El quehacer escénico de David Antón

Hablar de David Antón, quien en las artes plásticas descubrió su talento creativo pero en el quehacer escénico desarrolló su verdadera vocación hasta el infinito, es constatar buena parte del acervo teatral mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Estudiante destacado de pintura y escultura en La Esmeralda, y si bien su producción en la materia no es muy vasta, es sin embargo autor de algunas obras que bien ejemplifican su talento y su sensibilidad, su singular estilo, como el estupendo y ya referencial retrato que le hizo a su querida amiga, la primera actriz María Douglas.

Autor ya de más de quinientos diferentes diseños, dato que bien merecería ser consignado en los Guinness World Records, este siempre creativo e invaluable oficiante del teatro inició su intensa carrera hacia finales de la década de los cuarenta, con obras de dramaturgos estadounidenses contemporáneos como Eugene O’Neill y Tennessee Williams puestas en la Sala Guimerá. En ocasiones también vestuarista, su creatividad se ha hecho patente en prácticamente todos los terrenos del quehacer escénico, ya sean los teatros clásico, moderno o contemporáneo, el vaudeville, el género lírico o la comedia musical. Colaborador destacado en trascendentales montajes de directores de la talla de Seki Sano (con él  hizo precisamente su entrada triunfal, con La mandrágora, de Maquiavelo), Fernando Wagner, José Solé, José Luis Ibáñez, o los de igual modo dramaturgos Salvador Novo y Luis G. Basurto, David Antón es uno de esos contados escenógrafos cuyo talento plástico se refleja en sus diseños pletóricos de creatividad, imaginación y visibles equilibrio y proyección estéticas, que hacen de sus trabajos auténticas obras que por su valor individual pero también por su compenetración con el todo ofrecido en escena trascienden una mera esfera contextualizadora.

Pieza medular en múltiples giras nacionales y por otros países de América y Europa, muchas de ellas por España y Argentina, en los más de los casos con gran éxito, este notable artista y escenógrafo cuenta en su registro el haber trabajado con las máximas divas del teatro, entre ellas, Virginia Fábregas, María Tereza Montoya, Marga López, María Douglas, Andrea Palma, Silvia Pinal, Ofelia Guilmáin, Jacqueline Andere, Amparo Rivelles, Nati Mistral y Aurora Bautista. Caso especial fue Dolores del Río, quien venida del cine subió por primera vez al escenario con El abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde, y desde entonces pidió tener en David Antón a su escenógrafo de cabecera. Por muchos de estos memorables montajes ha sido nominado y ha recibió innumerables premios otorgados por diversas agrupaciones de periodistas, entre otras, la más antigua e importante del país, la Asociación Mexicana de Críticos fundada por Xavier Villaurrutia, Francisco Monterde, Wilberto Cantón y Rafael Solana.

Clásicos de la dramaturgia universal y del teatro en lengua castellana, éxitos de Londres y de Broadway, autores mexicanos y extranjeros (recuerdo con particular emoción, por ejemplo, su extraordinario trabajo en el estreno en México de La señorita de Tacna, de Mario Vargas Llosa, dirigida por José Luis Ibáñez y con Silvia Pinal en uno de sus papeles memorables), montajes tradicionales y experimentales, han sido enriquecidos por el talento creativo y visionario de David Antón. Audaz y siempre inventivo, se trata indiscutiblemente de una de nuestras máximas autoridades en su especialidad, su mayor decano en activo, por lo que cada nuevo trabajo suyo sigue imponiendo por su sabiduría concentrada, por su magistral oficio, por aquel efecto siempre sorpresivo y revelador que sólo ejercen los verdaderos artistas. La desaparecida primera actriz, directora y empresaria Fanny Mickey, argentina que hizo de Colombia su segunda patria, tuvo la visión de enriquecer el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá con una participación constante y protagónica de este experimentadísimo hombre de teatro, en la que fuera una presencia nodal que mantuvo hasta la muerte de ella en 2008.

Presente de igual modo en nuestra industria cinematográfica, David Antón se ha hecho acreedor a varios reconocimientos, entre ellos, un Ariel de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas por Rastro de muerte, de Arturo Ripstein, y sendas Diosas de Plata de Periodistas Cinematográficos de México por La casa que arde de noche, de René Cardona, y Toña Machetes, de Raúl Araiza. Amigo cercano de muchas de las más grandes figuras de nuestro quehacer fílmico, este completísimo gran artista convivió de cerca con algunas de las mayores leyendas del llamado cine de oro mexicano, a decir, las propias Dolores del Río y María Félix. Reconocido de igual modo en el Festival Internacional de Cine de Morelia, el gran Diego Rivera fue uno de los primeros en enaltecer el talento de quien estaba destinado a hacer una extraordinaria carrera.

Medalla Bellas Artes 2012, David Antón sigue recibiendo —en vida, como debe ser— honrosos reconocimientos a la que ha sido una vida dedicada al teatro y a la creatividad productiva, como el homenaje que el H. Ayuntamiento de Toluca —a través del Instituto Toluquense de Cultura— y la Asociación “Caballero Águila” le acaban de hacer el mismo Día Internacional del Teatro, el pasado martes 29 de marzo. Apenas una pequeña retribución a lo mucho que le ha dado a nuestro quehacer escénico, al propio mundo del espectáculo donde su talento ha brillado con luz propia, el siempre propositivo y tenaz Édgar Ceballos editó en 2014, en su valioso sello Escenología, el hermoso libro conmemorativo En los andamios del teatro, que el propio artista supervisó y en el cual se exhiben algunos de los más representativos diseños de este incansable guerrero del teatro. En cuanto este rico compendio contribuye a ilustrar una buena parte de nuestro acervo escénico, en el que por cierto el mismo David Antón ha sido protagonista tras bambalinas, uno de sus más generosos artífices, debiera convertirse en libro de texto no sólo presente en nuestras escuelas y carreras de arte teatral.