Nikolaus Harnoncourt (1929-2016)

 

 

 

A la memoria también del sabio y

noble crítico musical Ricardo Rondón.

 

 

Pocos músicos tan cultos y sobre todo también dotados en otros campos como la investigación y la escritura como el versátil Nikolaus Harnoncourt (Berlín, 1929-St. Georgen im Attergau, 2016), quien como tantos más arribó a la dirección de orquesta después de haber sido un sobresaliente violonchelista, a su vez pionero en la interpretación con instrumentos originales y a partir de criterios muy apegados a los periodos barroco y clásico en los cuales se convirtió en una verdadera autoridad.

Formado en Graz y Viena, por lo que algunas veces se le reconoce más como austriaco, auténticamente trasladó su ascendente noble (su madre, Ladislaja Gräfin von Meran, condesa de Meran y baronesa de Brandhoven, era nieta del archiduque Johann de Austria-Estiria) al mundo de la música de concierto, y tanto en su actividad interpretativa como en la labor académica consiguió el grado de excelencia.

Interés por el clasicismo y romanticismo

Cofundador con su esposa, la violinista Alicia Hoffelner, del magnífico proyecto Concentus Musicus Wien a principios de la década de los cincuenta, todavía siendo él mismo atrilista con la Orquesta Sinfónica de Viena, con este sobresaliente conjunto de cámara inició la que sería una larga y fructífera actividad tras el rescate de la música antigua abordada con instrumentos auténticos de la época, en una línea de especialidad donde quizá sólo pueda comparársele con el no menos egregio catalán Jordi Savall. Él también tocaba allí la viola da gamba, y de igual modo se propuso recuperar, tanto para los escenarios como para la discografía, un amplio y rico repertorio para este sonoro instrumento tan identificado con el barroco.

Invitado a tocar con muchos otros conjuntos de cámara y orquestas, tanto con instrumentos antiguos como modernos, Harnoncourt empezó de igual modo a interesarse por otros acervos más actuales, en especial el clasicismo y el romanticismo que igual acostumbraba acometer con un muy cuidado apego histórico a los originales, en términos de tiempo, dinámica o color. Abierto a otros repertorios y épocas, a muchos otros compositores, sin olvidar su particular querencia por la música antigua (Monteverdi, Telemann, Purcell, Rameau, Marais, pero sobre todo Bach y Händel), ya como director concertador se dio a la tarea de ir agotando los catálogos de importantes compositores dieciochescos y decimonónicos, entre otros, con conciertos y grabaciones referenciales de Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, entre otros conjuntos de prosapia, con la Orquesta de Cámara de Europa. Muy vinculado a la capital musical por antonomasia, Viena, Nikolaus Harnoncourt incrementó su popularidad con sus dos muy exitosos conciertos de Año Nuevo, de 2001 y 2003, con la Orquesta Filarmónica de Viena, con festivos programas de conocidos fragmentos de operetas y valses vieneses, transmitidos y después grabados tanto en audio como en video.

 

Legado artístico y académico

Un proyecto crítico musical histórico, que empezó en 1971 y le llevó cerca de dos décadas, con el director Gustav Leonhardt, fue su referencial grabación de todas las cantatas de Johann Sebastian Bach (con solistas y coro masculinos de contratenores y niños), de la mano con su prácticamente total e insuperable gran biografía del genio de Eisenach. Otra grabación suya de referencia es, también de 2001 y con la partitura completa de la obra en CD-ROM, su última versión crítica consignada de la Pasión según San Mateo, de su por él más que honrado Johann Sebastian Bach, que mucho aclamó la crítica especializada y se hizo acreedora al Grammy en su género.

Medalla de Oro de la Royal Philharmonic Society en 2012, tres años después, escasos dos meses antes de su muerte, cuando cumplió 86 años de edad, Harnoncourt anunció que se retiraba porque su organismo ya no reaccionaba conforme se lo indicaban su mente y su corazón, y que la música, que había sido siempre su religión, sólo podía acometerse con pasión y de tiempo completo. Su gran legado artístico y académico, como uno de esos escasos directores e intérpretes verdaderamente comprometidos con un rescate historicista de la música en su ambiente y su contexto originales (“¿Cómo acceder a la esencia de un músico y una obra si, en aras de una mayor receptividad, tergiversamos su sonido auténtico?”), es invaluable.

Tanto en su variada y nutrida discografía como en su pequeña pero selecta bibliografía (su valioso tratado La música como discurso sonoro, su otro sentido homenaje con El diálogo musical: reflexiones sobre Monteverdi, Bach y Mozart y su inteligente discurso La música es más que palabras son prueba fehaciente de ello) se refleja la herencia sólida de uno de esos escasos humanistas que mucho contrastan con un mundo cada vez más ciego y más sordo a lo ciertamente trascendente, obnubilado en seguir exprimiendo un planeta condenado al exterminio sólo por la enfermiza avaricia de esta nuestra condición errática y fugaz.