Ciudad de México

La Ciudad de México inició el proceso para tener su Constitución. Este proceso tendrá muchas consecuencias institucionales y políticas, pero también un resultado fundamental: el reconocimiento de su identidad y vocación, más allá de la capitalidad.

La cultura e identidad propias de la Ciudad fueron ahogadas por el centralismo. La vida de los barrios, las colonias y los pueblos siempre vigorosa, única y poderosa, se mantuvo en el sentido de pertenencia, orgullo y futuro común.

El tema trasciende también el enfoque sociológico o la caracterización jurídica. Es, en lo esencial, una definición fundacional. El punto es construir una identidad colectiva que permita una mejor convivencia social, pero sobre todo que convoque a acciones de un futuro común para la Ciudad de México.

La identidad que hoy se le reconoce a la ciudad obliga a que tomemos una decisión sobre cómo nos llamaremos los oriundos y avecindados, así como cuál es el contenido de los valores y puntos de encuentro.

¿Cuál es el gentilicio correcto para los habitantes y nativos de la ciudad? La respuesta puede ser variada y controvertida: chilango, defeño, capitalino, mexicano, entre muchos otros. Vale la pena revisar su conveniencia.

El Diccionario de la Real Academia Española señala la voz mexiqueño, con dos acepciones: “natural de México” y “perteneciente o relativo a esta ciudad, capital de la república mexicana”.

El Diccionario panhispánico de dudas (2005), en el artículo mexicano,-na, aclara: “No debe confundirse este gentilicio [mexicano] con mexiquense, que es como se denomina a la persona oriunda del Estado de México, uno de los treinta y uno que conforman los Estados Unidos Mexicanos, ni con mexiqueño, que es el gentilicio de los naturales de la capital del país”.

Mexiqueño es una construcción adecuada, pues a la raíz mexic- se añade el sufijo -eño, usado en gentilicios (acapulqueño, toluqueño, caribeño…). Si bien correcto, es cacofónico. En síntesis, se escucha feo y nadie siente o puede sentir identidad sobre esta voz.

Capitalino o defeño tienen una implicación de la cual es conveniente poner distancia, ya que no definen la identidad de la ciudad sobre la base de una personalidad propia, sino que mantienen la vinculación y vocación única con la capitalidad.

Por su parte, chilango pasó de ser un apodo, y despectivo, a un gentilicio adoptado, pero con una carga negativa. Un ejemplo de triste memoria es la época en que se decía: “haz patria, mata un chilango”. Una “chilangofobia” que sigue vigente en el discurso de algunos legisladores del norte del país. Por lo tanto, no refleja las bondades o fortalezas de nuestra historia. El punto es que no estoy seguro si puede funcionar como continente de los valores y futuro común que buscamos como colectividad.

El gentilicio correcto sería mexicano, ya que la fundación de la ciudad en 1325, con el nombre de México Tenochtitlan, antecedió a la denominación del país y se mantuvo, aun cuando en la Colonia el territorio que hoy ocupamos era llamado Nueva España. Sin embargo podría resultar incorrecta, ofensiva y soberbia la apropiación del gentilicio nacional.

Frente a todo lo anterior, la propuesta sería retomar el término mexica, ya que era el gentilicio original de los habitantes de la ciudad, es la raíz de mexicano y refleja la vocación de la ciudad como identidad local, cuna del Imperio más grande de América y capital de todos los mexicanos. Ello permitiría rescatar la narrativa épica de la ciudad, las invasiones, la gran inundación de 1629, las epidemias y los terremotos, pero sobre todo, ahí caben la historia de los habitantes, los iconos y los barrios.

El tema no se agota en la definición de la ciudad. Es necesario y conveniente abrir el debate a nivel de las hoy delegaciones. Si bien hay casos como el de Azcapotzalco, Iztacalco, Tlalpan, Iztapalapa y Xochimilco que conservaron su nombre y gentilicio, hay casos como el de Gustavo A. Madero (antes Guadalupe Hidalgo), Álvaro Obregón (antes San Ángel) o Miguel Hidalgo que merecerán una reflexión sobre su definición y reintegrar su tradición.

El rescate de nuestra identidad no sólo nos define, también nos une, nos da una ambición colectiva y una ruta común. En todo caso hay que ponerlo sobre la mesa, por controvertido que parezca.

@LuisHFernandez

Integrante del grupo

parlamentario del PRD.