“Vamos a eliminar las puertas giratorias:

Administración y empresas compartirán despachos”.

El Roto – El País.

Madrid.- La actualidad política se enreda más y más. Dimite Esperanza Aguirre por ser responsable política de la corrupción en el PP de Madrid. A Rajoy le piden que haga lo mismo por lo que hicieron miembros de su partido en el resto de España.

Empero, todo puede cambiar en cualquier momento y lo imprevisto convertirse en realidad. De ser así, tendremos candidato a la investidura a presidente del gobierno en pocos días o habrá que citar otra vez a elecciones generales que nadie desea.

A principios de semana el panorama era incierto y Pedro Sánchez no había pactado con ningún partido de la oposición. La dificultad estriba en que el líder socialista tiene que coaligarse con Podemos o Ciudadanos, dos fuerzas con distintas ideologías pero que se respetan entre sí. Pablo Iglesias lo tiene claro: nuestro apoyo está sujeto a que no lo hagas con Albert Rivera. Y éste supedita el respaldo al PSOE a que no se ligue con Podemos.

La aritmética, suma de votos, se presenta como el eje central de las conversaciones políticas. Con Ciudadanos, Sánchez no tendrá mayoría y con Podemos apenas lo consigue si se unen las Mareas Atlánticas, Izquierda Unida, Barcelona en Comú, Ahora Madrid y similares. Los partidos independentistas de Cataluña deberían abstenerse.

Mientras, el sector privado pide, exige ya, que haya inquilino en la Moncloa. Juan Rosell, presidente de la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales) declara que están “preocupados, muy preocupados” pero que “no tienen miedo” a que la extrema izquierda coadyuve a la investidura del socialista.

Aunque pragmáticos e interesados, son inteligentes y avizoran un porvenir difícil pero no caótico. Con Iglesias tendrá serias dificultades. Pero, eso está claro, dentro de la ley. Pero ¿cuál?. ¿La que existe o las que se aprobarán en el hemiciclo cuando funcione el nuevo gobierno?

Nadie puede negar lo evidente: Podemos entra al Congreso como la tercera fuerza política del país con 19 curules más que Ciudadanos. Hay algo incontrovertible: Mariano Rajoy está solo. Nadie lo apoya y empieza a perder entusiasmo dentro del Partido Popular pese a que sus dirigentes comprenden que ahora es él la única opción. De tanto insistir, la clase política entiende que la petición de Podemos para convocar un referéndum en Cataluña puede retrasarse e ir condicionada durante  lo que ocurra en la próxima legislatura. No es ya una barrera infranqueable sino que se confunde con el programa general que está más cerca de la cohabitación de izquierdas.

Pero los populares, inundados de corrupción cada mañana, insisten, amenazan, advierten que sólo con Mariano España saldrá adelante. Que de no ser así la nación “abandonará el pacto antiyijadista, la recuperación no seguirá y la Unión Europa puede castigarnos severamente”.

Es decir, el demonio vendrá para comernos con patatas fritas y los españoles seremos botín de los buitres bolivarianos e iraníes.

La patraña tiene muchos seguidores y estos se encargan de sembrar el miedo y recalcan que perderemos todo sin remedio. Que nos llevará patitas de cabra, llegará el apocalipsis territorial y nos convertiremos en escoria para después desaparecer. Es más, aventuran en que no haremos historia y que el nombre de España se borrará de la faz de la tierra con el beneplácito del resto del mundo.

¡Aleluya…!

Frente a este caos “en diferido”, la realidad es distinta: las leyes antidemocráticas dictadas por el Congreso con mayoría absoluta por el PP, afianzan la penuria social. La treta y el cinismo endémicos que envuelven a los populares reparte beneficios políticos y económicos ante la sorpresa de todos. Los unos y los otros.

A Rajoy le queda poco oxígeno. Justificar otra presencia en el sillón del poder es una actitud, cuando menos, infame. El ceceante líder, mitad sillón, mitad plasma, amenaza (no lo hará) con presentarse en la primera sesión de la Cámara para intentar su reelección. Sabemos que no es cierto, pero son los últimos estertores de un político en extinción.

No habrá golpe de mano ni estrategias de espaldas a la gente. Quizá Patxi López, presidente del Congreso, haya citado a la primera sesión de la Cámara. Si lo hace es que Sánchez logró consenso suficiente; si no, hay que esperar un poco más porque ir a los nuevos comicios sería oneroso y perjudicial.

Rajoy ha dado pasos en falso: se distancia del rey porque le sugirió que no encargara a nadie más formar gobierno. Pero el Jefe del Estado, en una actitud democrática, lo hizo.

Las organizaciones obreras, por su parte, avalan con discreción y en silencio, la llegada de un nuevo inquilino monclovita. Poco han dicho y están a la espera de que todo vuelva a la normalidad. Eso sí, muy en privado, quizá no tanto, han platicado con Sánchez y Rivera. A los dos sonrieron y estrecharon la mano.

El desorden político en España conmueve porque no estamos acostumbrados al ejercicio real de la democracia parlamentaria. Acuérdense que Bélgica estuvo año y medio sin gobierno y nada pasó. Pero nosotros, imberbes protagonistas de la libertad, nos asustamos demasiado.

Sin embargo, no hay que sacrificar la verdad en honor de los estrafalarios que, sin pudor, oyen musas dictatoriales de las que tanto se acuerdan. No hay que dar alas a las aves carroñeras, matémoslas.

Empezamos a perder el miedo escénico, los tabúes se alejan como aves de rapiña y los españoles empezamos a respirar un aire nuevo.

La protesta comenzó el 15-M, hace unos años. España es el primer país que enfrenta al pasado y lucha por un futuro mejor. El resto de los países del continente nos observan con cuidado. Con admiración, algunos; con miedo, otros. Pero todos están convencidos de que pertenecemos a la primera nación europea que se enfrenta al cambio necesario para reducir las diferencias sociales.