Entrevista a Bob Schalkwijk | Fotógrafo holandés | Exclusiva Siempre!

 
quote En las barrancas han vivido durante muchos años, incluso en cuevas, y no es nada cómodo.

 

Han pasado cerca de tres décadas que se publicó la obra en cinco volúmenes del periodista Fernando Benítez, Los indios de México, prologada por Carlos Fuentes; el propio Benítez hablaba de seis millones de indios en todo el territorio nacional; para 2010, de acuerdo con la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, éstos ocupaban la quinta parte del país y sumaban más de 15 millones. Un total de 62 pueblos indígenas. Desde entonces como hasta ahora, los pueblos indígenas son grupos que se resisten a morir, culturas inamovibles que permanecen; un claro ejemplo se puede ver en una de las etnias a las que Benítez dedicó su primer volumen, los tarahumaras.

Este pueblo, ubicado en la parte de la Sierra Madre Occidental que atraviesa Chihuahua y el suroeste de Durango y Sonora, además de formar gran parte de ese mosaico cultural que constituye el país, se convirtió en la gran pasión del fotógrafo holandés Bob Schalkwijk, quien con su mirada acuciosa a lo largo de más de 50 años ha logrado una colección fotográfica para mexicanos y extranjeros, con una increíble variedad de datos y detalles sobre la cultura rarámuri.

El artista de la lente, quien radica en México desde 1958, expresó en entrevista exclusiva para Siempre!, que no le gusta hablar sobre su obra, porque las mismas fotografías lo hacen por él. Sin embargo, señaló que la exposición Tarahumara en el Museo Nacional de Culturas Populares, manifiesta algunos elementos de la vida cotidiana, las festividades, la gastronomía, la vida laboral y los impactantes paisajes de los que goza el pueblo tarahumara, que evidencian la solemnidad de sus rituales así como las formas de subsistencia, sus procesos de trabajo… Se aprecia parte de la riqueza de hábitos, costumbres y ceremonias, y deja ver la realidad contemporánea en constante cambio.

Indicó que la muestra es una mirada para conocer México con una sutileza y un respeto a la cultura que nos hace más fuertes; ya que su diversidad, las distintas etnias y lenguas son lo que nos hace singulares como país.

 

Louis Armstrong, mi primer retratado

Platíquenos de usted. ¿Cómo nace su interés por la fotografía? ¿Quiénes son sus influencias?

Soy Bob Shalkwijk, fotógrafo holandés, que desde los 14 años se me prendió el foco de que me gustaba la fotografía, conservo mi primer camarita, una Kodak Box Camera de los años cincuenta. Tomé fotos en la escuela, mi primer foto que tuvo éxito fue del famoso trompetista Louis Armstrong.

Desde entonces tenía la inquietud por la fotografía, investigué un poco el resultado del trabajo de fotógrafos, era bastante bueno, había muchos holandeses que fueron buenos fotógrafos, eran alrededor de 75 fotógrafos reconocidos internacionalmente. Una gran competencia casi imposible para un jovencito como yo. Además las fotografías las vendían en ese tiempo muy baratas, no puedes vivir nada bien con eso. Así que tenía que dedicarme a otra cosa, por lo que salí de Holanda en el 57 a Estados Unidos y Canadá para estudiar algo del petróleo, y estudié oleoductos en Houston y otras cosas, sin embargo no resultó, y me hice fotógrafo. Por ello, decidí tomar mi vocho —un viejo modelo 56 o 57—, y desde Canadá viajé cuatro días para llegar a Ixquit y luego a la Ciudad de México, y aquí me tiene, a sus órdenes.

Entre mis influencias se encuentra mi abuelo, era un aficionado a la fotografía y en 1903 o 1904 tomaba fotografías a color en estereoscopia con una cámara obviamente increíble, rica, francesa, tengo la cámara pero ninguna foto, me fascinó. Luego mi papá tomó fotografías en Indonesia, nada profesional.

¿Por qué venir a México?

México no es un país plano, Holanda es plano, con una montaña de 300 metros de altura solamente. México tiene varios países dentro de un país, tiene muchas montañas, tiene una variedad increíble de culturas, paisajes y de gente, no puedes comparar el maya de Yucatán con un norteño. A mi juicio son diferentes naciones en un país. Me gustó la vista, la gente, me han tratado muy bien, son amables, me encanta estar aquí, me sentí bienvenido y eso no lo esperaba. En gringolandia hablaba mal inglés, el español no lo conocía, y lo estudié.

 

La curiosidad terminó en pasión

¿Cuál fue su interés de retratar la Sierra Tarahumara?

