¿Qué importancia tuvo Liberta Sumaria? La editorial de los setenta que dio a conocer títulos como Sincrónicas de Arqueles Vela, El mar es una llaga, de Carlos Illescas, y Escorpión en Invierno, de Raymundo Ramos. Un grupo de jóvenes de entonces decidieron reunirse a comentar los títulos que habían marcado a su generación, así nació Liberta Sumaria, y sin más, los publicaron. Rolando estaba entre ellos. Yo también estaba entre ellos. Nos reunimos, primero, en lo que habría de ser Café Contraste, en Insurgentes Centro. Luego en Mixcoac, cuando la calle de Leonardo da Vinci se volvía cuartel de poetas y escritores por el empuje de esa editorial que al parecer a instancias de Roberto Bolaño había adoptado el nombre de Taller Martín Pescador, y después en un pequeño local en las inmediaciones del Bosque de Chapultepec. Liberta Sumaria fue punto de reunión de escritores de entonces, creo nadie ha recordado de ahí salió material que nutrió la Asamblea de poetas (entonces jóvenes de México) compilada por Gabriel Zaid para Siglo XXI Editores.
Rolando y yo nacimos el mismo día, del mismo año; fue un primero de abril (Abril es el mes más cruel, ya lo dijo Eliot). Su opúsculo En alguna parte ojos de mundo, salió junto al mío intitulado Para decir Buen Provecho. En menos que lo pensamos se agotó la edición y ¡ah, aquellos años…! “Hay algo en mí que quiere despertar, dice Rolando: hacerse grito”.
Rolando ha gritado. El Gobierno de Estado de México ha incluido su obra Víbora de dos cabezas, dentro del Fondo Editorial Estado de México, en la Colección Summa de días, donde se ofrece una antología personal de los autores en versión impresa, complementada con el testimonio de su voz viva, de manera de poder acercarse los lectores, al registro vocal de autores representativos de la actual literatura mexiquense. Arturo Trejo Villafuerte, en su prólogo intitulado “¿El poeta nace o se hace?”, recuerda que Rolando Rosas es autor de una vasta obra poética. Y aquí cita Arturo Trejo una reflexión válida de Jodorowsky en el ámbito de la teoría literaria: “Nos educamos hablando, no haciendo cosas…, es el infantilismo de una educación verbal, donde sólo las palabras significan algo. Y la creatividad en este estado es nula. Un mundo donde solamente hay palabras es un universo donde no hay creatividad. La creatividad se da fuera de las palabras. Cuando el poeta trabaja esencialmente con palabras, entonces éstas explotan”. Por ejemplo la palabra nada. Dice Rolando: “La palabra nada finge su naturaleza de vacío”. “La palabra risa tiene los dientes cariados/ La palabra sol se quema en sus propias ganas”. La nostalgia en Rolando es un buen ejemplo de cómo, la verdadera literatura es la que nos hace olvidar que emplea palabras. Somos miedo en un puñado de polvo. (Eliot) “Polvo quemado, eso somos”, dice Rolando. Las palabras “son la pus del ojo”, de algún modo el poeta necesita podarlas. Las que contienen verbos como “Amanecemos, madrugamos… sembramos, arrancamos, comemos, pensamos, soñamos: ¡carajo! La carne de estos verbos sabe a tierra”.
Trejo, ya en 1996 había expuesto en su ensayo sobre “Voces de la poesía (mexicana) (1950-1968)”, que uno de los primeros retos de los escritores de la generación de los Cincuenta (Arturo dirigió una colección que así se llamaba: Los Cincuenta), consistió en “Romper con la tradición o volverse parte de ella”. Es lo que siempre sucede: tradición de ruptura. Todo escritor, enfrenta siempre esta disyuntiva, según el decir de Guillermo de Torre, que luego retomó Octavio Paz. En dicho ensayo, se da cuenta de la generación nacida en 1954 y que en su mayoría sigue trabajando en activo: Rafael Vargas, Víctor M. Navarro, Vicente Quirarte, Carmen Boullosa, Ethel Krauze, Raúl Bañuelos, Carlos Santibáñez, Víctor Manuel Mendiola, José Falconi, entre otros. (Arturo Trejo, La esponja y la lanza, Conaculta-Unicach, 1996, pp. 108-155).
El valor del maestro es enseñar con el ejemplo. Rolando (1954) egresó de la Escuela Normal Superior de México y es maestro en Letras Modernas. En él se ve el lazo de unión que debe existir entre la primera educación, el primer significado, y la Educación Superior, la especialización, no como cosas que hay que separar sino como un mismo hilo conductor que abarca lo humano. Ha consagrado su vida a profesor de tiempo completo a la Universidad de Chapingo, y en el alma orgullosa trae su Chapingo, su ser Rolando Rosas: “Sólo las rosas son caricias obstinadas/ días que se niegan a cubrirse más temprano/ Yo las miro/ ¿Por qué florecen a pesar de mi tristeza?”. Pero se trata de vivir, de interrogar de lleno a este reloj de sol: “Reloj de sol,/ Constancia de que todo se va”.
En la astilla del poema se combinan lo animal y lo humano. La infancia y la víbora de dos cabezas. Lo inasible y el lenguaje, y desde ahí, la materia: “Las palabras son hembras que olisquean la carne”. Y desde ahí el poeta asume su definición: “El perro me respira, late en mi corazón/ voy en su sangre y me trago a mí mismo/ Soy ese rechinar de dientes”.
Las palabras deslumbran como “el brillo de la laguna en espera”. Como el ebrio que se dobla, pero no se quiebra, el significado permanece más allá de todo, aun de las palabras. “Vengo a mi soledad”, es un Homenaje al siempre despierto en los Contemporáneos Carlos Pellicer: “Vengo a mi soledad y el agua vacía del poema/ inunda como si nada el sueño de mi madre”. Honores, sí, como “el grabado en piel, que es la voz del padre”.
¿Y la tribu que somos, a dónde irá? Ya se sabe que el mundo no es para siempre, pero entretanto, “La tribu festeja la carne. El alarido”.
Rolando Rosas, Víbora de dos cabezas. Fondo editorial Estado de México (prólogo de Arturo Trejo Villafuerte), Colección Suma de Días, Gobierno del Estado de México.


