Corrupción

 

El presidente Enrique Peña se ha referido al problema de la corrupción como un asunto de orden cultural. Esta declaración fue secundada por su secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, quien consideró que la corrupción es un asunto cultural y afirmó que “…forma parte de los seres humanos que siempre buscamos rentabilidad comercial y respondemos a otros incentivos”.

Estas declaraciones muestran un diagnóstico erróneo y ligero que puede llevar a caminos peligrosos y falsos, ya que la solución de un problema está íntimamente ligada a su definición. Afirmar que la corrupción responde a un factor cultural implica suponer que la ciudadanía tiene la culpa y no la élite gobernante. Éste no es un ejercicio reciente. Hace más de tres décadas, frente a la bancarrota moral del régimen de José López Portillo, el gobierno de Miguel de la Madrid lanzó con estridencia y sin eficacia la “renovación moral de la sociedad”, lo que significó que quien tenía que renovarse moralmente era la sociedad, no el gobierno.

Simplificar la corrupción como un tema cultural es equivalente a abordar un tema tan complejo, doloroso e importante, a partir de un epigrama o una galletita de la suerte; implica no reconocer la realidad: que es un problema de la capacidad del Estado para controlar a sus agentes y una fractura del Estado de derecho.

La corrupción es un tema de complicidades, redes de corrupción y un entramado de intereses políticos y económicos, sin ninguna sanción efectiva. Es la impunidad cobijada desde la estructura del poder, es un diseño institucional fallido, que no busca combatir la corrupción de manera eficaz.

El dilema es que si planteamos que la corrupción se explica por factores culturales, entonces su solución tendría que ser la implementación de programas de concienciación y educación, por lo que no tendría sentido el Sistema Nacional Anticorrupción.

Uno de los principales factores que explican el problema de la corrupción es el diseño institucional, un diseño fallido que la alimenta y solapa. Tenemos que reconocer que nos enfrentamos a un fenómeno de redes, complicidades, por lo que no podemos equivocarnos en diagnósticos simples, lo que requiere el país es una propuesta seria que fortalezca las instituciones encargadas de prevenir, sancionar y erradicar la corrupción.

El problema es institucional. El Estado mexicano nunca tuvo un compromiso honesto para combatir la corrupción, más bien ésta se hizo un elemento fundamental del sistema político mexicano; como ejemplo, se puede mencionar que en el proceso de pacificación después de la Revolución, las concesiones, privilegios, prebendas y “cañonazos de $50,000” fueron más que importantes.

Lo que enfrentamos ahora es un Estado vulnerado por la corrupción, la única alternativa viable es una verdadera reforma que garantice instituciones independientes, una política dirigida a educar, prevenir y sancionar los actos de corrupción, así como la construcción de confianza y ciudadanía.

En este contexto es pertinente rescatar lo que Acemoglu y Robinson mencionan en su obra Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty, donde exponen la historia de los dos Nogales, uno se encuentra en Arizona, Estados Unidos, y el otro en Sonora, México, separados físicamente por una alambrada y con la misma población, cultura y entorno geográfico, pero con dos formas de vida diferentes. En el caso de Nogales, Sonora, se observa un menor desarrollo como producto de la corrupción.

Hay una explicación muy simple y obvia sobre las diferencias entre las dos mitades de Nogales: las instituciones y el rumbo de las decisiones que a lo largo de la historia sus gobernantes han tomado. La misma existencia o ausencia de las instituciones o sus diseños defectuosos son definiciones que en algún momento pasaron por los gobernantes.

No se puede pensar, en términos de decisiones de Estado, que la cultura de los mexicanos es la de la corrupción. Sólo construyendo instituciones que limiten al Estado, que eduquen a los ciudadanos, empresarios y servidores públicos, previniendo y sancionando los actos de corrupción, podremos aspirar a reducir de manera significativa la corrupción en México.

@LuisHFernandez

Senador de la República