De la unión entre un conquistador que fue sobrino y homónimo del poeta áureo y una princesa descendiente del soberano del Imperio Inca, nació Gómez Suárez de Figueroa en la antigua capital imperial, Cuzco, a la cual compararía luego con Roma, el 12 de abril de 1539. Con el tiempo cambiaría su nombre por el de su padre, y sería conocido para la posteridad como uno de los iniciadores de las letras americanas, Garcilaso de la Vega, llamado “el Inca”.
Se trata de uno de los primeros escritores de América que conjuntó en su personalidad el sino, las contrariedades y las riquezas de ser hijo del conquistado y del conquistador. Lo que se conoce como mestizaje, es para el Inca asunto tan cultural como personal: “A los hijos de español y de india o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias, y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro de él” (Libro VIII, capítulo XXXII).
El autor de la frase anterior es el mismo que en el discurrir de una de sus obras Comentarios Reales de los Incas (1609), antes citada, también se enorgullece de su origen incaico, y lo expresa con personalísimas frases que develan su conciencia de autor, uno de los rasgos inequívocos que le dan forma a un artista: “Yo, como inca que soy doy fe de ello” (Libro I, capítulo V).
Los Comentarios Reales de los Incas son la obra maestra del escritor emblema de las letras peruanas y latinoamericanas. En ellos se narra la historia espiritual, natural y política de Tahuantinsuyo, reino de las cuatro partes, y se diferencia de su texto póstumo, Historia General del Perú (1617), porque relata el pasado y esplendor prehispánico de su país. El segundo libro trata en cambio sobre la conquista del imperio y su caída a manos de Francisco Pizarro. Es un ejemplo muy bello y ameno de la crónica –mezcla del discurso histórico con el literario–, género que floreció en el siglo XVI al amparo del encuentro de Europa con nuestro continente. Muchas fueron las plumas que retrataron la cultura americana para un público europeo ávido de noticias del Nuevo Mundo, pero pocos como Garcilaso de la Vega contaron su historia con una perspectiva al mismo tiempo indígena e hispana. Como Hernando de Alvarado Tezozómoc, cronista y nahuatlato novohispano que también representa una visión cultural de ambos mundos en choque.
En los Comentarios Reales de los Incas encontramos esta mirada humanista, lo mismo en disertaciones sobre la fonética de la lengua inca y lo propensos que son los españoles a trocar las formas correctas de los vocablos, como en las historias de los monarcas imperiales, hijos del Sol, a quienes veneraban con fruición en templos monumentales construidos a orillas de lagos salados como el Titicaca o de los gigantescos muros de nieve de los Andes.
Destaca además una postura de lamento ante el cruel sometimiento y destrucción de su pueblo y de su cultura, por los que siente una admiración que resalta en toda su obra y a quienes ve como un primer gran imperio civilizador, mucho antes de que llegaran los españoles. Es muy conocida la referencia del Inca a la organización social que tenía su pueblo en torno a su labor agrícola: “en labrar y cultivar la tierra también había concierto y orden. Labraban primero las del Sol, luego las de las viudas y huérfanos y de los impedidos por la vejez” (Libro V, capítulo II). Un tipo de tejido colectivo y cooperativo, soñado en nuestros días por nuestra sociedad.
Con un discurso sencillo que no deja de ser culto, nos enteramos de la medicina que llegaron a usar los incas; de cómo eran sus estudios astronómicos; de los castigos que tenían por no regar las tierras de temporal o del reparto que tenían de ellas. También de los sacrificios y vírgenes ofrendadas al Sol; del origen del nombre Perú y de sus instrumentos musicales, cálculos matemáticos, poesía e incluso sobre su filosofía
Además de los cuatro siglos del fallecimiento de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, –ocurrido el primero el 22 de abril y el segundo el 23 del mismo mes (del calendario juliano, 3 de mayo del gregoriano)– la literatura mundial e hispanoamericana conmemoran este 2016, en este caso el 23 de abril, los cuatrocientos años de la muerte de uno de sus autores fundacionales, El Inca, Garcilaso de la Vega, germen del sincretismo cultural, indígena e hispánico, en el que se fundamenta nuestra gran literatura latinoamericana.