A 25 años del fin de la Guerra Fría
Durante la Guerra Fría, el mundo estaba dividido en dos bloques ideológicos: el liberal-occidental liderado por Estados Unidos, y el comunista-oriental, por la Unión Soviética. Esta confrontación terminó en 1991, con la desintegración de la URSS. Veinticinco años después, una nueva alianza busca retomar el liderazgo mundial: Estados Unidos por un lado y la Unión Europea por otro; en ambos casos, la supremacía conjunta se obtendrá teniendo como base el libre comercio. Estos dos bloques se encuentran negociando un acuerdo comercial que, por su magnitud, es considerado como el Supertratado; estamos hablando del Acuerdo Transatlántico de Inversiones y Comercio (TTIP, por su siglas en inglés), el cual se convirtió en una prioridad para el presidente estadounidense Barack Obama. De hecho, desde 2011, Obama ha estado apresurando a las partes negociadoras para que el acuerdo sea firmado antes de dejar su gobierno.
El mayor tratado de libre comercio
Es considerado como el mayor tratado de libre comercio de bienes y servicios de la historia, pues contempla nuevos negocios por más de 160 mil millones de dólares para la Unión Europea (UE) y 128 mil millones para Estados Unidos. La Comisión Europea afirma que el PBI del bloque europeo crecería entre 0.5% y 1%, lo que significaría un impulso clave para salir de la recesión. Alemania, que es el país clave de Unión Europea, considera que se crearán 400 mil empleos, en un gran mercado transatlántico de 800 millones de consumidores.
Por estas razones, a Estados Unidos le urge acelerar la firma del acuerdo. La semana pasada, el presidente Barack Obama cruzó el Atlántico para realizar una gira de seis días y apurar a la Unión Europea a que mantenga su fortaleza económica y política; condiciones necesarias para cerrar el Supertratado. En especial, lo que más preocupa al mandatario norteamericano es la posible salida de Gran Bretaña, su principal aliado dentro de la Unión Europea.
El próximo 23 de junio, el pueblo británico acudirá a las urnas para decidir, en un referéndum, si Londres debe quedarse en la Unión Europea o, de plano, mejor salirse del bloque.
En ocasiones anteriores, Obama no ha dudado en calificar el eje Estados Unidos-Gran Bretaña como la mejor alianza estratégica de la historia. En términos de seguridad global, si los ingleses deciden abandonar el bloque europeo, Washington perdería uno de los mejores aliados en Europa.
El ministro de Comercio e Inversión de Reino Unido, Lord Price, quien estuvo de visita en México a principios de abril, señaló que el Brexit o referéndum de la salida británica no implica en realidad abandonar los intereses comerciales con la UE, sino simplemente mantener una autonomía más grande respecto a las decisiones políticas británicas.
“Si el pueblo decide que es mejor abandonar el bloque, no por eso también se abandonarían los acuerdos comerciales que ya tenemos con la Unión Europea. El bloque europeo representa en estos momentos el cien por ciento de nuestra economía. Nuestro país ha sabido negociar con los 27 países que integran la alianza europea más grande de la historia y eso es una gran experiencia que ya tenemos a nuestro favor”, afirmó Price.
Que Reino Unido se mantenga en la UE
Durante su visita a Londres, Obama abogó por que Reino Unido se mantenga dentro de la Unión Europea por obvias conveniencias estratégicas mutuas. Quienes favorecen la salida o Brexit, como el alcalde de Londres, Boris Johnson, sostienen que el bloque europeo en realidad está siendo superado por los desafíos que ha implicado su integración y consecuente ampliación. Johnson incluso calificó la visita de Obama como hipócrita, pues afirma que Estados Unidos “nunca aceptaría compartir su soberanía con una institución como la UE”.
En París, Obama dejó entrever que Estados Unidos y la Unión Europea deben ser los líderes del mundo. En esa ocasión, dijo específicamente que una “Europa fuerte y unida es una necesidad para el mundo, porque una Europa integrada es vital para nuestro orden internacional”.
Las sirenas del populismo
En Hannover, Alemania, último punto de su visita a Europa, comentó ante la canciller Angela Merkel, “tal vez ustedes necesiten que un extranjero venga a recordarles la magnitud de lo que han logrado a partir de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial”. En otras palabras, Obama está aludiendo a retornar nuevamente al eje aliado como se hizo al final de la segunda mayor conflagración mundial, pero esta vez bajo el eje Washington-Bruselas para enfrentar los nuevos desafíos internacionales que afecta a ambos, es decir, Rusia y Oriente Medio, principalmente el llamado Estado Islámico. Ahí, Obama elogió a Merkel como nunca antes lo había hecho al calificarla de ser su amiga y de “estar del lado correcto de la historia”.
Por si todavía no fuera visible, Obama tuvo una reunión con el presidente francés François Hollande y los primeros ministros de Italia, Matteo Renzi, y de Gran Bretaña, David Cameron, respectivamente, a quienes advirtió que “no se dejen tentar por la engañosas sirenas del populismo”, nuevamente su alusión es clara hacia Moscú y el bloque de países que integran el BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
A sólo nueve meses de concluir su mandato, Obama ha acelerado las negociaciones para, al menos, establecer las bases reales de la firma del TTIP, también considerado como el tratado elitista, porque sus miembros son los dos más poderosos del mundo y quienes prácticamente dictan el sistema de comercio global. Pese a esto, también hay voces en contra de este tratado, sobre todo en Alemania y los grandes países europeos, que temen verse obligados a renunciar a su sistema de altos estándares de calidad, en beneficio de las multinacionales norteamericanas.

