Oguer Reyes Guido*
(Segunda de cuatro partes)
Fomentar la prosperidad y el desarrollo integral de las naciones más atrasadas sería una muy buena estrategia para fortalecer la seguridad interna en los Estados Unidos. En un mundo que goce de mayores índices de prosperidad económica y desarrollo las organizaciones terroristas y grupos extremistas no tendrían tanto apoyo.
Sin embargo, el eje estratégico de prosperidad que contiene la nueva estrategia de seguridad eacional (ESN) de Estados Unidos parece ser una paradoja.
“Nuestra economía es la más grande, más abierta e innovadora del mundo”, así declara el documento de ESN, empero, la realidad dice otra cosa.
Respecto de ser la economía más innovadora del mundo, todo parece indicar que en los Estados Unidos la inversión en investigación y desarrollo va en sentido decreciente, es decir, está quedándose rezagada.
Según cifras de diversos estudios llevados a cabo por el Banco Mundial, disponibles como fuentes de datos abiertas, para el año 2011 Estados Unidos invirtió en investigación y desarrollo el 2.77% de su PIB de ese año; una cifra que fue inferior al 2.80% del PIB que invirtió Alemania.
Japón, por su parte, invirtió, en el mismo año, el 3.38% de su PIB; Israel el 4.10 % del PIB. Comparado con otras naciones desarrolladas la inversión que realizaron los Estados Unidos fue notablemente menor, en términos del PIB, que el de otras potencias tecnológicas como Japón y Alemania.
Para los años 2012 y 2013 esta tendencia se mantuvo. Evidentemente, la inversión en investigación y desarrollo en los Estados Unidos está perdiendo impulso frente al dinamismo que está mostrando otros países del primer mundo.
Esta situación puede ser particularmente negativa para la economía norteamericana que necesita incrementar de manera importante su nivel de productividad a través de progresos tecnológicos que le permitan mantenerse en el más alto nivel frente a otros países que son potencia en innovación.
Por otro lado, en lo relativo a ser la economía más grande del mundo, ciertamente, lo sigue siendo, hasta ahora. El problema detrás de ello es que su economía no se basa en su capacidad de producción o su competitividad sino en el consumo financiado con recursos externos.
En un análisis de A. Fernández, A. Alonso y J. García (2012), acerca del déficit de los Estados Unidos establecen que cada año el déficit medio es de un 4.5 % de PIB. Esto quiere decir que cada año el país agrega el equivalente a un 4.5% del PIB a su descomunal deuda acumulada.
Según datos del Bureau of Economics Analysis, citados por estos autores, el déficit norteamericano acumulado desde 1980 hasta el 2011 es superior al 45% del PIB. Hablar de ser la economía más grande con una posición de endeudamiento de este tipo es hablar de una economía que funciona bajo un riesgo sistémico formidable.
En otros pasajes del documento de ESN se afirma que: “Nuestro liderazgo ha ayudado a guiar al mundo hacia una era de prosperidad sin parangón en la historia”. Sin embargo, deberemos tomar con mucho cuidado este aspecto. Según cifras recogidas en diferentes estudios del Banco Mundial, y disponibles en acceso abierto, la desigualdad social es un problema muy grande en el mundo actual.
Utilizando el índice de Gini para la medición de la desigualdad, se encontró que en el 2011 más de 30 países presentaron altas tasas de desigualdad social (se ubicaron por encima del 30% de dicho índice). En lo particular, Estados Unidos presentó ya para el 2013 un índice de desigualdad de 41.1% . Quiere decir esto que la inigualable prosperidad de la que hablan los Estados Unidos ha sido una que ha favorecido una mayor concentración de la riqueza en pocas manos.
“La economía estadounidense es un motor para el crecimiento económico global y es fuente de estabilidad para el sistema internacional”. Estas declaraciones contenidas en la ESN nos revela la imagen que tiene el gobierno estadounidense y acerca de la posición estratégica de su país en la actual coyuntura mundial. Sin embargo, no hay que olvidar que ha sido este país el que ha sumido al mundo en su más profunda crisis desde la Gran Depresión del 1929.
Con los programas de relajamiento cuantitativo los Estados Unidos provocaron un aumento muy importante de su masa monetaria afectando con ello el valor del dólar; lo que contribuyó, por ejemplo, a exportar la inflación norteamericana al resto del mundo.
El consumo del mercado norteamericano es, sin duda, un factor que condiciona las exportaciones muchos países. Sin embargo, ese consumo depende de transferencia de capitales que el resto del mundo haga hacia los Estados Unidos para seguir manteniendo a este mercado en constante crecimiento.
La economía estadounidense no depende de sí misma, depende de los recursos que le llegan de afuera. En otras palabras la economía estadounidense vive bajo el perenne riesgo de quiebra.
*Especialista en economía gubernamental.
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