Privatización de los fondos

 

Ya he comentado en estas páginas que cuando estalla la gran crisis estructural del capitalismo, allá por los ya lejanos años setenta, la gran burguesía internacional inicia dos ofensivas, una contra los países subdesarrollados y otra contra los trabajadores. Ambas tienen como objetivo recuperar y aumentar la tasa de ganancia, ya que la crisis tiene su causa fundamental precisamente en la caída de las utilidades. En cuanto a la ofensiva contra los trabajadores, lo primero fue conseguir una reducción de los salarios reales a través de fijar aumentos nominales por debajo de las tasas de aumento de los precios.

Pero no sólo eso, sino también se llevó adelante lo que se ha conocido con el nombre de flexibilidad en el trabajo, que abarca dos aspectos fundamentales, por un lado, los contratos por tiempo determinado y por obra determinada, que eliminan la obligación de pagar indemnizaciones, ya que ahora no se despide formalmente al trabajador, sino únicamente se llega al término del contrato. El segundo aspecto de la flexibilidad es que el patrón puede cambiar libremente al trabajador de un puesto a otro, en el interior de la empresa, sin cambiar las remuneraciones según los distintos puestos. De este modo, los capitalistas dispusieron de la flexibilidad para contratar, despedir y mover dentro de la empresa a los trabajadores, de acuerdo con sus necesidades de acumulación de capital, sin que los trabajadores tengan medios de defensa

Aparte de la disminución de los salarios reales y de la flexibilidad en el trabajo, se emprendieron reformas legales a fin de eliminar o reducir todas las prestaciones, que habían conquistado los trabajadores en las décadas anteriores a través de sus luchas sindicales, a menudo difíciles y dolorosas. En este ataque, la principal arma fueron los despidos masivos, que determinaron no sólo la crisis del sindicalismo, sino también la pérdida de efectividad de la huelga, su principal instrumento de lucha frente a los patrones. Un amplio espacio de esta ofensiva se relaciona con el gasto y la participación del Estado en los servicios sociales, pues, además de la reducción de los presupuestos oficiales, se han privatizado total o parcialmente servicios como la atención a la salud o la educación, y se han eliminado subsidios al consumo alimentario, al transporte, a la vivienda.

Entre los ataques a las prestaciones, el campo que experimentó la mayor embestida fueron las pensiones, pues aparte de aumentarse la edad y los años trabajados para tener derecho a la pensión, en todo el mundo se estableció la privatización de los fondos de pensiones, y estos fondos se convirtieron en el principal eje de lo que llamo el mercado de los pobres, es decir, la nueva vía de explotación de los trabajadores a través del consumo y no sólo de las actividades productivas. La privatización de los fondos de pensiones, no sólo proporcionó un filón de utilidades para las financieras administradoras de los fondos a través del cobro de comisiones, sino sobre todo, al colocarse en la Bolsa y en otros instrumentos financieros, los fondos de pensiones pudieron utilizarse para financiar a los empresarios.

Ciertamente, esta ofensiva es mundial, y por eso durante las últimas décadas hemos presenciado las protestas lo mismo de los trabajadores ingleses que de los franceses, los españoles, los griegos, los argentinos, o los estadounidenses. En México, se han aplicado a rajatabla cada uno de estos ataques a la condición de los trabajadores. Como en el resto del mundo, uno de los aspectos de mayor relevancia es la privatización de los fondos de pensiones, pues hoy, según el más reciente informe de la Comisión Nacional de Sistemas de Ahorro para el Retiro (Consar), los fondos de pensiones pueden considerarse la principal fuente de financiamiento en el país, ya que hoy suman 2 billones 558 mil 486 millones de pesos, de los cuales el 50.22 por ciento han servido para financiar al gobierno federal, al colocarse en bonos de deuda, otros 510 mil millones son utilizados por las empresas privadas a través de bonos de deuda y 162 mil millones a través de valores de renta variable, es decir, de las acciones que se comercian en Bolsa. Y nada menos 414 mil millones han servido para financiar a empresas extranjeras, al colocarse en acciones, en Bolsas del exterior.

Naturalmente, como los fondos de pensiones se colocan en lo que se llama capital de riesgo, periódicamente nos enteramos de pérdidas. En febrero pasado, los fondos de los trabajadores perdieron 14 mil 917 millones, y si se suman las pérdidas experimentadas desde marzo de 2015 hasta febrero de 2016, resulta que los fondos de pensiones han perdido 71 mil 305 millones de pesos. Pero claro, eso no importa, porque tanto el gobierno como los empresarios se han financiado con cientos de miles de millones a cuenta de los trabajadores.