Sanders y Trump, radicales

 

 

Cuando teníamos todas las respuestas,

de pronto cambiaron todas las preguntas.

Mario Benedetti

 

 

Hace 22 años, la aprobación del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá puso en marcha la gradual integración del bloque económico y comercial de Norteamérica.

Es un proceso que, con altibajos, no se ha interrumpido. Ahora, la irrupción del millonario Donald Trump en la disputa por la candidatura republicana a la Presidencia de Estados Unidos amenaza con dañar ese proceso.

Con sus discursos xenofóbicos, simplistas, Trump apela al lado oscuro de la sociedad de Estados Unidos. Y, ésta, con su clase media padeciendo todavía las secuelas de la brutal crisis financiera que estalló en octubre de 2008, encuentra reconfortantes sus propuestas.

Sin embargo, arrebatados por nuestra indignación por las expresiones y amagos a México y los mexicanos, aquí sólo vemos al republicano.

Nos ha pasado inadvertido que hay un aspirante del Partido Demócrata que maneja un discurso radical. El senador Bernie Sanders, a sus 73 años, ha tocado las mismas fibras sensibles que tocó Trump al ofrecer seguridad social universal.

Paradójicamente, un viejo se ha convertido en el abanderado de la juventud universitaria, con sus promesas de universidad gratuita y ha forzado a la exsecretaria de Estado Hillary Clinton a desplazar su discurso hacia la izquierda.

La única diferencia entre lo que ofrecen los demócratas y los republicanos entusiasmados con Trump es que los demócratas favorecen la legalización de los millones de indocumentados que viven y trabajan en Estados Unidos.

Gane quien gane la Presidencia de Estados Unidos, ya nada será igual en el proceso de integración financiera y comercial entre México, Estados Unidos y Canadá.

Aunque ya en la Casa Blanca el ganador matice su discurso y sus acciones sean menos radicales, algo tendrá que hacer para cumplir con aquéllos que lo eligieron, si quiere la reelección dentro de cuatro años.

Eso, como ya se dijo en estas páginas de Siempre!, nos obliga a ser realistas. Ya tendrían los sectores académicos, empresariales beneficiados con la relación actual que haber iniciado reuniones con el gobierno para diseñar escenarios posibles que prevengan un daño mayor a la relación entre las dos naciones, pero sobre todo un daño mayor a la economía.

No se trata de ser catastrofistas, pero entre los escenarios posibles está el peor: que una mala relación con Washington obligue a que el gobierno mexicano ajuste el modelo económico, tan vinculado al proceso integrador.

Más vale prevenirse, para luego no andar con parches de última hora que, al final, siempre resultan mal.

 

jfonseca@cafepolitico.com