Un concepto nuevo de la risa

 

 

El que lee mucho y anda mucho,

ve mucho y sabe mucho.

Don Quijote de la Mancha

Este 23 de abril, Día Internacional del Libro y la Lectura, la cultura universal conmemorará cuatro centurias de la desaparición física del bardo inglés William Shakespeare y de Miguel de Cervantes Saavedra, a quien su apologista, Francisco Navarro Ledesma, denominó como el Ingenioso Hidalgo de la Lengua Española.

La impronta de Cervantes en la vida cultural de la Nueva España desembarca a través de los 160 libros del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, transportados por el capitán Andrés de Hervás en la nao Espíritu Santo desde la metrópoli y destinados al librero Clemente de Valdéz, vecino de México, quien —según consta— pagó 12 reales por volumen.

En ocasión del tercer centenario del fallecimiento de Cervantes, en 1916, el escritor mexicano Amado Nervo describió la precariedad e incertidumbre que se vivía ante el estallamiento de la Gran Guerra en Europa, del enfrentamiento entre facciones villistas, carrancistas y zapatistas en el centro de México y la Expedición Punitiva de Pershing al norte del país, lo que le lleva a afirmar que “en este desastrado caso, el centenario de Cervantes se celebrará en familia, lo celebrarán España y algunas de las naciones hispanoamericanas, quizás no todas, ya que la de más antiguo abolengo, la Nueva España de entonces, es de temer que para 1916 ande aún presa en las fatales e inextricables redes de esa guerra civil que no acaba nunca y que amenaza con hacer del país más rico del mundo el más desolado y trágico de los Saharas”, como lamentablemente ocurrió.

No obstante las aciagas premoniciones del poeta nayarita, éste nos obsequia un extraordinario ensayo en el que reconoce que debemos a Cervantes “entre tantas cosas admirables, un concepto nuevo de la risa. Quizá le debamos la sonrisa: la sonrisa matizada, moderna, la sonrisa noble, discreta, acaso un poco melancólica; la sonrisa, supremo privilegio humano, tan propia de las almas grandes y serenas. Leyendo y releyendo el Quijote se aprende a sonreír… Y vaya si necesitamos este resplandor fugitivo del alma, que tan apaciblemente se refleja sobre la fisonomía, ahora que la borrasca nos sacude con sus alas trágicas…”

Esta profunda reflexión en torno al valor de la risa converge en el tiempo con la revaloración que Zygmunt Bauman le da a ese gesto tan espontáneo del ser humano, al que el sociólogo polaco le concede un importante valor libertario y de insumisión “en franca oposición al formalismo oficial”, y que en la huella cervantina está siempre presente, a flor de frase, pendida del refrán, del acertijo, la copla y sentencia ejemplificante, siempre certera, de forma tal que en voz de cualquiera de sus personajes, nuestro Ingenioso Hidalgo de la Lengua rubrica el valor de la risa y, al tiempo, el de la lectura y el de andar por el mundo a fin de conocerlo, disfrutarlo y, sobre todo, recrearlo como expresión libertaria de la sociedad.