Arranque de campañas
Un cínico es un hombre que, en cuanto huele
flores, busca un ataúd alrededor.
Henry-Louis Mencken
Estamos ya en el umbral de doce campañas electorales por doce gubernaturas, aunque las confrontaciones han empezado desde hace meses, incluidas las de los obsesionados por Los Pinos.
Muchos analistas de la política nacional consideran que serán elecciones trascendentes, porque de sus resultados dependerá la composición de fuerzas que dentro de año y medio se confrontarán en las elecciones presidenciales de 2018.
Como en toda democracia, estas elecciones serán briosas, desordenadas, con una electrizante carga de despropósitos, cuyo único objetivo es ensalzar las prendas personales de unos candidatos y hacer trizas la reputación de los adversarios.
Algunos partidos de oposición, sin tomar en cuenta que las elecciones de gobernador son elecciones locales, buscarán insertar en ellas temas nacionales, con lo cual probarán discursos y tácticas para 2018.
Uno de esos discursos es que todo está mal, que el actual gobierno de la república no ha dado resultados. Le apuestan a la mala memoria de los ciudadanos, habitualmente poco atentos a los asuntos de la política, salvo los escándalos.
Calculan que los ciudadanos ya habrán olvidado que los principales partidos de oposición firmaron el Pacto por México, la génesis de las reformas hechas por el actual gobierno y de la mayoría de las políticas públicas actuales.
Como en todas las campañas, las que empezarán en este abril no serán la excepción. Serán rudas, desalmadas, pues toda elección es una disputa por el poder.
Y, como en todas las campañas, se dirán muchas mentiras, y algunas medias verdades, las cuales al final son medias mentiras.
Nos bombardearán con escándalos y buscarán demostrar que sus adversarios, o son sinvergüenzas, o son imbéciles.
Tampoco nos alarmemos. Así ocurre en todas las democracias. Prevalecen la sinrazón y la mala fe, Sin embargo, no son razones para ver con cinismo los asuntos de la política. Juzguémoslos con escepticismo, sí, pero siempre debemos tener presente que somos nosotros, los votantes, quienes decidimos quiénes nos gobiernan.
No seamos cínicos, seamos realistas, no exijamos de la política electoral que resuelva todos los problemas de la vida. Reconozcamos sus límites, límites que son determinados por la voluntad para negociar con los otros, la voluntad para estar dispuestos a ceder cuando se negocia con los demás.
En suma, el realismo nos permitirá no exigir a los políticos que sean mejores que aquéllos a quienes pretenden gobernar. Si les pedimos eso, estamos invitándolos a mentirnos.
jfonseca@cafepolitico.com