Siempre he sido muy aventurero, leí en un pequeño folleto que publicaba Pemex, de una agencia de viajes, que estaba fascinante el paisaje y la gente de la sierra tarahumara; dos años después compré un jeep en aquel tiempo de segunda mano, pero bastante fuerte, y en el 65 junto con mi mujer fuimos a ver de qué se trataba el asunto. Seré honesto, nos fue muy complicado llegar, era pura brecha, pasamos por ríos, por cosas bastantes difíciles.

Sin embargo, te puedo decir que lo que empezó con una curiosidad terminó como una pasión, pues he viajado a la sierra Tarahumara catorce veces. El último fue en el 2014 para entregar el libro Tarahumara a las comunidades donde me recibieron durante tantos años.

En cuanto a la muestra, ¿qué desea con esta exposición?

Antes que nada quiero transmitir con la muestra, con las fotografías, mi amor por México, por la Sierra Tarahumara. Es una invitación para conocer la cultura ancestral de los rarámuri, por lo que la muestra busca también la presencia viva de los tarahumaras, por ejemplo, a través de su gastronomía y herbolaria.

¿Cómo se llevó a cabo la selección de las fotografías?

Para escoger estas 35 fotografías fue muy difícil, la selección se basó a partir de las 128 fotografías del libro, a su vez éstas fueron seleccionadas del archivo, formado de unas 8000 tomas, pero finalmente me guie por el pueblo de Tehuerichi, el primer pueblo al que fui en la Sierra Tarahumara en el 65, con fotos casi todas en blanco y negro. Trato de mostrar lo que resulta ser una mezcla de fotografías de los paisajes, las grandes planicies, las barrancas casi intransitables, los grandes conjuntos montañosos, los bosques, la luz y la gente, los rarámuri.

¿Cómo fue su comunicación con la etnia?

Siempre pido permiso para tomar una fotografía, y la primera vez que fui, me apoyó para entrar en la Sierra Tarahumara un padre jesuita, ya que llegábamos en la celebración de la Semana Santa en Tehuerichi; él me presento con la gente tarahumara, y el gobernador tarahumara que estaba a cargo en ese tiempo también me apoyó para comunicarme con la gente rarámuri, porque hablo español, pero unas contadas palabras en rarámuri.

 

Corren todo el tiempo

¿Cuáles son algunas de las historias que encontramos en las fotografías?

Las fotografías hablan por sí mismas, cada una tiene su propia historia, ven las fotos y podrán ver lo que observé y sentí en ese momento. Lo que me gustó de los tarahumaras es una cosa muy importante, a mi juicio, que son muy calmados, no son recios como todo mundo se los imagina, a veces se piensa que hasta agresivos, aunque corren todo el tiempo, pero pueden parar y estar 15 a 20 minutos ahí parados, en calma.

Por otro lado, hay historias fascinantes para vivir, por un extranjero, que incluye a los mexicanos, nos tratan igual. De hecho casi no nos tratan porque somos como invasores, ellos han tenido que regresar a la parte dura de la Sierra porque hace años empezaron a utilizar las buenas tierras y tuvieron que irse más lejos, hasta las barrancas, y en las barrancas han vivido durante muchos años, incluso en cuevas, y no es nada cómodo, pero hay una tranquilidad que en verdad es absolutamente fantástica. Es difícil vivir ahí para uno que no es tarahumara, incluso algunos de los padres jesuitas que fueron allá no aguantaron, después de 6 meses, se van. La ultima vez que estuve ahí, hace dos años, viví una semana con una familia, otra semana con otra familia y me recibieron excelentemente bien.

¿Qué experiencia le deja todo este trabajo de 50 años, cómo lo podría resumir? ¿Qué sigue para Bob Schalkwijk en este país?

Quiero hacer un documento que registre todos estos 50 años de trabajo, porque todo cambia con el paso del tiempo; efectivamente el pueblito o la ranchería de Tehuerichi no tenía ninguna casa en el 65, más que una iglesia, y una pequeña escuela, un salón. Hoy, es un pueblito de 14 casas, así que todo cambia, evoluciona.

Esta misma exposición va a itinerar, estará en su propio estado, Chihuahua, y otros estados de la republica mexicana. Porque a fin de cuentas la gente de Yucatán, Hidalgo u otros estados, no necesariamente sabe de la Tarahumara, han oído la palabra, pero no la han visto. Creo que es agradable saber de otra gente; es otro país, no hay que olvidar, la tarahumara es en sí un país tarahumara, lo mencionan ellos mismos: los que no son tarahumaras son extranjeros, sean mexicanos, holandeses o americanos, o lo que sea, son extranjeros. Siempre habrá necesidad de tener una idea de a dónde va uno, es bueno estudiar un poquito y no ver nada más el paisaje, es fabuloso saber un poco más de tu alrededor.