Las medidas de Nicolás Maduro sumen cada vez más a Venezuela en el pozo de la desesperación y el colapso. La crisis social que se gesta en la República Bolivariana ya inició en distintos puntos de esa nación, la gente, impotente, reacciona como puede a las restricciones del gobierno que fincó en el espíritu de la revolución el eslogan traidor de la democracia.
Nicolás Maduro Moros se ungió como presidente de Venezuela en el contexto de una Venezuela ya muy lastimada, pero aun confiando en su principal institución, la del ejecutivo.
Hoy la República Bolivariana colapsa. La nación de mujeres bellas y hombres talentosos, esa cuyo pueblo exudaba solidaridad y alegría, se cae a pedazos ante el embate de un gobierno represivo y en constante conflicto, cuyo presidente, sin mayor explicación, anunció la modificación del huso horario en el país desde el primero de mayo como “una forma para ahorrar energía ante la crisis eléctrica”.
La justificación es incomprensible frente a la realidad social que viven los venezolanos. Maduro insiste en que ese país debe adaptarse “en revolución, para que el cambio (climático) afecte lo menos posible la calidad de vida y la felicidad de nuestro pueblo, estamos enfrentando este fenómeno de sequía que es casi una tragedia ambiental”.
Aunado a ello, medios internacionales dan cuenta cómo el mandatario sumó esta semana el día lunes al asueto obligado que inicia desde el viernes y que concluye entonces el día martes para reforzar ese ahorro de energía.
En medio de una de sus peores crisis económicas, donde gran parte de la población no tiene acceso a elementos básicos más allá de los alimentos, como papel higiénico, el ejecutivo insiste en esas medidas de “prevención y fortalecimiento”, aunque varias de ellas no le han dado los resultados esperados.
Maduro redujo los horarios de trabajo y con ello los ingresos de los venezolanos. Primero ordenó que el sector público sólo trabajara de lunes a jueves entre abril y mayo. Ahora las jornadas se bajaron de 40 36 horas. Además, suspendió actividades públicas tradicionales, con el fin de reducir el consumo de energía.
Aunque la decisión es más un desesperado intento para impedir que su principal central hidroeléctrica, la represa de Guri, que surte de energía al 70 por ciento del país, colapse, todo esto, impacta directamente en la economía general del país, con un pueblo imposibilitado económicamente, sin dinero circulando en las calles.
Por la crisis eléctrica, aumentaron más severamente los cortes de energía, y por ello, el colapso de las termoeléctricas está a un paso y entonces Venezuela, literalmente, quedará en la oscuridad total.
El plan de ahorro energético impuesto por Maduro desató la inconformidad social y hoy en distintos puntos de Venezuela se registran los primeros casos de saqueo. La desesperación de los habitantes rebasó el límite.
Y aunque Maduro Moros insista en echarle la culpa al fenómeno meteorológico conocido como el Niño y al cambio climático en general, los venezolanos no olvidan las acusaciones de corrupción que arrastran desde los tiempos del presidente Hugo Chávez que, con el pretexto de dotar al pueblo de plantas termoeléctricas para “minimizar la dependencia de la generación de energía que se produce al sur del país”, compró equipo que no funcionaba o que se perdieron en el camino. A pesar de todo ello, el presidente insiste en caminar la misma ruta y hace oídos sordos a reclamos y urgidas peticiones de apoyo de su pueblo, lo que raya en la incomprensión total. ¿Hacia dónde va Nicolás?