¿Qué sigue?
Fueron seis días, del viernes 12 al miércoles 17 de febrero, los que estuvo el papa Francisco en nuestro país. Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Michoacán y Chihuahua fueron las entidades en las que el vicario de Cristo hizo paradas para conocer, de manera somera, la realidad de un país que, en definitiva, sigue siendo eminentemente católico pero en el que también convergen distintas realidades en las que todos los mexicanos estamos urgidos de aferrarnos a algo (en este caso la religión) que nos permita acumular un poco de esperanza que sirva para paliar la complicada y compleja realidad que estamos viviendo desde distintos frentes.
Y ahí están, para la posteridad, las distintas crónicas periodísticas levantadas por todos esos colegas que siguieron muy de cerca las incidencias de la séptima visita papal en la historia de México (cinco de Juan Pablo II, una de Benedicto XVI y una de Francisco). Las multitudes, las múltiples muestras de cariño y devoción hacia un personaje que desde el habemus papam de aquel 13 de marzo de 2013 ya era esperado en territorio mexicano con gran expectación por millones de fieles que veían, ven y verán en el argentino Jorge Mario Bergoglio a un ser de gran cercanía y empatía con ellos porque, por principio de cuentas, de los 266 papas que tiene registro la historia de la Iglesia católica, éste es el primero de origen latinoamericano.
Y Francisco no decepcionó. Haciendo gala de gran fortaleza (física y espiritual) subió y bajó, fue y vino, habló, oró y gritó (incluso regañó a dos que tres imprudentes), diagnosticó acertada y asertivamente el múltiple crisol de realidades que caracteriza a México. Su sonrisa, su humanismo, su disponibilidad y su bonhomía, cautivaron a propios y a extraños. Muchísimos (entre ésos me incluyo) quedaron sorprendidos por el magnetismo que tiene particularmente hacia aquéllos que de manera histórica y sistemática han sido marginados, olvidados, humillados, maltratados: los indígenas, los discapacitados, los migrantes, los presidiarios, las mujeres maquiladoras… para todos tuvo un gesto amable, una caricia, una sonrisa, palabras de aliento, palabras de esperanza, justo lo que necesitamos tantos y tantos mexicanos.
Y sí, de cierto modo el proceder del papa Francisco pudiera sera comparado con el trajinar de aquelos políticos que, llegado el tiempo de la campaña, van de un lugar a otro para acercarse a la mayor cantidad de gente posible para escuchar sus necesidades, sus clamores… pero con la gran diferencia de que él no busca cosechar votos para alguna elección. Lo que él quiere es paz, igualdad, que se vayan la violencia, la inseguridad y los abusos de los poderosos hacia los más desprotegidos.
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