EDITORIAL
Las campañas electorales de 2016 se han distinguido por su inexistencia.
Tal vez en los estados la percepción sea distinta, pero lo cierto es que en los mismos medios de comunicación locales los candidatos aparecen, sin pena y sin gloria, en páginas interiores.
El 2016 viene a demostrar varias cosas. Por un lado, que los partidos, todos, se han vuelto a equivocar en la selección de sus candidatos. Algunos, por inercia, tendrán que ganar, pero ninguno de los competidores se ha destacado —ni local ni nacionalmente— por su carisma, liderazgo o por sus propuestas originales.
La propaganda, el discurso, la descalificación, el reparto de utilitarios, los debates forman parte de un ritual agotado, aburrido que no sirve a nada ni a nadie, inútil para enriquecer el ejercicio democrático y que despierta en el electorado un sentimiento más parecido a la repulsión que al hartazgo.
El proceso electoral 2016 parece no importarle a nadie. Ni siquiera a las casas encuestadoras más entretenidas en medir a los posibles aspirantes a la Presidencia de las República que en verificar la aceptación de los contendientes a las doce gubernaturas.
Los partidos políticos y el Instituto Nacional Electoral tendrán que hacer un análisis profundo sobre el origen y significado de esta abulia social. Tal vez sea la señal y el síntoma más evidente de que el próximo presidente de la república ya no podrá ganar con legitimidad suficiente si su candidatura es impuesta y sólo satisface el interés partidista.
La única razón para voltear a ver las campañas que hoy se despliegan en los estados son los escándalos en los que están involucrados algunos candidatos.
Naturalmente que el caso que más ruido hace es el de Miguel Ángel Yunes Linares, abanderado de la alianza PAN-PRD para la gubernatura de Veracruz.
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El video que circuló en redes sociales bajo la firma del ya famoso Anonymous confirma lo que todo México —excepto panistas y perredistas— ha sabido desde siempre: que Miguel Ángel Yunes, más que un servidor público, es un asaltante en despoblado.
Es el prototipo del político tercermundista que aspira a un alto cargo de la función pública para poder robar. Así de simple, así de vulgar, así de miserable es el móvil que ha inspirado la carrera de Yunes Linares. La dimensión de su fortuna —calculada en millones de dólares— lo demuestra
Lo más insólito del caso es que este personaje es, nada menos y nada más, el candidato de la coalición PAN-PRD que ha constituido en el Congreso un frente para defender y llevar hasta sus últimas consecuencias la ley anticorrupción.
¿Cómo entender la contradicción? Sobre todo porque el presidente de Acción Nacional, Ricardo Anaya, sale reiteradamente a defender a su abanderado como si se tratara de un santo a quien sus adversarios pretenden quitarle la castidad.
Después de conocer su afición por los bienes raíces y de llegar a la gubernatura, Yunes Linares ¡escrituraría el estado de Veracruz a su nombre!
Más que en campaña, el candidato de la alianza PAN-PRD debería estar ahora declarando ante las autoridades.