Las campañas antipeñistas
La verdad no está de parte de quien grite más.
Rabindranath Tagore
Entregado el informe de los expertos del GIEI de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, su contenido crítico parece confirmar que la tarea no era coadyuvar, sino confrontar.
No es la intención de quien esto escribe repetir las críticas escritas en las páginas de Siempre! sobre el comportamiento de los expertos. Quizá deberíamos darle una perspectiva de tiempo y espacio a su actuación.
Aquí se ha señalado que hasta mayo de 2014 México parecía vivir una luna de miel con sus siempre refunfuñones vecinos del norte. Luego, todo cambió. Lo que antes eran elogios, se volvieron críticas.
Hipótesis sobran sobre ese cambio de actitud, hipótesis que son sólo eso: suposición sin pruebas que se toma como base para un razonamiento.
La tragedia de Iguala, en la cual fueron asesinados los muchachos de la normal de Ayotzinapa, pareció ser la oportunidad que se esperaba para empezar a demoler la imagen del gobierno peñista.
Quienes cuentan con los recursos, materiales y humanos, para ello procedieron a poner en marcha tal campaña, a partir de los errores de juicio cometidos aquí en el tratamiento inicial de la tragedia de Iguala. Lo inicial es la clave, todo lo hecho después ya no importó para los fines de la campaña.
Ahora todas las ONG y las instancias internacionales cuya tarea, dicen, es la defensa de los derechos humanos, acusan a México de “tortura generalizada”, que sus policías y fuerzas armadas violan sistemáticamente los derechos humanos en las operaciones contra las bandas criminales del narcotráfico.
Como dicen los abogados, supongamos sin conceder, que la tortura no se ha erradicado y que los policías y fuerzas armadas cometen abusos cotidianos contra la población. ¿Ese comportamiento empezó cuando llegó al gobierno el presidente Peña Nieto?
Durante los gobiernos de Vicente Fox y, especialmente de Felipe Calderón, que declaró la guerra contra el crimen, ¿esas mismas policías y fuerzas armadas no cometieron ninguno de los abusos de los que ahora son acusadas?
Quizá, y esto, claro, es otra hipótesis, lo que ocurrió fue que a su llegada al poder, el gobierno peñista no puso fin a la colaboración con las agencias de seguridad norteamericanas, simplemente ya no permitió que actuaran en territorio mexicano con toda libertad, ni que mantuvieran relaciones directas con las instituciones mexicanas, sino que estas relaciones se canalizaran a través de una ventanilla institucional, una sola. Se puso orden, pues.
Ante la campaña tan bien orquestada, con tanto respaldo de quienes aquí ven primero sus personales o políticos intereses, antes que los intereses nacionales, uno se pregunta si lo que las agencias de seguridad norteamericanas vieron como un desaire es la razón para que, a diferencia del sexenio calderoniano, ahora sí se violen sistemáticamente los derechos humanos.
Las rencorosas y poderosas instituciones de seguridad de Estados Unidos podrían aprovechar las circunstancias y el cambio de ánimo en Washington para cobrar agravios. No sería la primera vez, tampoco será la última.
Desafortunadamente los sicarios proyanquis apuntan a algo más serio: convertir México y su gobierno en blanco de acusaciones de consuetudinarios violadores de los derechos humanos y, por ende, un país que requiere de presencia internacional para asegurarle a la población el respeto a sus garantías.
jfonseca@cafepolitico.com
