Si la historia actual de esa nación fuera la adaptación literaria y puesta en escena de un cuento, seguro se llamaría: “Bachelet en el país de las maravillas”. Gas lacrimógeno y chorros de agua contra la libertad de expresión en Chile. El escenario que tantas veces ha vivido México se trasladó en los últimos días al sur del mapa latinoamericano, hasta Chile: jóvenes enardecidos, “cuchileados”, envalentonados por el anonimato masivo, peleando contra las fuerzas armadas.

Los carabineros de Bachelet no dudaron en aceptar el reto. Por horas, las principales calles de la capital chilena, Santiago, fueron el escenario de la marcha que terminó en cruenta batalla medieval, donde, para poder romper las filas enemigas, los policías lanzaron granadas de gas lacrimógeno y lanzaron chorros de agua desde unidades andantes.

El resultado: 117 detenidos y 32 policías heridos, entre ellos siete mujeres, según cuenta los medios internacionales.

Por si fuera poco, si es que eso es posible, además de los violentos enfrentamientos entre carabineros y estudiantes que luchan cuerpo a cuerpo por su ansiada reforma educativa; la República chilena se ha estremecido ante la noticia de que el chocolate “Kinder Sorpresa” y la “Cajita Feliz de McDonald’s”, fueron prohibidos por las autoridades sanitarias.

El gobierno de Bachelet ha iniciado una fiera campaña contra la obesidad en ese país y de ahí que decidieran negar la comercialización del chocolate, imponiendo además restricciones a la franquicia de la cajita feliz.

La nueva ley de etiquetado empezó a regir a la par de las marchas juveniles de cientos de jóvenes aglutinados en el centro de Santiago de Chile. Ni les hizo falta el chocolate a la hora de caminar, marchar, exigir y pelear.

En contraparte, carabineros desplegaron un gigantesco contingente de fuerzas especiales para hacer frente a la manifestación de estudiantes, que fueron convocados a la marcha, obviamente no autorizada por las autoridades.

Y cada vez que los jóvenes se reunían y comenzaban sus consignas, la policía a través de sus fuerzas especiales, hicieron acto de presencia, cortaban el paso y no les permitían continuar con su protesta.

Los jóvenes no se dejaron. Iban cargados con piedras y palos, rompieron cercas, golpearon a varios elementos y causaron algunas bajas, pocas, pero bajas al fin y al cabo.

Los estudiantes revolcaron la cotidianeidad de Santiago de Chile; afectaron el comercio, el transporte y cuando servicio fue posible, dicen que están cansados de esperar a que se concrete la reforma educativa y le exigen a Michelle Bachelet que acelere el proceso para que gratuidad deje de ser una mera pretensión estudiantil.

Así las cosas, otra presidenta de una nación latinoamericana se tambalea peligrosamente y camina apenas el difícil sendero que tiene frente a sí. El reto estudiantil ha sido lanzado por los envalentonados jóvenes deseosos de atención, que ya demostraron, en menos de una semana, que su ofensiva va en serio.