaturas. Se trata de Nuevo León, con 23 candidaturas, Distrito Federal con 12, Michoacán con 12 y Estado de México con 11. Solamente seis candidatos obtuvieron el triunfo: uno a la gubernatura de Nuevo León; tres a presidente municipal en Morelia, Michoacán; García, Nuevo León y Comonfort, Guanajuato; un diputado local en Jalisco y un diputado federal en Sinaloa”.
“…De tal manera que en el balance general aparecen dos grandes polos. Por un lado, un pequeño número de candidatos que obtuvieron triunfos significativos y relevantes; y del otro la gran mayoría que lograron despertar el interés de la ciudadanía pero que no lograron ser competitivos en las elecciones en las cuales participaron. Parafraseando a José Woldenberg, se puede decir que la candidatura independiente es una nueva forma de vía de acceso al poder, transitable, para la cual se requiere —añade Efrén Arellano Trejo—experiencia política y antecedentes de participación social, en los partidos políticos o bien en las organizaciones sociales civiles. Esta figura ya ha despertado expectativas en la opinión pública respecto al futuro político de los independientes que ganaron en estas elecciones (de junio); además, otros connotados personajes han expresado o se les ha visto con posibilidad para utilizar esta figura política en futuros comicios…”
Ahí tenemos el caso del primer astronauta mexicano, Rodolfo Neri Vela, que declaró a los medios de comunicación, en junio pasado, que podría buscar una candidatura independiente a la Presidencia de la República en 2018, “debido a que la clase política es la misma mafia”.
En este sentido, el director de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, Jesús Cantú, señala que si hablamos de las candidaturas no partidistas, en el caso probable que se puede dar de la Presidencia de la República para 2018, “ahí el grave riesgo es la ausencia de apoyo parlamentario, lo cual obviamente es un riesgo que también se puede reproducir, aunque en condiciones distintas a nivel del Ejecutivo. Si pensamos en los antecedentes en el caso de América Latina, los dos presidentes que han llegado por la vía de candidaturas no partidistas, al margen de la figura final como llegaron, porque fueron movimientos que a la larga se convirtieron en partidos o no, pero los dos casos que más se mencionan como ejemplo, fueron el de Fernando Collor de Mello, en Brasil, y el de Alberto Fujimori, en Perú, en ambos casos aquello terminó en catástrofe: en el caso de Collor De Mello, destituido por el Poder Legislativo, y en el caso de Alberto Fujimori, al disolver el Parlamento; en ambos casos fueron dos años después de que llegaron al poder y esto obviamente se agudizó por esta falta de apoyo en el aspecto parlamentario”.
Otro gran riesgo de las candidaturas no partidistas “es el posible surgimiento de caudillos que de alguna manera también está muy vinculado a estos que he comentado, particularmente con el ejemplo de Fujimori en el caso peruano, pero incluso de alguna manera ahí está todo el proceso venezolano con el caso de Hugo Chávez, que surge inicialmente a partir de este intento de golpe, etc., y todo lo demás que ya conocemos”.
Por lo tanto, “lo deseable y lo lógico es que quien logre finalmente ganar una candidatura no partidista y logre ganar en la elección sea alguien que tiene algún tipo de presencia pública; lo demás no dejará de ser algo muy testimonial, es muy probable que ni el registro consigan y, en el mejor de los casos, si consiguen el registro no consigan de todas maneras obtener el triunfo y llegar al puesto. Quienes llegarán serán aquéllos que han tenido alguna participación en el espacio público relativamente importante sea por la vía de haber participado antes en partidos políticos, que por cierto vale la pena señalarlo en México —a excepción de Pedro Kumamoto—, los candidatos independientes que han ganado han participado en algún partido político, que hayan participado antes en organismos empresariales, en organismos de la sociedad civil o hayan sido activistas, hayan encabezado algún movimientos y puedan a partir de esto tener una cierta presencia dentro de la opinión pública”.