Entrevista a Aisha Moreno | Bailarina Compañía Nacional de Danza | Exclusiva para Siempre!

El 29 de abril de cada año se conmemora el Día Internacional de la Danza, fecha en la que se recuerda que esta disciplina es una conjugación del alma y el cuerpo en conjunto con la música, en la que el cuerpo lleva la batuta al interpretar un sentimiento a través de movimientos armónicos que reflejan las características del personaje que se interpreta. Para festejar este día, recopilamos en exclusiva para Siempre! la visión de la danza desde tres puntos de vista: el ejecutante, el docente y el alumno, para saber cuál es el sentir de cada uno desde el punto en el que están parados, porque algunos bailan por gusto y para vivir.

 

Bailarina “Cuerpo de Baile”

“Mi primer acercamiento con la danza fue gracias a mi mamá, pues tiene una Academia de Ballet”. Aisha Moreno originaria de la Ciudad de México tuvo contacto con la danza desde muy pequeña, pero entró en ese mundo por una curiosidad infantil que la invadió con naturaleza, “ella (su madre) decidió no forzar la situación, decidió que por iniciativa propia si me llamaba la atención decidiría a entrar (a clases de ballet)”. Así fue como Aisha se colaba en las clases de su madre e imitaba los movimientos de las pequeñas que bailaban.

¿Qué siente un bailarín cuando mueve su cuerpo al compás de las notas musicales? Desde el punto de vista de Aisha, todo depende de la pieza que estés interpretando porque “todo ballet tiene su historia” y tiene que ver con el hecho de entrar en personaje para poder sentir, “no sientes lo mismo bailando una “Willi” de Giselle a un Cisne en Lago… (sic) va desde alegría, enojo, melancolía. Lo importante es que en el escenario lo disfrutes porque todos los ensayos atrás te dedicaste a perfeccionar.

Aisha Moreno. Foto: Carlos Quezada

Aisha Moreno. Foto: Carlos Quezada

Y sí, haber dedicado varios años de su vida al estudio de esta disciplina le han valido poder bailar en las zapatillas de personajes de obras como Giselle, El Lago de los Cisnes en la Isleta de Chapultepec, El Cascanueces en el Auditorio Nacional, Cri Cri, y muchas otras como parte de la Compañía Nacional de Danza, a la cual se integró en enero de 2015. Pero antes ya había formado parte de diversas compañías como el Ballet de Monterrey, la Compañía de Danza Ardentía y tomó clases en diversas compañías de Francia, Inglaterra, Suiza, Italia y España.

Para tomar la decisión de dedicar toda una vida a la ejecución del ballet clásico, Moreno pasó por un proceso entre la rebeldía y una lesión que la hizo retomar el camino de una manera más tenaz, “quise dejarlo pero mi mamá no me dejó me dijo que me pusiera un plazo y pensara realmente si lo quería abandonar o era un arranque de rebeldía”.

Después de que se lastimara, decidió integrarse de nuevo pero con ciertas dificultades como enfrentar el hecho de no poder, pero “a punto de darme por vencida vi una función en el Palacio de Bellas Artes con la Compañía Nacional de Danza, era el Ballet “Carmen” con la Primera Bailarina en ese entonces Irma Morales. Al verla parada en ese escenario con el vestuario rojo y llena de bríos yo pensé -quiero estar ahí- y en ese instante fue cuando me di cuenta que la danza era mi vida y no importaba el esfuerzo que me costará y obstáculos yo iba a bailar algún día en ese escenario”, y así lo hizo.

Para que el camino no sea tan difícil es necesario tener una automotivación, como ella considera, porque la carrera es una lucha constante de egos y pasiones, gracias a las cuales hay que mantener la cordura y tener paciencia, “equilibrar tu vida que por muy demandante que es la vida de un bailarín te la pasas sumergido en clases, funciones, ensayos, aprendiendo, repasando y perfeccionando, también debes conseguir tiempo como persona”.

En este momento, Aisha integra el cuerpo de baile de la compañía y acaba de participar en la temporada de la obra “Coppélia”, la cual no se presentaba desde hace 15 años en nuestro país. Pero aunque la temporada terminó, el trabajo de ensayos y montaje continúa para interpretar Cri Cri .

 

La Danza cura

Cristina Berenice imparte clases de ballet clásico en el Estado de México, tiene su propia escuela en la que transmite sus conocimientos a niños y jóvenes, conocimientos que adquirió al estudiar la Licenciatura en Danza por la Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP). Su primer encuentro con la danza lo tuvo gracias a su madre, la cual le transmitió tanto el gusto como las ganas por bailar, “recuerdo un salón enorme con espejos y a mi muñeca Barbie acompañándome a hacer las poses”.

Crisitina Berenice junto con sus alumnos de ballet clásico

Cristina Berenice junto con sus alumnos de ballet clásico.

