Charla con Hernán Lara Zavala | Autor

 

Narrador, ensayista, académico, editor y promotor cultural, el infatigable, siempre sonriente Hernán Lara Zavala festeja sus 70 años de vida con la publicación de una tan breve como hermosa novela, Macho Viejo, cuyo título, según descubrimos al imbuirnos en la lectura, es un apelativo cariñoso y una descripción literal de su protagonista, el doctor Ricardo Villamonte. También un tributo del autor, especialista en literatura en lengua inglesa, de varios héroes en ambientes marinos, pero muy específicamente —y se lo señalo— de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway.

Algo de ficción

El viejo y el mar está tan arraigada en el mundo hemingwayano que opté por hacer la contraparte —me explica Lara Zavala, emocionado por su trabajo—. Son circunstancias similares: Ricardo, el llamado “macho viejo”, es el médico del pueblo, no un pescador, pero se la lleva en el mar porque le genera una gran empatía. En el caso de la novela de Hemingway, se habla de la soledad del hombre que se va en su lancha a pescar; siempre abrumado por el desaliento y el escepticismo respecto a si logrará pescar. Finalmente atrapa un enorme pez que habrán de comerse los tiburones, aunque retorna a tierra con una prueba de su hazaña”.

“Aquí es al revés. Macho viejo no es el enemigo del pez, sino su único amigo, aunque viene un personaje que piensa hemingwayanamente y arponea al pez para vengarse porque «se le escapó». El médico lo rescata previamente pero comete el error de hablar sobre eso, así como de la rara amistad que se ha dado entre él y el pez, al que incluso le atribuye un nombre de persona: Isaías. Y aunque finalmente Jonás lo arponea, no me parece una situación tan sentimental porque Ricardo enaltece a Isaías a través de una especie de ritual y lo regresa al mar. Pero con todos los animales es muy delicado, como cuando descubre al pelícano al que se le cae el alimento del pico, y lo sutura para corregir el problema. Considera la posibilidad de quedárselo también, pero decide no ir contra la naturaleza del ave, y lo deja libre”.

En una nota a manera de epílogo, el autor aclara que el protagonista no es ficticio por completo, que está inspirado en un personaje real llamado Roberto Cortés Tejeda que dejó tres volúmenes con sus experiencias como médico de un pueblo pesquero.

Lara Zavala, también autor de una de las mejores novelas históricas escritas en México —quizá la mejor junto con Noticias del Imperio, de Fernando del Paso, y El seductor de la patria, de Enrique Serna— Península, Península, acreedora al Premio Elena Poniatowska 2009, hace hincapié en que, aunque le digan “macho”, Ricardo dista años luz de ser machista.

“Es un hombre viril, sensato, amable, se cuentan varias de sus aventuras eróticas, como cuando pese a la férrea vigilancia del padre de Rosa se las ingenian de una manera muy original para tener relaciones sexuales. La historia de Rosa, la añorada primera esposa, surgió por completo de mi inventiva. Sentí que le hacía falta una esposa, aunque la perdiera prematuramente. Y cuando hace alusión a sus encuentros eróticos a lo largo de su vida, no hay jactancia en ello sino una gran ternura hacia quienes compartieron esos momentos con él”.

El final de la vida

Sólo un autor con la exquisita sensibilidad de Lara Zavala podría haber creado una escena como la que él mismo saca a colación, en la que se sugiere un acto sexual entre un ser humano y una venada. Lejos de resultar ofensiva, derrocha una enigmática poesía… y deja al lector con la duda de si sería producto de un sueño (aunque surge una evidencia de que pudo no haberlo sido).

“La relación con la venada —dice Lara Zavala— es simbólica… un juego. Y lo de las caquitas es como aquel personaje de Borges que despierta con una flor. Más que una relación zoofílica, la siento más como las leyendas de los griegos y de los romanos; aquellos dioses que se transfiguraban en animales y bestias para seducir a mujeres mortales. Antes de lo de la venada, Macho viejo se había estado acordando mucho de su esposa fallecida, se le habían pasado las copas y se quejaba de mareos. Además, es imposible que una cierva se porte así. Entras al nivel simbólico de la novela y ya no te asombra que aparezca Caronte en su barca para llevárselo. Hay también algo de Joseph Conrad allí… aquel personaje llamado Marlow, alter ego del propio Conrad, que prácticamente va madurado junto con su creador, a través de cuatro narraciones escritas en distintas épocas de su vida”.

Macho Viejo es una novela que trata de reflejar el final de la vida no como marino o escritor, sino como hombre. Ricardo ya entró en lo que Conrad denomina shadow line o línea de sombra. Es viudo, hizo su vida como médico y como hombre, tuvo hijos y vive en una parte solitaria donde es muy importante la compañía del pez Isaías, y todo ello con el mar como marco, porque el mar es movimiento y sonido, tiene sus partes amables y sus conflictos: es exactamente igual a la vida. Nunca se le verá estático”.

Me decanto por la novela

Aunque casi toda su trayectoria narrativa la ha bordado en el cuento, Lara Zavala confiesa que empieza a experimentar una fuerte atracción por el género novelístico.

“Siempre he sido —dice— muy admirador de William Trevor, he aprendido mucho de sus escritos, y cuando tuve la oportunidad de conocerlo personalmente le pregunté por qué escribe tanto cuento como novela con idéntica soltura, a lo que respondió que para ser verdaderamente escritor hay que escribir cuentos y novela, y en esta etapa de mi vida me estoy decantando más por la novela. El cuento necesita más detalle y arquitectura, intuición y un poquito del elemento poético que permite la epifanía. La novela te exige disciplina, voluntad, paciencia, planeación, y todo tiene que contribuir al efecto final. En la novela lo más importante son los personajes, pero en el cuento, los personajes están subordinados a la anécdota. Macho Vejo es una novela corta que combina las características de la novela misma con las del cuento y tiene varios momentos epifánicos”.

“Los narradores —prosigue el también autor del excelso libro La prisión del amor y otros ensayos narrativos— sacan la poesía con un poquito de pudor, como de contrabando. Y en Macho Viejo me permito también ser un poco poeta.

Actualmente, Lara Zavala trabaja en otra novela histórica que retorna a Yucatán como escenario y tiene que ver con el auge del henequén. “Mi padre —dice— era yucateco, mi madre campechana y me siento un poco en deuda con esos episodios históricos poco abordados y casi desconocidos”.

La novela Macho Viejo la publicó Alfaguara, México, en 2016

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