Para la Iglesia, la comunidad homosexual merece de atención y seguimiento pastoral, -incluidas en estos trabajos, a sus familias-, no habrá pues más discriminación eclesiástica para ese sector poblacional; pero hablar de matrimonio igualitario, eso sí no es tema de discusión, y mucho menos de aprobación.
De manera abierta, frente a las miles de expresiones que hoy en día se siguen registrando, de intolerancia, discriminación, condena y reproche hacia los llamados grupos “minoritarios” y a prácticas hasta delictivas que laceran a la sociedad en su conjunto, Jorge Mario Bergoglio aborda en su exhortación apostólica post sinodal “Amoris Laetitia,”, esos temas que angustian y provocan grandes debates: homosexualidad, divorcio (principalmente), pobreza, la explotación sexual de la infancia y la inequidad de género que maltrata cualquier oportunidad femenina, entre otros.
“Amoris Laetitia”, habla principalmente del amor en familia, de los valores perdidos y los que sobreviven, aquellos que hay que rescatar del mar de la tecnología y los daños colaterales de la globalización, y redirige la reflexión al planteamiento de las segundas oportunidades para aquellos que fracasaron en un primer intento matrimonial; todo, por el bien de la familia.
Si bien, la exhortación apostólica post sinodal no se pronuncia definitivamente sobre el tema del acceso a la comunión de los divorciados en nueva unión, sí propone una perspectiva pastoral en la que se tenga en cuenta “la complejidad de cada situación”.
El documento signado por el Papa Francisco ha sido publicadoen italiano, francés, inglés, alemán, español y portugués; y desde las páginas que son resultado de las reflexiones del Santo Padre a partir de los Sínodos de los Obispos sobre la Familia realizados en el Vaticano en 2014 y 2015, remarca su postura en contra del enlace matrimonial entre personas del mismo sexo, pero abre las puertas de la Iglesia a casi todo el resto de las actividades católicas:
“Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta, y particularmente cualquier forma de agresión y violencia”.
Se acabó la discriminación en lo particular y ofrece, por lo que se refiere a las familias, de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que “aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida”.
En la exhortación queda pues claro que el matrimonio igualitario nomás no entra, ni entrará, en los temas viables para la Iglesia Católica, lo deja debidamente explicado en uno de los dos párrafos que le dedica al asunto: “no son equiparables a las uniones entre un hombre y una mujer”, y va más allá: “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia […]”.
El Papa Francisco dice que es “inaceptable” que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo. Sí, he ahí el meollo del asunto.


