Con nuestros impuestos
La corrupción es causa directa de la
pobreza de los pueblos y suele ser
la razón principal de sus desgracias sociales.
Jorge González Moore
Resulta indignante, por decir lo menos, pero cómo es posible que una persona pueda acumular tanto dinero en tan poco tiempo aprovechándose de un cargo o espacio —público o privado— que le permite manejar recursos económicos de terceros y que, con un mal manejo, desvío o aprovechamiento fuera de la ley, les pueda producir ganancias exorbitantes, que los ciudadanos comunes cumplidores de la ley difícilmente podrían ver junto tanto dinero.
Sorprendente que en un mismo día alguien pueda realizar operaciones inmobiliarias para comprar once departamentos en las zonas mas lujosas y exclusivas de Miami en la unión americana por un monto de 6.3 millones de dólares (más de cien millones de pesos); si se indaga un poco se encontrarán cuentas millonarias, bienes muebles e inmuebles por todos lados; y, además, quien realiza esas operaciones goza de fuero, y con gran cinismo salga a declarar que todo ha sido realizado con recursos lícitos y bien habidos.
Lo menos que debe hacer la autoridad hacendaria es indagar el origen de los recursos y su licitud, pero tal parece que todos sabemos que en esta historia de corrupción no pasará nada, será una más que se integra a la gran lista de las que ya conocemos datos, nombres, montos y formas de enriquecerse ilícitamente; y pasa a ser una anécdota más, un caso más de impunidad, una historia negra que pasará al olvido cuando venga otra historia corrupta que supere lo ya visto y, como si de un destino fatal se tratara, siempre se llegara al mismo lugar. Se trata de un círculo vicioso que lleva décadas, un juego que muchos juegan, apuestan, triunfan, ganan y nadie los molesta.
El problema más grave es que se trata de recursos públicos, dinero del pueblo que fue asignado al sindicato de maestros más grande de América y del que nadie rinde cuentas, amparados en una supuesta autonomía sindical que, sin duda, sirve y es necesaria para efectos de que las autoridades no se entrometan en la vida interna de estas organizaciones gremiales que sólo compete a su agremiados. Pero en el manejo de los recursos públicos es distinto, independientemente de que un órgano publico o privado maneje los recursos públicos, por ese solo hecho deben estar obligados a rendir cuentas sobre su uso y manejo.
Sin duda el enriquecimiento de este líder sindical, como el de otros muchos, tiene que ver con el abuso del cargo que les fue encomendado; generar una maquinaria de usura con créditos impagables para los maestros afiliados a este sindicato con el consentimiento de gobierno no tiene nombre; pero lo más grave es que las deudas generadas por esta práctica desleal e ilegal no fueron pagadas por los deudores directos, sino que fue solventada con el “Profeproa” con más dinero público de nuestros impuestos. Negocio redondo.
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