Pero decidir estudiar la disciplina requiere de consciencia del propio cuerpo y de “las maneras infinitas en que puede moverse”, y como ella dice “encontré mi movimiento y de ahí me llevó a vivir una sensación de vida y libertad de la que ya no quise desprenderme”. Por eso, cuando se dio cuenta de que la danza puede tener un gran poder de curación y transformación en la vida de las personas, decidió dedicarse a impartirla, porque “la danza cura, motiva a cualquier edad y alimenta”. El momento que determinó su estancia permanente en la disciplina fue cuando tuvo la oportunidad de dar un taller para niños invidentes.

Y gracias a ello, decidió impartir clases porque “procuro que la gente disfrute y ame tanto la danza” con cada movimiento e interpretación. Todo este conjunto de sentimientos y movimientos la impulsaron a emprender y fundar su propia escuela de danza, y se considera una persona afortunada que ha logrado encontrarse con personas que tienen la disposición de ayudar y el “hambre de bailar” porque cuando baila realiza un encuentro único consigo misma en donde logra conectar su cuerpo con sus emociones, “es mágico”.

“Para mi, bailar es vida y tan importante en mi vida como respirar”. Cristina tiene una academia de danza de reciente creación de nombre “Danzika”, ubicada en Cuautitlán Izcalli, Estado de México en la que se dan clases de ballet clásico, jazz y danzas árabes.

Mi cuerpo existe junto conmigo para bailar

Livia Garciacano

Livia Garciacano

Estudiar en el CEDART Luis Spota Saavedra fue para Livia Garciacano el primer acercamiento a la danza, cuando tenía 16 años, pues la clase de ballet clásico formaba parte del tronco común, y aunque ella no quería tomarla, la obligación la llevó a encontrar el gusto por la disciplina, pues ella quería dedicarse de lleno a la música. Pero todo cambió a los 18 años cuando descubrió que los bailarines poseían un gran control, porque se dedicaba a regalar cortesías para gente de bajos recursos en el Centro Cultural del Bosque, de Bellas Artes. A raíz de ese acercamiento, comenzó a sentir una gran necesidad por experimentar lo que veía, de esta forma “quería expresar todo lo que tenía dentro que era demasiado, y comencé a concluir que la forma de hacerlo sería bailando”, Livia afirma que no tenía idea de cómo acercarse porque no poseía ni fuerza ni elasticidad, “pero si muchos deseos de aprender y desarrollarlos de alguna forma, encontré el Estudio Profesional de Danza Emma Pulido y ahora que estoy en ese lugar, sé que mi cuerpo existe junto conmigo para bailar, expresar y crear con movimiento”.

Para una estudiante de danza como Livia, estar dentro de un salón de baile implica experimentar diversas emociones, “cuando piso el salón de danza siento que estoy en otro mundo, olvido el exterior y solo puedo pensar en mis movimientos… (sic) muchas veces me inclino a la melancolía y a la fuerza de la vida, es una combinación extraña de emociones”. Cuando se elige tomar una rama del arte como modo de vida, se puede lograr ser parte de un “sentimiento hermoso de placer, y recuerdo lo mucho que amo bailar, explotar mi cuerpo y compartirlo”.

Además ella comenta que ha decidido que vivirá de esto, hasta el punto de decir que ha bailado a placer, y que no le importa “morir mañana, porque moriría feliz”. Porque aunque sus sueños los piensa a largo plazo, en 5 años se ve como parte de los cuerpos de danza de grandes compañías, pero ella ama su institución educativa el Estudio de Danza Emma Pulido porque ahí aprendió y seguirá adquiriendo conocimientos, y quiere honrar ese aprendizaje con un proyecto que surja desde las entrañas de su escuela. Pero aunque enfoca su mente a triunfar en los escenarios mexicanos, no descarta la posibilidad de estar en las grandes galas en el extranjero.

“La verdad es que yo ya grande nunca pensé que la danza sería parte de mi vida y mucho menos que haría de mi la persona que soy y seguirá siendo y cambiando gracias a ella; he conocido mucha gente que se da por vencida porque dicen que no comenzaron a hacer danza desde pequeños, pero la verdad es que no es necesario, tal vez sería lo mejor, pero siempre puedes darte la oportunidad de bailar”, añadió.

Aunque para mucha gente bailar es solo parte de un pasatiempo, muchas personas en nuestro país lo han adoptado como estilo de vida, como forma para vivir y sobrevivir y sobre todo, como una forma de poder transmitir lo que desde el alma se siente, ponerse en los zapatos de un personaje y crear vida con el cuerpo. Ya sea como solista o con pareja, la danza es una disciplina para disfrutar y para vivir.

“Yo que era un solitario bailando, me quedé sin hablar, mientras tú me fuiste demostrando que el amor es bailar”, Café Tacvba, El Baile y El Salón.

¡Feliz Día internacional de la Danza 2016!