(Tercera y última parte)
La trata de personas representa uno de los negocios ilícitos más redituable para el crimen organizado transnacional y el delito más vergonzoso y lacerante para la sociedad mundial, pues priva de su dignidad a millones de personas con fines de explotación laboral, sexual o extracción de órganos.
De acuerdo con una estimación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las ganancias anuales de esta actividad ascienden a unos 32 mil millones de dólares, sólo superado por el tráfico de drogas y el de armas.
Según cifras publicadas por la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito el número de víctimas está situado en alrededor de 2.5 millones de personas, aunque la clandestinidad de la actividad, la complejidad de las redes de tratantes y el poco interés que se le ha dedicado al delito dificulta contar con datos precisos.
A través del engaño, la violencia, la amenaza o el abuso de poder los tratantes enganchan diariamente a mujeres, hombres y niños para someterlos. Las víctimas se ubican principalmente en los cinturones de mayor pobreza y marginación de todos los países del orbe, su ignorancia y precaria vida potencian su vulnerabilidad. En esta condición, para los tratantes las víctimas pierden su condición de ser humano para convertirse en simple mercancía cuyo único valor es monetario.
En la trata con fines laborales, las víctimas son obligadas a realizar trabajos o servicios forzados, servidumbre doméstica, situaciones de esclavitud o mendicidad infantil y de grupos vulnerables como niños, ancianos y personas con capacidades diferentes. Así, su condición de vida es más miserable, humillante y rodeada de violencia, que aquella de la que quisieron escapar, de ser el caso.
En tanto, las principales víctimas de explotación sexual son niñas y adolescentes, quienes al igual que las mujeres adultas sometidas, son obligadas a realizar actividades extremadamente inhumanas a través del maltrato físico, psicológico, amenazas y por la fuerte dependencia a las drogas que el explotador le crea.
Estudios de la OIT arrojan que de los 12.3 millones de personas que son víctimas de trabajo forzoso en todo el mundo, 1.39 millones están involucradas en la prostitución infantil forzosa y de este un 40 por ciento a un 50 por ciento son niños y niñas. Otra cifra alarmante es el promedio de tiempo que un “explotador” o proxeneta obliga a una persona a ejercer esta actividad, la cual está calculada en 61 horas semanales en periodos de 21 a 30 días al mes.
Los altos ingresos que genera el delito, tanto para explotadores como para explotadas, así como los altos niveles de corrupción y complicidad de las autoridades de distintos órdenes de gobierno, dificulta la lucha por erradicarlo, aunado a los bajos presupuestos gubernamentales dedicados para este fin y la inexistencia de leyes y políticas de Estado en materia de prevención, protección y ayuda de las víctimas.
El combate a la trata de personas requiere de enfoques multidimensionales y la participación conjunta y decidida de instituciones federales, estatales y municipales, además del apoyo y asesoría de la comunidad internacional y la participación de la sociedad civil.
Mientras no se cuente con instituciones fuertes, se erradique la compra y complicidad de autoridades, se reduzcan los niveles de impunidad, pobreza y exclusión social, la trata de personas se mantendrá como la desgarrante esclavitud del Siglo XXI.
*Consultor político y profesor de FCPyS, UNAM.