[gdlr_text_align class=”right” ][gdlr_heading tag=”h5″ size=”26px” font_weight=”bold” color=”#ffffff” background=”#FA5858″ icon=” icon-quote-left” ]Quizá sea hora de hacer una reforma política.[/gdlr_heading][/gdlr_text_align]

Insuficiencias de nuestro sistema

 

 

La democracia debe nacer de

nuevo en cada generación.

John Dewey

 

 

En Brasil ha sido separada de su cargo la presidenta Dilma Rousseff para ser sometida a juicio político por irregularidades administrativas.

Dejemos a los internacionalistas —que en México los tenemos muy buenos— desmenuzar las verdaderas razones de este enjuiciamiento.

Surgen voces, hasta ahora no muchas, afortunadamente, que ven como ejemplo lo que ocurre en Brasil, sin detenerse a explicar las peculiaridades de la situación del gigante sudamericano, ni las circunstancias económicas y políticas que lo llevaron a esta brutal lucha por el poder.

Estas voces reflejan el desencanto, tanto en la opinión publicada, como en la opinión ilustrada, por las circunstancias que atraviesa la democracia mexicana, después de más de tres lustros de la transición democrática promovida por la reforma política de 1996.

Muchos personajes claman por las insuficiencias de nuestro sistema democrático. Algunos auténticamente desencantados, olvidando que hace más de tres lustros fueron ellos quienes sobrevendieron las virtudes de la democracia.

La presentaron como la panacea para todos los males nacionales, sin pensar que la democracia implica desorden, desbordamiento de pasiones y, sobre todo, de ambiciones de poder, para satisfacer las cuales todo se vale.

Disgusta a muchos el sistema de partidos, como si la democracia pudiera sobrevivir sin partidos que le den un cauce racional a los múltiples puntos de vista que coexisten en nuestra sociedad.

A pesar de todo, la reforma de 1996 le dio a México elecciones que, con todas sus fallas, reflejan razonablemente la voluntad de los ciudadanos. Eso ha disgustado a los perdedores de las elecciones, quienes se han ocupado de ajustar el sistema electoral hasta crear el actual, tan complejo y tan restrictivo que a nadie satisface, ni a los partidos que con sus votos lo crearon.

Aun así, sólo una desmemoria perversa puede decir que en México nada ha cambiado. Sólo la perversa narrativa de campaña puede sostener que en México hay un sistema autoritario.

Si los grupos de poder político y económico no están satisfechos con nuestro sistema electoral, pues quizá sea hora de hacer una reforma política.

La reforma política que llevó a la transición democrática la hizo la generación de las elites económicas y políticas de 1996.

A veinte años de distancia, quizá sea hora de que, como dice el epígrafe de estas líneas, que esta generación cumpla con su tarea de renovar nuestra democracia.

jfonseca@cafepolitico.com